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2. XIV Asamblea General Ordinaria

LINEAMENTA

  Ciudad del Vaticano 2014

Sínodo de los Obispos

 

RELATIO SYNODI

de la III Asamblea General Extraordinaria

(5 – 19 de octubre de 2014)

 

III Parte
La confrontación: perspectivas pastorales

 

Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio

 

39. La compleja realidad social y los desafíos que la familia está llamada a afrontar hoy requieren un compromiso mayor de toda la comunidad cristiana para la preparación de los prometidos al matrimonio. Es preciso recordar la importancia de las virtudes. Entre éstas, la castidad resulta condición preciosa para el crecimiento genuino del amor interpersonal. Respecto a esta necesidad, los Padres sinodales eran concordes en subrayar la exigencia de una mayor implicación de toda la comunidad, privilegiando el testimonio de las familias, además de un arraigo de la preparación al matrimonio en el camino de iniciación cristiana, haciendo hincapié en el nexo del matrimonio con el bautismo y los otros sacramentos. Del mismo modo, se puso de relieve la necesidad de programas específicos para la preparación próxima al matrimonio que sean una auténtica experiencia de participación en la vida eclesial y profundicen en los diversos aspectos de la vida familiar.

 

Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial

 

40. Los primeros años de matrimonio son un período vital y delicado durante el cual los cónyuges crecen en la conciencia de los desafíos y del significado del matrimonio. De aquí la exigencia de un acompañamiento pastoral que continúe después de la celebración del sacramento (cfr. Familiaris Consortio, parte III). Resulta de gran importancia en esta pastoral la presencia de esposos con experiencia. La parroquia se considera el lugar donde los cónyuges expertos pueden ofrecer su disponibilidad a ayudar a los más jóvenes, con el eventual apoyo de asociaciones, movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Hay que alentar a los esposos a una actitud fundamental de acogida del gran don de los hijos. Es preciso resaltar la importancia de la espiritualidad familiar, de la oración y de la participación en la Eucaristía dominical, alentando a los cónyuges a reunirse regularmente para que crezca la vida espiritual y la solidaridad en las exigencias concretas de la vida. Liturgias, prácticas de devoción y Eucaristías celebradas para las familias, sobre todo en el aniversario del matrimonio, se citaron como ocasiones vitales para favorecer la evangelización mediante la familia.

 

Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias

 

41. El Sínodo anuncia y promueve el matrimonio cristiano, a la vez que alienta el discernimiento pastoral de las situaciones de tantas personas que ya no viven esta realidad. Es importante entrar en diálogo pastoral con ellas a fin de poner de relieve los elementos de su vida que puedan llevar a una mayor apertura al Evangelio del matrimonio en su plenitud. Los pastores deben identificar elementos que favorezcan la evangelización y el crecimiento humano y espiritual. Una sensibilidad nueva de la pastoral hodierna, consiste en identificar los elementos positivos presentes en los matrimonios civiles y, salvadas las debidas diferencias, en las convivencias. Es preciso que en la propuesta eclesial, aun afirmando con claridad el mensaje cristiano, indiquemos también los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a dicho mensaje.

 

42. Se observó también que en numerosos países un «creciente numero de parejas conviven ad experimentum, sin matrimonio ni canónico, ni civil» (Instrumentum Laboris, 81). En algunos países esto sucede especialmente en el matrimonio tradicional, concertado entre familias y con frecuencia celebrado en diversas etapas. En otros países, en cambio, crece continuamente el número de quienes después de haber vivido juntos durante largo tiempo piden la celebración del matrimonio en la Iglesia. La simple convivencia a menudo se elige a causa de la mentalidad general contraria a las instituciones y a los compromisos definitivos, pero también porque se espera adquirir una mayor seguridad existencial (trabajo y salario fijo). En otros países, por último, las uniones de hecho son muy numerosas, no sólo por el rechazo de los valores de la familia y del matrimonio, sino sobre todo por el hecho de que casarse se considera un lujo, por las condiciones sociales, de modo que la miseria material impulsa a vivir uniones de hecho.

