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I. OVERTURA

 

 

Pablo fue a predicar al Areópago, y fracasó… Me pregunto: ¿Qué hubiera sucedido si Aristóteles hubiese ido a Jerusalén, a filosofar ante los doctores de la ley? Así me siento yo ahora entre los teólogos, fielmente creyentes y sabios como ellos mismos, quienes sin mal corazón voltean hacia la Filosofía habitualmente con desprecio. Se los digo con cariño y les agradezco sentidamente, porque me conceden la oportunidad de compartirles algo acerca de lo que he ido meditando con fe cordial estos últimos dieciocho años.

 

Los tintes musicales1 del título son una metáfora, la que pretende hacerles accesibles los movimientos, melodías, notas, claves, compases y ritmos ideológicos de la obra de Hans Urs von Balthasar. Ellos estructuran la sinfonía balthasariana, en cuyas notas se armoniza una herencia monumental de origen filosófico, teológico, espiritual y literario. Ésta dobla sus rodillas con fe para orar y glorificar el amor trinitario de Dios.

 

Balthasar trina, trinea y es trinitario desde cualquier ángulo. Por ejemplo escribió una triple trilogía constituida por los títulos siguientes: 1) Apocalipsis del alma alemana: estudios para una doctrina de las actitudes últimas, 2) Ensayos sobre Teología, 3) y su «mega-trilogía» Gloria, Teo-dramática y Teo-lógica.

 

1) 1937-1939: El primer volumen de la Develación o bien Apocalipsis del alma alemana es un Estudio sobre la historia del idealismo alemán (I) y sobre el romanticismo, dirigido con la batuta del pretensioso espíritu de Prometeo. El alma alemana, y en gran medida el espíritu humano en general, después se dejó conducir, según Balthasar, por y Bajo el signo de Nietzsche (II). Y finalmente glorificó a coro La divinización de la muerte (III). Nosotros somos testigos de ello en nuestra época thanato-fílica. En esta primera trilogía Balthasar selecciona los «instrumentos» filosófico-literarios con los que más tarde ensamblará la estructura ideológica de su sinfonía, no sin antes corregir y completar este instrumental con algunos aportes escolásticos, heideggerianos y personalistas entre otros.

 

2) 1960-1974: Los Ensayos sobre Teología llevan por título Palabra Carne (I), Esposa de la Palabra (II), y la tercera parte declaradamente a favor de la Pneumatología en dos volúmenes: a) Espíritu creador (III) y b) Espíritu e institución (IV). En estos ensayos Balthasar adelanta y define los «contenidos temáticos» de su propuesta teológica, cuyo punto de partida es trinitario y desde ahí el kénotico amor intradivino es revelado eminentemente en la cruz, abierta anastásicamente. Por consiguiente pueden ser considerados los Ensayos sobre Teología como el preludio o bien la overtura, desde la que se dejan anunciar los temas musicales que servirán como coordenadas rítmicas. Éstos le darán contenido a toda la sinfonía balthasariana tras un primer plano cristológico, ante un fondo pneumatológico y con una dedicatoria eclesiológica, todo ello libado de la Escritura y la Tradición, y motivado por los Padres y los grandes teólogos. Éstos últimos son para Balthasar algunos de sus interlocutores y compañeros, los que ejecutan los diversos instrumentos. Mientras cada uno de ellos acentúa nítidamente el timbre diferencial y característico, es guiado no por el unísono, sino por la ‘kalo-dramática’ verdad trinitaria. Balthasar afina los «instrumentos» filosóficos y literarios de su rudimentario Apocalipsis con estos «contenidos» teológicos de los Ensayos y comienza simultáneamente a componer su «opera magna».

 

3) 1961-1987: La última «mega-trilogía» de Balthasar se va desplegando monumentalmente en tres movimientos musicales: Gloria, Teo-dramática y Teo-lógica, los que son «tres movimientos sinfónicos realmente distintos con un único final verdadero» rematado metodológicamente en el Epílogo.

 

  • La estética filosófico-teológica de Gloria es tan solemne como una «marcia funebre» que se convierte en ‘una lágrima en la mejilla del tiempo’, y también en un mausoleo monumental, heroico y tan catártico como el Réquiem de Mozart.

 

  • La Teo-dramática es tan rítmica como un «allegro vivace e con brio» al estilo de las tonaditas de Bach.

 

  • Teo-lógica es tan sobria como un «adagio molto e cantabile» al estilo de Schubert e invita a la glorificación trinitaria.

 

Y finalmente es Epílogo un «finale expresivo assai presto», un remate coral y tan austero como la frugal Liturgia orante y glorificadora de Tchaikowsky.

 

El compás anterior ha introducido apenas los tres movimientos musicales de la sinfonía. Ahora deben ser identificados los temas o bien melodías recurrentes, las que unifican su estructura armoniosa. Estas melodías están orquestadas por notas de origen filosófico-literario y teológico no exclusivamente cristiano, las que sobrevolando lo sincrético se convierten en notas armónicas en el concierto trinitario. En efecto se puede identificar en Balthasar un acceso descriptivo con rasgos fenomenológicos, gracias al cual se deja constatar la existencia de ciertos hitos esenciales vigentes en la encrucijada histórica nuestra. Estos rasgos contrastan patéticamente con la experiencia originaria del amor vivenciado por el bebé, que en cada caso podríamos ser tú y yo, mientras son interpretados teológicamente en clave trinitaria.

 

En efecto, las tres claves metodológicas de esta sinfonía son: la vivencia humana, la filosofía y la teología. Las tres claves se articulan rítmicamente en torno a un núcleo estructurante, el que formulado con lenguaje filosófico lleva por nombre «analogia entis». Su sinónimo se identifica expresado con lenguaje teológico –en términos económicos– con «la cruz», es decir con Jesús crucificado, y –en términos inmanentes– con las kénosis intratrinitarias. Por consiguiente podrían las líneas de este párrafo constituir el holograma balthasariano, en el que se condensan las líneas maestras de la metodología que subyace como pentagrama para toda la composición subsiguiente.

 

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1   Antes que yo ya otros, por ejemplo el mismo Balthasar, Dumont, Schrijver y Abbagnano, han interpretado el opus balthasarianum como una obra musical. Por mi parte lo comparo metafóricamente con una sinfonía que desemboca en un «oratorio polifónico acerca de la cruz» y que se apoya en un punto de partida kenótico intratrinitario.

 

 

 

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