top of page

4. Carta de Reinhard Marx a Karl Marx

escrita por el Cardenal

REINHARD MARX

Miembro del G9 del Consejo de Cardenales, Presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea,

Presidente de la Conferenia Episcopal Alemana

y Arzobispo de München y Freising

TRADUCCIÓN DEL TEXTO ORIGINAL ALEMÁN*

por Roberto García González

 

Muy distinguido Karl Marx,

querido tocayo,

 

En aquella época de su vida Ud. fue un ateo dicidido y un adversario combativo contra la Iglesia. Y por ello considerarán algunos marxistas, quienes se atribuyen erróneamente el título de sus legítimos herederos, seguramente como un intento de „ultraje a su Magetad“, que yo, un obispo católico, le escriba esta carta. A pesar de ello lo hago. En primer lugar, porque creo, que Ud. debió reconocer tras su muerte, que Ud. se ha equivocado con su aseveración sobre la no existencia de Dios, y que Ud. entretanto debe moderar con más temple su opinión contra un hombre de Iglesia. En segundo lugar, porque también se ha contado, que Ud. mismo poco antes de su muerte había dicho una vez: „Sólo sé esto: que no soy un marxista“ (Obras de Marx y Engels 22,69). Entonces tampoco debiera la opinión de algunos camaradas mezquinos obstaculizar un diálogo fructífero entre nosotros dos.

 

Pero aún así se preguntará Ud. quizá, por qué yo en realidad quisiera asumir este diálogo con Ud. Pues bien, esto tiene que ver con mi propia biografía antes que nada. Como es obvio no sólo tengo el mismo apellido que Ud, sino que –y esto prueba, que Dios por completo tiene un sentido del humor muy en el fondo– fui también nombrado como Obsipo de Trier a fines de 2001, aquella ciudad por tanto, en la que Ud. en 1818 nació, en la que Ud. creció durante su infancia y juventud y en la que Ud. más tarde había conocido y amado a su mujer Jenny. [Catalogada como „Sagrado Corazón del Marxismo“ por gente que no tenía la más pálida idea].

 

En efecto ya no soy Obispo de Trier, sino Arzobispo de München y Freising, pero aún hay del todo vínculos entre nosotros. Antes de que yo fuera nombrado obispo diocesano, había enseñado nada menos que Doctrina Social de la Iglesia –una asignatura, que [...] llega a ser a veces caracterizada por gentes como „Corazón de Jesús del Marxismo“–. Esta gente conoce de modo completamente correcto, que la Doctrina Social de la Iglesia persigue un interés totalmente similizar, al que Ud. ha mostrado en su tiempo: ella quisiera desenmascarar y denunciar públicamente las injusticias sociales, quisiera dar voz a los pobres y oprimidos, a los que no forman un grupo de presión en la sociedad, y ayudarles a defender sus derechos.

 

Pero a quién le escribo esto... Ud. sabe bastante bien, que la Iglesia ya en el siglo XIX no quiso ceder la cuestión social sólo a Ud. y al movimiento comunista, como Ud. lo llamó durante su vida. Ud. no había todavía nacido, cuando ya cristianos socialmente comprometidos como Franz von Baader (1765-1824) y Adam Heinrich Müller (1779-1829) habían criticado agudamente al capitalismo propagado en el siglo XVIII y habían estado atentos a las necesidades de los obreros, que sudaban sangre en las fábricas de nuevo cuño.

 

En 1848 había Ud. con Friedrich Engels publicado el Manifiesto del Partido comunista. Uds. escriben ahí, que uno podría el programa comunista „resumir en la expresión: abolición de la propiedad privada“. (Obras de Marx y Engels 4, 475). En el mismo año había el sacerdote católico y delegado del parlamento de la Iglesia de San Pablo, Wilhelm Emmanuel von Ketteler embestido igualmente la concepción dominante de la propiedad en sus célebres homilías en la Catedral de Mainz en Alemania, y fustigado el egoísmo de muchos propietarios y su insensibilidad ante la necesidad de los pobres, en especial de la clase obrera. Pero a diferencia de Ud. no pretendió Ketteler abolir la propiedad, sino que él enfatizó ya en aquel tiempo, lo que cien años más tarde llegó a ser redactado en la Constitución alemana: propiedad obligada. Su uso debe a la vez servir al bienestar de la mayoría.

 

Tanto Ketteler como también Ud. se habían asegurado entonces en los siguientes años un lugar en los libros de historia. Ketteler fue designado en 1850 para la sede episcopal de Mainz. Él había sido célebremente denominado como „Obispo de los Obreros“, a quien habían interesado durante toda la vida la cuestión social y la preocupación por las necesidades de la clase obrera. Seguramente Ud. se acordará bien de él, pues su ingeniosidad y diligencia a Ud. le fastidiaban hasta el colmo. Cuando Ud. en 1869 viajó a Rheinland, había escrito una carta a Friedrich Engels, en la que Ud se había quejado acremente sobre la actuación de mi colega en su oficio episcopal: „Durante este tour por Bélgica, estancia en Aachen y viaje más allá del Rin, me he convencido, que debemos estar listos, para luchar enérgicamente contra los curas, especialmente en las regiones católicas. Me comprometeré a ello en la 1ᵃ Internacional. Los perros coquetean (por ejemplo el Obispo Ketteler en Mainz, los curas en el Congreso de Düsseldorf entre otros), cuando les conviene, con la cuestión obrera“ (Obras de Marx y Engels 32,371).

 

Naturalmente a Ud. no le podría gustar, que se pusiera un hombre de Iglesia, e incluso un obispo, al lado de la clase obrera. Eso no sintonizaba de ningún modo con su linda teoría, según la cual la religión es „base general de consuelo y de justificación“ del mundo burgués-capitalista, „opio del pueblo“ y según la cual la Iglesia es la „santa comunidad de la autoalienación“ (Obras de Marx y Engels 1,378ss.). En su concepción de la sociedad de aquel tiempo hubiera debido asumir Ketteler propiamente el rol de un policía bonachón e ingenuo perteneciente a la clase dominante, el que distraía con falsas esperanzas sobre  el más allá a los desesperados, para establecer el sistema burgués-capitalista. Sin embargo nunca contribuyó Ketteler a ello. Más bien había promovido la fundación de un movimiento obrero cristiano. Le había exigido al estado, proteger a los obreros con leyes contra la explotación y contra las condiciones denigrantes del trabajo. Y había alentado a los obreros a la autoayuda, les había aconsejado sindicalizarse, para protestar contra sus amos con fuerzas unificadas y así poder imponer condiciones para salarios y trabajos justos. Ante todo finalmente fue contrario a Ud., desembocó no obstante en un sistema, en el que los obreros no se unieron, para llevar a cabo la revolución, sino para negociar sus propuestas junto con los patrones.

 

      . ......

 

»«»«»«»«»«»«». μ ᵃ

„“„“„“„“„“

  »«»«»«»«»«»«»«»«»«».

    «»«»«»«»«»«»«».

ā ēʻ ä É ü à è ò Ä ö Ü

 »«».

.

Unión – ›‹

ß §

 

_________________________________________

*     La carta fue publicada bajo el título »Marx schreibt an Marx« en MARX, Reinhard, Das Kapital. Ein Plädoyer für den Menschen (Knaur TB Verlag, München 2008), pp. 11-32.

 

 

bottom of page