 

43. Es preciso afrontar todas estas situaciones de manera constructiva, tratando de transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia a la luz del Evangelio. Se trata de acogerlas y acompañarlas con paciencia y delicadeza. Para ello es importante el testimonio atractivo de auténticas familias cristianas, como sujetos de la evangelización de la familia.

 

Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales)

 

44. Cuando los esposos experimentan problemas en sus relaciones, deben poder contar con la ayuda y el acompañamiento de la Iglesia. La pastoral de la caridad y la misericordia tratan de recuperar a las personas y las relaciones. La experiencia muestra que, con una ayuda adecuada y con la acción de reconciliación de la gracia, un gran porcentaje de crisis matrimoniales se superan de manera satisfactoria. Saber perdonar y sentirse perdonados es una experiencia fundamental en la vida familiar. El perdón entre los esposos permite experimentar un amor que es para siempre y no acaba nunca (cfr. 1 Cor 13,8). Sin embargo, a veces resulta difícil para quien ha recibido el perdón de Dios tener la fuerza para ofrecer un perdón auténtico que regenere a la persona.

 

45. En el Sínodo resonó con claridad la necesidad de opciones pastorales valientes. Reconfirmando con fuerza la fidelidad al Evangelio de la familia y reconociendo que separación y divorcio siempre son una herida que provoca profundos sufrimientos para los cónyuges que los viven y para los hijos, los Padres sinodales señalaron la urgencia de caminos pastorales nuevos, que partan de la realidad efectiva de las fragilidades familiares, sabiendo que con frecuencia más bien son “soportadas” con sufrimiento que elegidas en plena libertad. Se trata de situaciones diversas por factores tanto personales como culturales y socioeconómicos. Hace falta una mirada que discierna bien las situaciones, como sugería san Juan Pablo II (cfr. Familiaris Consortio, 84).

 

46. Ante todo, hay que escuchar a cada familia con respeto y amor, haciéndose compañeros de camino como Cristo con los discípulos en el camino de Emaús. Valen especialmente para estas situaciones las palabras del Papa Francisco: «La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este “arte del acompañamiento”, para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cfr. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana» (Evangelii Gaudium, 169).

 

47. Un discernimiento particular es indispensable para acompañar pastoralmente a los separados, los divorciados, los abandonados. Hay que acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados por los maltratos del cónyuge a romper la convivencia. El perdón por la injusticia sufrida no es fácil, pero es un camino que la gracia hace posible. De aquí la necesidad de una pastoral de la reconciliación y de la mediación, a través de centros de escucha especializados que habría que establecer en las diócesis. Asimismo, siempre hay que subrayar que es indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias de la separación o del divorcio sobre los hijos, en cualquier caso víctimas inocentes de la situación. Los hijos no pueden ser un “objeto” que contenderse y hay que buscar las mejores formas para que puedan superar el trauma de la escisión familiar y crecer de la manera más serena posible. En cada caso la Iglesia siempre deberá poner de relieve la injusticia que con mucha frecuencia deriva de la situación del divorcio. Hay que prestar especial atención al acompañamiento de las familias monoparentales; en particular, hay que ayudar a las mujeres que deben llevar adelante solas la responsabilidad de la casa y la educación de los hijos.

 

48. Un gran número de los Padres subrayó la necesidad de hacer más accesibles y ágiles, posiblemente totalmente gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad. Entre las propuestas se indicaron: dejar atrás la necesidad de la doble sentencia conforme; la posibilidad de determinar una vía administrativa bajo la responsabilidad del Obispo diocesano; un juicio sumario a poner en marcha en los casos de nulidad notoria. Sin embargo, algunos Padres se manifiestan contrarios a estas propuestas porque no garantizarían un juicio fiable. Cabe recalcar que en todos estos casos se trata de comprobación de la verdad acerca de la validez del vínculo. Según otras propuestas, habría que considerar la posibilidad de dar relevancia al rol de la fe de los prometidos en orden a la validez del sacramento del matrimonio, teniendo presente que entre bautizados todos los matrimonios válidos son sacramento.

