top of page

APUNTES PARA CURSOS DE FILOSOFÍA 3/4

Asignaturas sistemáticas e históricas

»El plan de la obra completa incluye veinticinco volúmenes«

Título: Holograma filosófico

por Roberto García González

Dr. de Filosofía alemana por la Universität Innsbruck

 

3. Los sentidos y la razón

 

El problema de la relación entre los sentidos y la razón es un tema epistemológico con hondas raíces antropológicas. Por tanto, su correcto planteamiento supone una correcta visión filosófica acerca del ser humano, que es «una unidad integral y originaria, que en cuanto inteligencia sentiente, volición tendente y sentimiento afectante, despliega su existencia personal e intersubjetiva como interlocutor válido e individuo convocado a la convivencia, al diálogo, a la acción y a la auto/trascendencia».

 

La solución a este problema filosófico conlleva consecuencias significativas para la formación intelectual de los futuros pastores de la Diócesis de Zamora porque está relacionado con la cuestión de la verdad, con el origen sensible de su conocimiento, su universalización intelectiva, su comprensión, interpretación y transmisión, y con el compromiso vivencial en relación con la verdad, que en el Evangelio es identificada personalmente con el mismo Jesucristo, Hijo único de Dios, que es para nosotros el modelo del Buen Pastor.

 

El problema crítico consiste en plantear correctamente estas tres preguntas: a) ¿Es capaz el ser humano de conocer la verdad?, b) ¿Con cuáles medios?, c) ¿Qué es lo que se conoce? La segunda es la pregunta fundamental que intenta responder filosóficamente al problema relacionado con los sentidos y la razón.

 

2.3.1 ¿Con cuáles medios o facultades conoce el hombre la verdad?

 

Las propuestas filosóficas que responden a la pregunta por el origen antropológico o fuentes facultativas del conocimiento pueden clasificarse en tres tipos: el empirismo cientificista o naturalismo, el racionalismo apriorista o intelectualismo espiritualista, y la búsqueda de una síntesis conclusiva.

 

1) El sistema empirista asegura: «Sólo los sentidos son los medios y el origen decisivo del conocimiento humano. La única fuente del conocimiento humano es la experiencia sensible». El naturalismo antiguo se incubó en Heráclito y Epicuro, en el Medioevo fue transmitido por Roger Bacon y Ockham a la Modernidad, y se consolidó desde el siglo XVI con Francis Bacon, Hobbes, Locke, Berkeley y David Hume hasta el siglo XVIII.

 

Sus metamorfosis proteicas han ido evolucionando con el cientificismo, materialismo y positivismo del los siglos XVIII y XIX, y con el neo/positivismo, pragmatismo, utilitarismo, instrumentalismo y pragmatismo post/analítico del siglo XX. Algunos de los representantes de estas corrientes son Condillac, Comte, Stuart Mill, Spencer, William James, Peirce, Dewey, Putnam y Rorty.

 

El empirismo es valioso porque constata, como lo hacía la filosofía tomasiana, que «nada hay en el intelecto que no haya pasado por los sentidos». Ciertamente la sensación es valiosa, pero sola es torpe. Por tanto, la percepción es condición indispensable en cuanto origen del conocimiento, pero no es causa suficiente. Sin los sentidos no se conoce la verdad, pero con los puros sentidos tampoco.

 

2) El sistema racionalista asevera: «Sólo la razón es el medio y el origen decisivo del conocimiento humano. La única fuente de nuestro conocimiento es la razón». En la Antigüedad griega Parménides gestó un germen de apriorismo intelectualista. En la Patrística y en el Medioevo algunos autores como Agustín, Anselmo y Buenaventura, cultivaron un espiritualismo apriorista de inspiración platonizante. Después, la Modernidad fue testigo del desarrollo sistemático del racionalismo, representado por Descartes, Malebranche, Spinoza, Leibniz y Wolff. Los idealistas alemanes hay que servirlos en otro platillo.

 

El gran mérito del racionalismo consiste en valorar la inteligencia humana en su modalidad racional. Sin embargo, exagera sus alcances rompiendo su unidad originaria con la sensibilidad. Razón y sensación son congéneres. Sin la razón no se conoce, pero con la pura razón tampoco.

 

3) La búsqueda de una síntesis conclusiva entre Hume y Wolff fue uno de los méritos innegables de Kant, quien escribió:

 

“Intuición y conceptos  constituyen, pues, los elementos de todo nuestro conocimiento; de tal modo que ni conceptos sin intuición, […] ni intuición sin conceptos, pueden dar un conocimiento”.1 “Más si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por eso origínase todo en la experiencia”.2

 

Una razón sin sensibilidad estaría vacía, y una sensación sin razonamiento estaría miope y animalizada. El empirismo no percibe que los sentidos son condición necesaria del conocimiento, pero no son causa suficiente. Y el racionalismo no comprende que «nada hay en el intelecto que no recibamos por medio de los sentidos», como lo enseñaba Tomás. El problema fundamental de ambas posturas es de origen antropológico porque separan el intelecto racional de la sensibilidad humana. Esta deficiencia es colmada si se argumenta que el hombre es una unidad integral y originaria, un yo que es inteligencia sentiente y sensación inteligente.

 

Precisamente ése es el problema antropológico que Kant deja sin resolver y que hereda a la posteridad. Muestra de ello son los idealismos posteriores de Fichte, Schelling y Hegel que rompieron las amarras con lo real, y lo absorbieron en la identidad sistemática de lo ideal.

