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Habilitación postdoctoral

 

Destrascendentalización de los trascendentales.

Socialización de la Metafísica en los contextos de vida

 

 

1. PLANTEAMIENTO: LOS TRASCENDENTALES

 

 

Balthasar utiliza los trascendentales para armar toda su Trilogía. Él le da un signifacado tomasiano a la palabra trascendental. Habermas utiliza por su parte el concepto de «condiciones universales y trascendentales de la comunicación». Mientras los trascendentales de Tomás son metafísicos, los condiciones trascendentales de Habermas son de inspiración kantiana. En este sentido son dichas condiciones los requisitos subjetivos, sin los cuales la comunicación sería imposible, a saber, la verdad, la veracidad, la rectitud y la inteligibilidad. Desde ahora queda claro que los conceptos tomasianos no están tan alejados de los habermasianos y que incluso son conciliables. 

 

 

1.1 Lo verdadero

 

La verdad es para Tomás inteligibilidad. Además interpreta Balthasar en su obra «Teo-lógica» la verdad como confiabilidad y ambos autores suponenen la verdad como «adaequatio». Habermas socializa la verdad como una condición universal y trascendental de la comunicación, es decir, sin verdad no hay medio social para que los sujetos o interlocutores puedan comprenderse.

 

1.2 Lo estético

 

Tomás menciona lo bello o «pulcrum» como trascendental en su obra «Quaestiones disputatae. De veritate» y después se olvida casi de él. Por el contrario Balthasar dedica siete volúmenes a lo estético en sentido griego en la versión castellana de «Gloria». En este sentido jamás hay que decir todo es bello, sino más bien todo es perceptible. Por tanto la Estética es la disciplina sobre la percepción no sólo de lo bello, sino también de lo feo y lo sublime. Habermas socializa la percepción con su concepto de veracidad, que consiste en la percepción de la autenticidad del otro como sujeto capaz de diálogo, porque ofrece un discurso veraz.

 

1.3 Lo bueno

 

Lo bueno es para Tomás lo apetecible, no reducido sólo a los apetitos sensibles sino amplificado a los apetitos de la inteligencia y voluntad. Balthasar explica ampliamente el aspecto dramático de lo bueno en los cinco volúmenes de «Teodramática» en su versión castellana. Dramático es el bien moral porque exige elegir ante el hecho, según el cual a veces no se concilian la voluntad humana y la divina. De ahí surge la posibilidad de una confrontación entre ambas. Si el ser humano incluso decide confrontarse con Dios con tintes de rivalidad, violencia, rechazo e incluso de odio, repudio y venganza, nace así la posibilidad de que el hombre quiera responsabilizar a Dios por el mal del mundo. En estas circunstancias cuanto Dios más bueno es, tanto más malo nos parace, porque uno proyecta el mal cósmico, metafísico, psicológico y moral contra Dios. Por su parte ve encarnados Habermas estos conflictos o distorsiones de la comunicación humana en los contextos de la vida. Por ello considera que la rectitud es condición universal y trascendental para que los seres humanos puedan entenderse a través del diálogo. La rectitud es tanto lingüística como moral, porque sería incoherente que alguien se expresara correctamente, si no existe el compromiso de hacer lo que uno dice.

 

1.4. Lo uno

 

La unidad es para Tomás fuente y resultado de la armonía entre los otros trascendentales. Según él hay unidad interna y unidad externa en cada ente. La primera consiste en la individualidad de cada ente. La segunda en cambio da como resultado la diferencia de cada ente respecto a los demás. Balthasar se refiera a la unidad como lo sinfónico y la desarrolla en plena relación con los otros trascendentales en el volumen «Epílogo» de toda su Trilogía. Por su parte subraya Habermas la inteligibilidad  en la comunicación como resultado de la unidad entre las otras tres condiciones trascendentales y universales del diálogo, porque si falta ésta, no alcanza la comunicación su meta, es decir, el entendimiento entre los interlocutores capaces de diálogo.

 

 

Por tanto Tomás, Balthasar y Habermas están más cerca los unos de los otros de lo que muchos pueden imaginarse. Tomás y Balthasar subrayan los rasgos metafísicos de los trascendentales y Habermas los aspectos pragmáticos de las condiciones trascendentales, es decir subjetivas, de la comunicación humana.

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