 

49. Acerca de las causas matrimoniales, la agilización del procedimiento —requerido por muchos— además de la preparación de suficientes agentes, clérigos y laicos con dedicación prioritaria, exige resaltar la responsabilidad del Obispo diocesano, quien en su diócesis podría encargar a consultores debidamente preparados que aconsejaran gratuitamente a las partes acerca de la validez de su matrimonio. Dicha función puede ser desempeñada por una oficina o por personas calificadas (cfr. Dignitas Connubii, art. 113, 1).

 

50. Hay que alentar a las personas divorciadas que no se han vuelto a casar —que a menudo son testigos de la fidelidad matrimonial— a encontrar en la Eucaristía el alimento que las sostenga en su estado. La comunidad local y los Pastores deben acompañar a estas personas con solicitud, sobre todo cuando hay hijos o su situación de pobreza es grave.

 

51. Las situaciones de los divorciados vueltos a casar también exigen un atento discernimiento y un acompañamiento con gran respeto, evitando todo lenguaje y actitud que los haga sentir discriminados y promoviendo su participación en la vida de la comunidad. Hacerse cargo de ellos, para la comunidad cristiana no implica un debilitamiento de su fe y de su testimonio acerca de la indisolubilidad matrimonial, es más, en ese cuidado expresa precisamente su caridad.

 

52. Se reflexionó sobre la posibilidad de que los divorciados y vueltos a casar accediesen a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Varios Padres sinodales insistieron en favor de la disciplina actual, en virtud de la relación constitutiva entre la participación en la Eucaristía y la comunión con la Iglesia y su enseñanza sobre el matrimonio indisoluble. Otros se expresaron en favor de una acogida no generalizada a la mesa eucarística, en algunas situaciones particulares y con condiciones bien precisas, sobre todo cuando se trata de casos irreversibles y vinculados a obligaciones morales para con los hijos, quienes terminarían por padecer injustos sufrimientos. El eventual acceso a los sacramentos debería ir precedido de un camino penitencial bajo la responsabilidad del Obispo diocesano. Todavía es necesario profundizar la cuestión, teniendo bien presente la distinción entre situación objetiva de pecado y circunstancias atenuantes, dado que «la imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas» a causa de diversos «factores psíquicos o sociales» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1735).

 

53. Algunos Padres sostuvieron que las personas divorciadas y vueltas a casar o convivientes pueden recurrir provechosamente a la comunión espiritual. Otros Padres se preguntaron porque entonces no pueden acceder a la comunión sacramental. Se requiere, por tanto, una profundización de la temática que haga emerger la peculiaridad de las dos formas y su conexión con la teología del matrimonio.

 

54. Las intervenciones de los Padres sinodales hicieron referencia a menudo a las problemáticas relativas a los matrimonios mixtos. La diversidad de la disciplina matrimonial de las Iglesias ortodoxas en algunos contextos plantea problemas acerca de los cuales es necesario reflexionar en ámbito ecuménico. Análogamente para los matrimonios interreligiosos será importante la contribución del diálogo con las religiones.

 

La atención pastoral por las personas con orientación homosexual

 

55. Algunas familias viven la experiencia de tener en su seno personas con orientación homosexual. Al respecto, la Asamblea se interrogó sobre qué atención pastoral es oportuna frente a esta situación, refiriéndose a lo que enseña la Iglesia: «No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia». No obstante, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben ser acogidos con respeto y delicadeza. «Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 4).

 

56. Es del todo inaceptable que los Pastores de la Iglesia sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen las ayudas financieras a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo.

