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Habilitación postdoctoral

 

Destrascendentalización de los trascendentales.

Socialización de la Metafísica en los contextos de vida

 

 

8.1 HUELLAS DEL MAL

 

 

   

Cuando nuestro primer obispo José Antonio de la Peña llegó a la Diócesis de Zamora, era nuestro país un caos a consecuencia de las Leyes de Reforma relativas a la nacionalización y desamortización de bienes eclesiásticos. La lucha por el poder político del Estado mexicano era completamente bizarro y éste se había envalentonado contra la Iglesia. De hecho estaba nuestra Diócesis hundida en la miseria y recibió por ello a su primer obispo apenas frugalmente.

 

Durante la época del segundo obispo de Zamora José Ma. Cázares fueron perfilados los rasgos de conflicto entre clérigos de nuestra Diócesis y éste fue un anticipo de la violencia de la Revolución Mexicana y de la Cristiada. Tal conflicto ha caracterizado en repetidas ocasiones la idiosincracia del clero zamorano. Mons. Cázares fue un prominente y enigmático, el que no quiso constelar otras estrellas en su firmamento. Por ejemplo obstaculizó directamente la consagración episcopal del P. José Antonio Plancarte, después de que éste había sido ya elegido y designado por el Papa León XIII, el mismo que solicitó al P. Plancarte, renunciar al espiscopado antes de ser consagrado. Mons. Cázares promovió la remoción de su obispo coadjutor José de Jesús Fernández, quien después de un tiempo sin diócesis titular, al ser designado como abad de la Basílica de Guadalupe, declaró: »He cambiado una mitra de espinas por otra de rosas«.* Además impuso Mons. Cázares al entonces P. Rafael Guízar y hoy santo la "suspensio a divinis", es decir, la suspensión del servicio divino en relación con toda celebración de los sacramentos por tiempo indefinido.

 

La antedicha pena fue cesada por el tercer obispo de Zamora José Othón Núñez. Durante su pastoreo impulsó solidariamente en favor de los obreros la doctrina papal de la encíclica Rerum Novarum de León XIII inclusive con ayuda de la reunión así llamada Segunda Gran Dieta de la Confederación Nacional de los Círculos Católicos de Obreros acaecida en Zamora del día 19 al 23 de enero de 1913 en tiempos de plena Revolución Mexicana. En comparación con éste no ha habido otro esfuerzo en la pastoral social más celebre que aquél en el resto de nuestra historia diocesana, a pesar de que todo el magisterio social ha sido abundante. Pareciera ser, como si las doctrinas sobrepasaran la acción de nuestra pastoral social y como si muchos no quisieran comprometerse con las orientaciones y retos de la Doctrina Social de la Iglesia más allá del asistencialismo distributivo.

 

Si bien el cuarto obispo de Zamora Manuel Fulcheri permaneció durante la Cristiada fiel a la Diócesis de Zamora dentro del territorio nacional, abandonaron muchos otros obispos el país, a sus sacerdotes y laicos. Consagrado en 1940 se ganó Salvador Martínez como obispo auxiliar de Mons. Fulcheri la antipatía de muchos clérigos. Cuando Mons. Fulcheri murió en 1946, suponían muchos que su sucesor sería su obispo auxiliar. Sin embargo aconteció el así llamado 'Cabildazo' en favor del canónigo Celestino Fernández como Vicario Capitular y en contra de Mons. Martínez. Tras las buenas intenciones de aquella elección, permaneció incoada la lucha por el poder. En 1947 fue nombrado obispo Mons. Martínez como auxiliar de Morelia, donde también encontró antipatía. Zamora no quiso sobrellevarla y el mal se había infiltrado ya en la institución eclesial del Cabildo diocesano.

 

Más de quince años después de la llegada de José Gabriel Anaya acaecida en 1947 era agitado el quinto obispo de Zamora entre dos vientos, a saber, la corriente añeja de las tradiciones heredadas por el concilio de Trento y por el Vaticano I por un lado, y por otro lado la corriente de las reformas del Vaticano II. La finitud humana suele convertirse en el escenario para la manifestación del mal en razón de nuestra lábil naturaleza, la cual es una síntesis inacabada entre voluntad y noluntad, consciente e inconsciente. A consecuencia de ello surge el conflicto de interpretaciones y la así llamada distorsión ideológica de la información. En la actualidad permanece dicho conflicto en la mentalidad de muchos clérigos, quienes citan en efecto los textos del Vaticano II, pero los interpretan con categorías preconciliares.

 

El antedicho conflicto de interpretaciones puede ser aplicado también a José Salazar López, quien como obispo coadjutor ya desde 1961 colaboraba con Mons. Anaya.  En 1967 comenzó a ejercer aquél como sexto obispo de Zamora tras la renuncia de éste último a causa de su enfermedad y cansancio. A menudo parecía la actitud de Mons. Salazar cortante y dura. Dos años bastaron para su traslado episcopal de Zamora a Guadalajara en 1969.

 

La finitud falible del séptimo obispo de Zamora Adolfo Hernández Hurtado, quien  como tal gobernó brevemente nuestra diócesis desde 1970 hasta 1974, montó el escenario para la manifestación del mal. El octavo obispo de Zamora José Esaúl Robles Jiménez, quien guió pastoralmente nuestra diócesis desde 1975 hata su muerte acaecida en 1993, favoreció a lo largo de dicho período por medio de sus simpatías y fobias en torno a su fortaleza una atmósfera de confrontación entre algunos clérigos, la que se hizo pública después de su muerte y la que sigue latente hasta la década actual.

 

A pesar de que el noveno obispo de Zamora Carlos Suárez Cázares intentó fomentar la paz en nuestra diócesis desde su toma de posesión en 1994, fue víctima de la traición por parte de sus colaboradores más cercanos y debió renunciar a la diócesis de Zamora en 2006. La causa más probable fue su aversión, a dejarse asesorar legalmente en la toma de decisiones, lo cual implicó errores incluso de tipo canónico.

 

El décimo obispo de Zamora Javier Navarro Rodríguez, quien a partir de 2007 pastorea nuestra diócesis, convalece del síndrome del avestruz. Porque Mons. Navarro se ha comprometido quizá estratégicamente con un grupo de poder, no sólo intentó ocultar durante la presentación del Plan Global 2012-2017 la realidad pastoral descrita en el no. 54 de dicho plan respecto a los grupos de poder, sino también la ha negado abruptamente, cuando el tema ha sido tratado en público y en privado, como si éste fuera sólo una cuestión sentimental. Por ejemplo ha intentado distorsionar mis escritos relativos a dicho tema e incluso me ha acosado, antes de salir a mis vacaciones de verano 2014. Durante esa pausa llegué a esta certeza: él lamenta, que yo no haya muerto. Después de vencer el cáncer, el lupus y la ELA he descubierto, que aún tengo una misión importante y voy a cumplirla.

 

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* VALVERDE TÉLLEZ, Emeterio, Bio-bliografía eclesiástica mexicana (México, Jus 1949), v. I, p. 308.

 

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