 

2.3.2 Herencia y tarea

 

Las dos claves para el planteamiento correcto del problema de la relación entre los sentidos y la razón son las siguientes: a) contextualizar el binomio en el marco de una antropología que explique plausiblemente al hombre como unidad integral y originaria, b) y que resuelva los vínculos indisolubles entre inteligencia y realidad.

 

La herencia aristotélico-tomasiana es valiosa; precisamente por eso, desde el siglo XIX se impulsó la neoescolástica, cuyos aportes más notorios en relación con el tema que nos ocupa proceden de Lotz, Rahner y Coreth, en las dos claves indicadas en el párrafo anterior. El esfuerzo de estos pensadores hizo tomar conciencia de los aportes valiosos de la fenomenología existencial, especialmente representada por Husserl, Heidegger y Merleau Ponty. También el personalismo judeo-cristiano ha posibilitado una antropología plausible que ha liberado al yo del aislamiento moderno, en especial Buber, Ebner, Mounier, Lévinas, Ricoeur y Díaz, sin embargo no resuelven explícita y sistemáticamente el problema gnoseológico.

 

Quienes han abordado detalladamente este problema han sido Zubiri y Marina. Zubiri articula los tres modos de intelección –a saber, aprehensión primordial o sensación inteligente, logos firme y razón–, que actualizan y re-actualizan la realidad en la inteligencia sentiente. El aporte fundamental de Zubiri consiste en explicar coherentemente la unidad antropológica originaria y la influencia co-implicativa entre inteligencia sentiente, volición tendente y sentimiento afectante, vinculados indisolublemente a la realidad. El límite principal de Zubiri se encuentra en la cantidad exagerada de neologismos que complican innecesariamente su pensamiento.

 

Marina, por su parte, ha elaborado desde los 90’s una filosofía de la inteligencia con sólidas bases antropológicas y con un respaldo científico interdisciplinar muy consistente. Gracias a ello, ha logrado precisar la acción unitaria del yo que se despliega inteligente, voluntaria y sentimentalmente. Así pues, ni la inteligencia, ni la voluntad, ni los sentimientos son los protagonistas. Su acción es adjetiva y adverbial respecto al yo, que es el centro originario y unitario de toda acción realizada por el ser humano, quien guía inteligentemente sus decisiones voluntarias y su laberinto sentimental. A partir de aquí, Marina desarrolla su propuesta sobre el ingenio inteligente, la ética inteligente, la sexualidad inteligente, la religión inteligente y la crítica inteligente de los errores de la razón y de su eventual estupidez. El límite más notorio en su propuesta consiste en no haber explicitado todavía un desarrollo suficiente en torno a la cuestión de la verdad.

 

Las dos propuestas anteriores no bastan. Es necesario además asumir la crítica que la postmodernidad ha hecho a la razón y a la noción de verdad. Quien ha respondido inteligentemente a esta crítica, después de haberla asumido con honestidad intelectual, ha sido Beuchot. Su reinterpretación del realismo tradicional en diálogo con la semiótica contemporánea, con el pragmatismo, con la filosofía analítica, con la hermenéutica, con la filosofía procedimental y con la postmodernidad, le ha ayudado a enriquecer la noción filosófica de verdad, no sólo en su dimensión semántico-realista, sino además en su dimensión sintáctico-lingüística y prágmático-dialógica. Gracias a ello, Beuchot ofrece un tomismo renovado muy propositivo e incluyente en términos de hermenéutica analógica.

 

Este aspecto incluyente y eminentemente dialógico ha sido favorecido por la propuesta procedimental, especialmente en la línea de Habermas, quien ha rehabilitado el valor de los procedimientos dialógico-comunicativos para el discernimiento de la verdad en el intercambio interactivo de la comunidad, especialmente a través de las buenas razones o argumentos. La validez de la verdad es capaz de encontrar cauces de vinculación universal que compromete a los interlocutores a guiarse por normas racionales que coordinan sus acciones solidarias. La propuesta de Habermas sobre la verdad, la razón, la argumentación, el diálogo y la acción tiene hondas raíces realistas que mantienen su referencia indisoluble con el mundo de la vida, y además es una propuesta que es traducible a las categorías eclesiales y comunitarias que son auténticamente cristianas. Sin embargo, en ciertos temas la filosofía procedimental aún es predominantemente formal.

 

Las corrientes y los autores mencionados en los párrafos de este inciso parecen ofrecer aportes muy valiosos para el correcto planteamiento del problema filosófico de la relación entre sentidos y razón por sus sólidas bases antropológicas y por los vínculos entrañables entre inteligencia y realidad que subyacen en sus filosofías. La complementariedad armónica entre ellas es viable siempre y cuando nos comprometamos a una investigación enriquecedora, desde los diversos ángulos, exigida por la formación intelectual permanente de nuestro tiempo. Ahí queda una tarea pendiente para el equipo de maestros de filosofía del Seminario diocesano de Zamora.

 

Mediante los siguientes links puedes descargar los apuntes para los cursos de Teoría del conocimiento, Filosofía del lenguaje y Crítica de las ideologías:

 

 

 

_____________________________________________

1      KANT REUTER, Immanuel, Crítica de la razón pura (Porrúa, México 19969) 58.

2       Ibid., 27.

 

bottom of page