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2. NUESTRA PRAXIS

¿ENCUENTRO PERSONAL

Y DIÁLOGO EN Y DESDE EL SUFRIMIENTO?

SACERDOTES ESTIMATIZADOS

Jesús ve el sufrimiento antes que el pecado

 

2.2 »Dejarlo todo«, incluso una orden religiosa, para seguir al Señor: H. U. von Balthasar

 

En 1948 como fruto de los Ejercicios Ignacianos decidió Hans Urs von Balthasar abandonar la Orden Societas Iesu, a la que había ingresado como novicio desde 1929. En su carta de despedida escribió Balthasar al Superior General de la Orden: »El paso dado significa para mí el ejercicio de la obediencia cristiana ante Dios«. Años después agrega: »Para mí la Compañía de Jesús había sido la patria más querida[...]. La idea [...] de 'dejarlo todo', incluso una orden religiosa, para seguir al Señor [...] me estremeció, como un golpe súbito«. Después de haber abandonado la Orden, fue considerado como un sacerdote incómodo por el Obispo de Basel, Suiza y hasta 1956 fue aceptado en la diócesis de Chur, Suiza para su incardinación como presbítero diocesano. En los años posteriores bloquearon miembros de la SJ la participación de Balthasar en el Concilio Vaticano II. El mismo Henri de Lubac, también jesuita, lo lamentó con las siguientes palabras: 

 

»Resulta un poco desconcertante que, tras el primer anuncio del concilio por Juan XXIII hasta el presente, nadie se haya preocupado de invitar al P. H. U. von Balthasar para que trabaje en su preparación«.1

 

Quizá al dejar atrás la Orden de San Ignacio recordaba Balthasar el árbol del bosque de la Selva Negra, cerca de Basel, junto al cual sintió un relámpago y comprendió las palabras de su vocación: »No tienes nada que elegir, has sido elegido[...]. Sólo tenía que «dejaro todo y seguir»«.2

 

Aún hoy en día reaccionan jesuitas suizos y austriacos como en la parábola de Lc 15,11 ss. contra »ese hijo« y contra la decisión de su hermano pródigo, al que tanto trabajo les cuesta renococer. También en la Diócesis de Zamora nos cuesta trabajo, reconocer a muchos colegas sacerdotes que »han vuelto a vivir, se habían perdido y se han dejado encontrar« por el Padre misericordioso como en Lc 15,32.

 

La actitud oficial contra ellos ha sido el olvido ideológico. La pérdida de la memoria es uno de los procesos totalitarios más espectaculares. El equipo directivo de la Diócesis de Zamora ha intentado no sólo eliminar a la víctimas, sino además todo lo que pudiera recordarlas, incluso su nombre, como si estuviera prohibido pronunciarlo. Pretende aniquilar hasta el último rasgo de su presencia y del sentido de sus vidas. A lo largo de la «ruta antigua» reconstruida por la versión de los hombres perversos no hay ninguna placa conmemorativa, escribe René Girard. Con la abolición de la memoria quiere el mecanismo victimario imponer el dogma de la retribución justa haciendo creer que los malos quedan siempre en el olvido como castigo de Dios en este mundo, sin descubrir la intrínseca falacia de este principio.

 

Contra el mecanismo victimario devela Dios el sentido del sufrimiento de las víctimas ante la amnesia despiadada y autojustificatoria de los vencedores. Por eso el auténtico apocalipsis cristiano es el memorial de Dios, para develar el sentido del sufrimiento de las víctimas. Este apocalipsis es la intervención de Dios en el presente, cuyo poder no deja descansar el pasado en la tranquilidad del olvido. Nos inquieta, para que nadie busque estrategias orientadas instrumentalmente a la reconciliación irremediable con el sufrimiento pasado de las víctimas por medio del olvido, conforme a la propuesta de Johann Baptist Metz, el discípulo de Rahner en Innsbruck. El Dios de los Evangelios está siempre a favor de los perdedores, de las víctimas, es decir de los afectados. La actitud cristiana auténtica es perdonar sin olvidar: la víctima debe relatar su sufrimiento, recordando la crueldad de los verdugos como ya perdonados, y por su parte el verdugo debe recordar el sufrimiento de la víctima, para que ese drama no se repita.

 

En los siguientes incisos aparecen los relatos de algunos de los sacerdotes, los que han sido estigmatizados en las últimas décadas de la historia de nuestra Diócesis de Zamora y han sido afectados por los engranajes de la diabólica maquinaria del poder, antes, mientras o después de haber abandonado el ejercicio del ministerio clerical. Quizá a algún lector le parezcan, estos relatos ser subversivos o una amenaza desestabilizadora. Eso significaría para mí un alago encantador.

 

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1    LUBAC, Henri de, Paradoxe et Mystére de l'Eglise [trad. cast. de ORTIZ GARCÍA, Alfonso, Paradoja y Misterio de la Iglesia (Sígueme, Salamanca 1967), p. 183].

2     BALTHASAR, Hans Urs von, »¿Porqué me hice sacerdote?« (Sígueme, Salamanca 1982/5), pp. 14-15

 

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