 

La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad

 

57. No es difícil constatar que se está difundiendo una mentalidad que reduce la generación de la vida a una variable de los proyectos individuales o de los cónyuges. Los factores de orden económico ejercen un peso a veces determinante, contribuyendo a la fuerte disminución de la natalidad que debilita el tejido social, compromete la relación entre las generaciones y hace más incierta la mirada sobre el futuro. La apertura a la vida es exigencia intrínseca del amor conyugal. En esta perspectiva, la Iglesia sostiene a las familias que acogen, educan y rodean con su afecto a los hijos diversamente hábiles.

 

58. También en este ámbito es necesario partir de la escucha de las personas y dar razón de la belleza y de la verdad de una apertura incondicional a la vida, necesaria para que el amor humano sea vivido en plenitud. Sobre esta base puede apoyarse una enseñanza adecuada sobre los métodos naturales para la procreación responsable. Dicha enseñanza ayuda a vivir de manera armoniosa y consciente la comunión entre los cónyuges, en todas sus dimensiones, junto a la responsabilidad generativa. Es preciso redescubrir el mensaje de la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, que hace hincapié en la necesidad de respetar la dignidad de la persona en la valoración moral de los métodos de regulación de la natalidad. La adopción de niños, huérfanos y abandonados, acogidos como hijos propios, es una forma específica de apostolado familiar (cfr. Apostolicam Actuositatem, 11), repetidamente recordada y alentada por el magisterio (cfr. Familiaris Consortio, 41; Evangelium Vitae, 93). La opción de la adopción y de la acogida expresa una fecundidad particular de la experiencia conyugal, no sólo cuando se ve marcada por la esterilidad. Esta opción es signo elocuente del amor familiar, ocasión para testimoniar la propia fe y devolver dignidad filial a quien ha sido privado de ella.

 

59. Es necesario ayudar a vivir la afectividad, también en el vínculo conyugal, como un camino de maduración, siempre en la más profunda acogida del otro y en una entrega cada vez más plena. En ese sentido, cabe subrayar la necesidad de ofrecer itinerarios formativos que alimenten la vida conyugal y la importancia de un laicado que ofrezca un acompañamiento a partir de un testimonio vivo. Es de gran ayuda el ejemplo de un amor fiel y profundo lleno de ternura y respeto, capaz de crecer en el tiempo y que en su apertura concreta a la generación de la vida haga experiencia de un misterio que nos trasciende.

 

El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización

 

60. Uno de los desafíos fundamentales frente al que se encuentran las familias de hoy es seguramente el desafío educativo, todavía más arduo y complejo a causa de la realidad cultural actual y de la gran influencia de los medios de comunicación. Hay que tener en debida cuenta las exigencias y expectativas de familias capaces de ser en la vida cotidiana, lugares de crecimiento, de concreta y esencial transmisión de las virtudes que dan forma a la existencia. Esto indica que los padres puedan elegir libremente el tipo de educación que dar a sus hijos según sus convicciones.

 

61. La Iglesia desempeña un rol precioso de apoyo a las familias, partiendo de la iniciación cristiana, a través de comunidades acogedoras. Se le pide, hoy más que nunca, tanto en las situaciones complejas como en las ordinarias, que sostenga a los padres en su empeño educativo, acompañando a los niños, muchachos y jóvenes en su crecimiento mediante itinerarios personalizados, que introduzcan al sentido pleno de la vida y susciten decisiones y responsabilidad, vividas a la luz del Evangelio. María, en su ternura, misericordia, sensibilidad materna puede alimentar el hambre de humanidad y vida; por eso la invocan las familias y el pueblo cristiano. La pastoral y una devoción mariana son un punto de partida oportuno para anunciar el Evangelio de la familia.

