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3. Peter van Inwagen y Eleonore Stump

 

3.3 Doctrina tomasiana sobre la resurrección

según Eleonore Stump

 

 

1) La crítica de Eleonore Stump a las interpretaciones de la doctrina tomasiana sobre la resurrección, las que llegan a ser representadas tanto por Swinburne como tambien por Inwagen y Pasnau, trata fundamentalmente acerca de los presupuestos polémicos de la antropología fisicalista y cosificante de dichos pensadores. En base a sus presupuestos antropológicos postulan ellos a grandes rasgos una cuestionable teoría de la resurrección, la que formula las hipótesis teológicas del estadio intermedio y del alma separada del cuerpo. Stump refuta las hipótesis de los pensadores arriba mencionados, cuya interpretación materialista distorsiona la doctrina tomasiana sobre la resurrección reduciendo la identidad de cada resucitado a la continuidad causal y material de su corporalidad.

 

Según Eleonore Stump procede la identidad de cada ser humano resucitado no sólo de las condiciones materiales de la reconstitución fisicalista y exhaustiva de su respectiva corporalidad, sino también y sobre todo de los fundamentales principios metafísicos y explicativos de la identidad personal de cada ser humano. El problema principal consiste en esto, interpretar correctamente el significado del concepto tomasiano de alma y de su relación con la identidad metafísica de cada resucitado.

 

2) A juicio de Eleonore Stump es la interpretación de Pasnau e Inwagen en torno a la antropología tomasiana errónea, pues ellos conciben la muerte corporal del ser humano como final metafísico de su existencia y como disolución aniquiladora de su identidad personal. Además aseveran Pasnau e Inwagen, que la resurrección de la carne es no sólo la fundamental reconstitución corporal de cada ser humano, sino también una nueva creación metafísica de su respectiva existencia y de su identidad personal.

 

De acuerdo con la crítica de Stump contradice la doctrina tomasiana las anexas aseveraciones distorsionantes, las que pueden llegar a ser deducidas de ambas interpretaciones de Pasnau e Inwagen. De hecho parecen las tesis implausibles sobre el final metafísico de la existencia humana y sobre la aniquilación de la identidad personal ser inaceptables, ya que Tomás mismo rechaza explícitamente dichas aseveraciones grotescas.

 

3) Aunque la identidad personal de cada ser humano permanece después de la muerte gracias a su alma inmortal, no se reduce dicha identidad en absoluto a la supuesta alma separada del cuerpo. A consecuencia de ello llega a ser requerida realmente la resurrección del cuerpo humano. Aún así es también correcto, afirmar lo siguiente: la subsistencia de la forma substancial es en efecto suficiente para la existencia de un ser humano después de la muerte, pero la sola alma no es el hombre íntegro. Así pues requieren la unidad antropológica y la integridad de la identidad de la persona la resurrección del cuerpo humano.

 

Con otras palabras son los dos elementos metafísicos constitutivos de cada ser humano su alma y su cuerpo. Estos fundamentales principios antropológicos pueden llegar a ser denominados respectivamente como forma substancial y como materia individuada, porque según Santo Tomás el alma es forma substantialis corporis. Aún así se reduce la identidad de una persona ni a un único elemento constitutivo del ser humano, ni equivale la identidad de una persona a la suma aritmética de los elementos físico-químicos del ser humano. Es decir la identidad antropológica de la persona sobrepasa las fronteras de la configuración físicalista del ser humano, pues la integridad antropológica y la unidad de la persona se diferencian cualitativamente de la suma cuantitativa de los elementos físico-químicos, que constituyen el cuerpo humano.

 

Stump refuta la objeción de Swinburne, quien defiende la siguiente tesis: una propiedad histórica de una cosa es insuficiente para su individuación e identidad.1 Según Stump es la continuidad de las habilidades cognitivas y connaturales una propiedad histórica de la persona y dicha propiedad permanece incluso después de la muerte junto con el alma separada del cuerpo. Esto significa, que la identidad personal de cada hombre permanece. Es decir la muerte es en efecto ni el final metafísico de la existencia del ser humano ni la aniquilación de la identidad de la persona, pero la identidad de cada ser humano no se reduce en absoluto al alma separada del cuerpo. Ella necesita incondicionalmente su respectivo cuerpo, porque toda forma substancial necesita su materia individuada.

 

4) La crítica tomasiana al dualismo antropológico afín a Platón es el contexto histórico, para interpretar la doctrina tomasiana sobre el alma separada. En este marco conceptual puede la antropología de Tomás llegar a ser resumida de la siguiente manera: En cierto sentido es el ser humano en efecto su alma, pero no sólo su alma en el más estricto sentido. A consecuencia de ello es el ser humano íntegro solamente su materia individuada y su forma substancial determinativa, ya que estos co-principios metafísicos del ente son mutuamente complementarios.

 

Debido a que ambos principios fundamentales son elementos metafísicos de la existencia humana, se reduce la identidad de una persona humana ni a la sola materia ni a la sola forma. En razón de dicha identidad llega a ser requerida la resurrección del cuerpo. Según Tomás significa la muerte corporal del ser humano ni el final metafísico de la existencia humana ni la aniquilación de la identidad de la persona, pues tras la muerte corporal permanecen ambas esperando a la resurrección del cuerpo junto con el alma inmortal.

 

5) Según Stump es el problema hipotético de Swinburne e Inwagen relativo a la reconstitución exhaustiva de toda las partes del cuerpo entero y de su materia completa ningún asunto temático para Tomás, quien en especial se interesa por la reconstitución fundamental de los elementos metafísicamente constitutivos o bien de los principios fundamentales de la existencia humana. Según Tomás contribuye la resurrección de la materia individuada corporal a la identidad personal del hombre íntegro, cuya existencia e identidad permanecen incluso tras la muerte corporal de cada ser humano gracias a su respectiva alma inmortal, es decir gracias a su respectiva forma substancial.

 

6) Algunos planteamientos hipotéticos del problema, los que tanto por Swinburne como también por Inwagen y Pasnau llegan a ser representados, parecen a veces ser inútiles y superficiales. Sin duda proceden dichos planteamientos del problema de interpretaciones distorsionadoras de la doctrina tomasiana y de presupuestos innecesarios, por ejemplo de las hipótesis teológicas sobre el supuesto estadio intermedio y sobre el alma separada del cuerpo. Por su parte intenta Stump por cierto, interpretar correctamente la doctrina tomasiana. Aún así supone Tomás  mismo las hipótesis arriba mencionadas. Si un problema hipotético es implausible, son los planteamientos de dicho problema y su solución provisional también implausibles. A menudo surge el afán obsesionado por ello en el transcurso de la historia, de la búsqueda de soluciones perspicaces para problemas imbéciles.

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1 Cfr. STUMP, Eleonore, »Resurrection, reassembly, and reconstitution: Aquinas on the Soul«, en: NIEDERBACHER/ RUNGGALDIER, ed., Die menschliche Seele: Brauchen wir den Dualismus? (Frankfurt, Ontos 2006), 166.

 

 

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