 

Conclusión

 

62. Las reflexiones propuestas, fruto del trabajo sinodal que tuvo lugar en un clima de gran libertad y en un estilo de escucha mutua, desean plantear cuestiones e indicar perspectivas que deberán ser maduradas y precisadas por la reflexión de las Iglesias locales durante el año que nos separa de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos prevista para octubre de 2015, dedicada a la vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. No se trata de decisiones tomadas ni de perspectivas fáciles. Sin embargo, el camino colegial de los Obispos y la implicación de todo el pueblo de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, con la mirada puesta en el modelo de la Santa Familia, podrán guiarnos a encontrar caminos de verdad y de misericordia para todos. Es el deseo que nos expresó el Papa Francisco desde el inicio de nuestros trabajos, invitándonos a la valentía de la fe y a la acogida humilde y honrada de la verdad en la caridad.

 

 

Preguntas sobre la recepción
y la profundización
de la Relatio Synodi

 

Guiar a los prometidos en el camino de preparación al matrimonio (núms. 39-40)

 

El Sínodo reconoció los pasos que se han dado en estos últimos años para favorecer una adecuada preparación de los jóvenes al matrimonio. Sin embargo, subrayó la necesidad de un mayor compromiso de toda la comunidad cristiana no sólo en la preparación sino también en los primeros años de vida familiar.

 

28. ¿Cómo proponer los itinerarios de preparación al matrimonio de forma que pongan de relieve la vocación y la misión de la familia según la fe en Cristo? ¿Se llevan a cabo ofreciendo una auténtica experiencia eclesial? ¿Cómo renovarlos y mejorarlos?

 

29. ¿Cómo la catequesis de iniciación cristiana presenta la apertura a la vocación y la misión de la familia? ¿Qué pasos se consideran más urgentes? ¿Cómo proponer la relación entre bautismo, eucaristía y matrimonio? ¿En qué modo poner de relieve el carácter de catecumenado y mistagógico que los itinerarios de preparación al matrimonio asumen a menudo? ¿Cómo lograr que la comunidad participe en esta preparación?

 

Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial (núm. 40)

 

30. Tanto en la preparación como en el acompañamiento de los primeros años de vida matrimonial ¿se valora adecuadamente la importante contribución de testimonio y de sostén que pueden dar familias, asociaciones y movimientos familiares? ¿Qué experiencias positivas se pueden referir en este campo?

 

31. La pastoral de acompañamiento de los cónyuges en los primeros años de vida familiar —se observó en el debate sinodal— necesita un ulterior desarrollo. ¿Cuáles son las iniciativas más significativas ya realizadas? ¿Qué aspectos hay que incrementar a nivel parroquial, a nivel diocesano o en el ámbito de asociaciones y movimientos?

 

Solicitud pastoral por quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias (núms. 41-43)

 

En el debate sinodal se recordó la diversidad de situaciones, debida a múltiples factores culturales y económicos, praxis arraigadas en la tradición, dificultad de los jóvenes a tomar decisiones que comprometan para toda la vida.

 

32. ¿Cuáles deben ser los criterios para un correcto discernimiento pastoral de cada situación a la luz de la enseñanza de la Iglesia, según la cual los elementos constitutivos del matrimonio son unidad, indisolubilidad y apertura a la procreación?

 

33. ¿La comunidad cristiana es capaz de comprometerse pastoralmente en estas situaciones? ¿Cómo ayuda a discernir estos elementos positivos y aquellos negativos de la vida de personas unidas en matrimonios civiles a fin de orientarlas y sostenerlas en el camino de crecimiento y de conversión hacia el sacramento del matrimonio? ¿Cómo ayudar a quienes conviven a decidirse por el matrimonio?

 

34. En particular, ¿qué respuestas dar a las problemáticas planteadas por la permanencia de las formas tradicionales de matrimonio a etapas o arreglado entre familias?

 

Cuidar de las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar, familias monoparentales) (núms. 44-54)

 

En el debate sinodal se puso de relieve la necesidad de una pastoral inspirada en el arte del acompañamiento, dando «a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana» (Evangelii Gaudium, 169).

 

35. ¿La comunidad cristiana está preparada para hacerse cargo de las familias heridas para hacerles experimentar la misericordia del Padre? ¿Cómo comprometerse para eliminar los factores sociales y económicos que a menudo las determinan? ¿Qué pasos se han dado y qué pasos hay que dar para que crezca esta acción y la conciencia misionera que la sostiene?

 

36. ¿Cómo promover la definición de líneas pastorales compartidas a nivel de Iglesia particular? ¿Cómo desarrollar al respecto el diálogo entre las diversas Iglesias particulares“cum Petro y sub Petro”?

 

37. ¿Cómo hacer más accesibles y ágiles, a ser posible gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad? (núm. 48).

 

38. La pastoral sacramental dirigida a los divorciados vueltos a casar necesita una mayor profundización, que valore también la praxis ortodoxa y tenga presente «la distinción entre situación objetiva de pecado y circunstancias atenuantes» (núm. 52). ¿Cuáles son las perspectivas en las que moverse? ¿Qué pasos se pueden dar? ¿Qué sugerencias para eludir formas de impedimentos no debidas o no necesarias?

 

39. ¿La normativa actual permite dar respuestas válidas a los desafíos que plantean los matrimonios mixtos y los inter-confesionales? ¿Hace falta tener en cuenta otros elementos?

 

La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual (núms. 55-56)

 

La atención pastoral por las personas con tendencia homosexual plantea hoy nuevos desafíos, debidos también a la manera en que se proponen socialmente sus derechos.

 

40. ¿Cómo dirige la comunidad cristiana su atención pastoral a las familias en las que hay personas con tendencia homosexual? Evitando toda injusta discriminación, ¿de qué modo ofrecer el cuidado a las personas en estas situaciones a la luz del Evangelio? ¿Cómo proponerles las exigencias de la voluntad de Dios en su situación?

 

La transmisión de la vida y el desafío de la disminución de la natalidad (núms. 57-59)

 

La transmisión de la vida es un elemento fundamental de la vocación-misión de la familia: «En el deber de transmitir la vida humana y de educarla, lo cual hay que considerar como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes» (Gaudium et Spes, 50).

 

41. ¿Cuáles son los pasos más significativos que se han dado para anunciar y promover eficazmente la apertura a la vida y la belleza y la dignidad humana de ser madre o padre, a la luz por ejemplo de la Humanae Vitae del beato Paolo VI? ¿Cómo promover el diálogo con las ciencias y las tecnologías biomédicas de manera que se respete la ecología humana del engendrar?

 

42. Una maternidad/paternidad generosa necesita estructuras e instrumentos. ¿La comunidad cristiana vive una efectiva solidaridad y subsidiaridad? ¿Cómo? ¿Es valiente en la propuesta de soluciones válidas también a nivel sociopolítico? ¿Cómo alentar a la adopción y la acogida como signo altísimo de generosidad fecunda? ¿Cómo promover el cuidado y el respeto de los jóvenes?

 

43. El cristiano vive la maternidad/paternidad como respuesta a una vocación. ¿En la catequesis se subraya suficientemente esta vocación? ¿Qué itinerarios formativos se proponen a fin de que dicha vocación guíe efectivamente las conciencias de los esposos? ¿Se tiene conciencia de las graves consecuencias de los cambios demográficos?

 

44. ¿Cómo lucha la Iglesia contra la plaga del aborto, promoviendo una cultura de la vida eficaz?

 

El desafío de la educación y el rol de la familia en la evangelización (núms. 60-61)

 

45. Llevar adelante la misión educadora no siempre es sencillo para los padres: ¿encuentran solidaridad y sostén en la comunidad cristiana? ¿Qué itinerarios formativos hay que sugerir? ¿Qué pasos hay que dar para que la tarea educativa de los padres sea reconocida también a nivel sociopolítico?

 

46. ¿Cómo promover en los padres y en la familia cristiana la conciencia del deber de la transmisión de la fe como dimensión intrínseca a la misma identidad cristiana?

 

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