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2. Tomás de Aquino y Joseph Ratzinger

 

2.5 Presupuestos antropológicos

de la doctrina ratzingeriana sobre la resurrección

 

 

Respecto a la inmortalidad del alma y a la resurrección de los muertos posibilita la hermeneútica según Ratzinger un correcto planteamiento de la cuestión, el que es mejor que la alternativa miope entre el puro biblicismo y otros intentos radicales. En este contexto ha despertado Ratzinger el interés de muchos pensadores por una nueva concepción de la noción de tiempo y por una nueva comprensión de la corporalidad. De cara a la tesis sobre la resurrección en el evento mismo de la muerte defiende Ratzinger la tesis sobre el estadio intermedio. Según la crítica de Ratzinger supone aquella primera tesis solamente la alternativa excluyente entre tiempo fisicalista y ningún tiempo. Contra ello asevera Ratzinger, que ni la muerte humana ni la expresión teológica „fin del tiempo“ implican a toda costa ningún tiempo e intemporalidad. En relación con ello se plantea Ratzinger mismo las dos siguientes preguntas:

 

«La primera reza: ¿No se trata aquí acerca de una reconstitución camuflada por la doctrina sobre la inmortalidad, la que filosóficamente estriba en presupuestos un poco aventureros? […] La segunda pregunta se refiere a la filosofía del tiempo y de la historia, la que es la palanca propia del todo: ¿Es correcto propiamente pues, que hay solamente la alternativa entre tiempo fisicalista y ningún tiempo, la que entonces llega a ser identificada con la eternidad?».1

 

Con respecto a aquella primera pregunta enfatiza Ratzinger el rol importante de la corporalidad, el valor de la materia y el papel protagónico de la gracia de Dios; pues la inmortalidad del alma humana no es en absoluto algo substancialista y debido a la propia naturaleza humana.2 La respuesta ratzingeriana a esta última pregunta consiste en el postulado de una especie peculiar de temporalidad del espíritu de cada ser humano resucitado, cuya respectiva muerte en cierto sentido es un comienzo temporal. A consecuencia de ello si los seres humanos mueren, ingresan ellos en el tiempo peculiar del espíritu, el que es una eternidad iniciada y la culminación de la historia. En este contexto critica Ratzinger la tesis sobre la intemporalidad después de la muerte humana o bien la eternidad „intemporal“, la que según Ratzinger parace ser resupuesto de un platonismo caricaturizado.

 

El concepto ratzingeriano de alma procede en efecto teológicamente tanto de la antropología bíblica y de la Cristología como también de las concepciones cristianas de la antigua Iglesia, pero él es también herencia filosófica del aristotelismo platonizante de Tomás. A causa de ello reza la definición ratzingeriana de dicho concepto de la siguiente manera: el alma humana es espíritu inmortal, substancia formal y forma substancial del cuerpo humano de cada persona. Su inmortalidad llega a ser posibilitada por la participación en la gracia de Dios, quien sostiene a cada ser humano a pesar de su respectiva muerte corporal. Por esta razón es el alma humana esencialmente referencia dialógica a Dios y capacidad de relación personal con Dios. Por ello significa la resurección el abrazo de gracia redentora de Dios, quien rescata a los hombres para siempre de su aversión a las relaciones interpersonales.3 Por lo demás aborda la doctrina ratzingeriana sobre la resurrección explícitamente el tema dialógico de una comunidad de redención, la que también incluye la creación entera.

 

A grandes rasgos son los presupuestos antropológicos de la doctrina ratzingeriana sobre la resurrección filosóficamente plausibles. Aún así tiene ella ciertas connotaciones, las que son más bien filosóficamente afines a Platón que teológicamente cristianas. Por ejemplo concibe Ratzinger la antropología platónica como una unidad integrada en la diversidad del cuerpo y del alma, como si dicha antropología no fuera orginariamente dualista. Desde este punto de vista afín a Platón intenta Ratzinger implícitamente, justificar su propia perspectiva ideológica, la que es filosóficamente afín a Agustín y a Buenaventura.

 

Si bien la herencia platónica es valiosa, debe llegar a ser asumida críticamente. Con ayuda de la filosofía aristotélica intentó Tomás exitosamente una síntesis, la que críticamente asumió el platonismo. Yo opino, que el intento de Ratzinger en relación con la herencia platónica no es suficientemente crítica. Quizá no fue el escrito de su Habilitación en vano severamente criticado por Michael Schmaus en la Universität München y por ello debió Ratzinger reelaborarlo, para poder absolver su carrera académica. De hecho parece ser la perspectiva de Ratzinger más bien una autojustificación distorsionante que una interpretación autocrítica de la propia herencia ideológica, la que es demasiado afín a Platón. Mi crítica a la perspectiva ratzingeriana  Perspektive no demanda una renuncia al platonismo, sino asumirlo críticamente.

 

Es inequívoco, que Ratzinger considera la muerte como separación de alma y cuerpo. Dicha concepción de la muerte tiene implícitamente connotaciones afines a Platón, las que no son algo incondicionalmente imprescindible para la doctrina cristiana sobre la resurrección. O sea puede el pensamiento cristiano explicar de otro modo la muerte, ya que ni la tesis sobre el alma separada del cuerpo ni la tesis sobre el estadio intermedio son algo incondicionalmente irrenunciable.

 

Respecto a la opinión ratzingeriana sobre el tiempo, parece, que el concepto de temporalidad antropológica es más plausible y convincente que el concepto equívoco de „tiempo del espíritu“ a la Ratzinger. ¿Qué tipo de espíritu llega a ser tomado en consideración por Ratzinger? ¿Es esta especie de tiempo también aplicable a Dios, quien es espíritu por antonomasia, y al Hijo resucitado de Dios? Ratzinger mismo distorsiona el concepto de temporalidad antropológica, la que es algo cualitativo. A causa de ello tergiversa Ratzinger la tesis sobre la resurrección en el evento mismo de la muerte, como si ella supusiera una intemporalidad caricaturezca o bien una eternidad „intemporal“. Tocante a esto exige Ratzinger imperiosamente a dicha tesis una coherente aclaración de la eternidad comenzada y del comienzo temporal después de la muerte.

 

Aunque Ratzinger desde luego en cierto sentido tiene razón respecto a la palabra „tiempo“,4 es la temporalidad antropológica en el más estricto sentido algo cualitativo. A consecuencia de ello supone el concepto ratzingeriano de „tiempo del espíritu“ implícitamente burdas connotaciones, las que son en parte algo más bien cuantitativo que cualitativo. Por ejemplo pueden las siguientes expresiones de Ratzinger llegar a ser mencionadas: „eternidad comenzada“ y „comienzo después de la muerte“.5 En contra de ello tiene la expresión ratzingeriana „culminación de la historia“ ciertamente en el más estricto sentido un significado completamente antropológico y cualitativo.

 

Por medio de la tergiversación arriba mencionada confunde Ratzinger el significado del tiempo cuantitativo y del tiempo cualitativo. Debido a ello suscita él intencionalmente  una comunicación distorsionada, la que es más bien dogmática que orientada al acuerdo. Por esta razón parace; que los presupuestos cualitativos y antropológicos de la tesis sobre la resurrección en el evento mismo de la muerte son fundamentalmente más convincentes y plausibles que los presupuestos en parte cuantitativos de la tesis sobre el equívoco tiempo del espíritu, sobre el estadio intermedio y sobre el alma separada del cuerpo. Dichos conceptos son presupuestos antropológicamente innecesarios y prescindibles para la doctrina cristiana sobre la resurrección.

 

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1   «Die erste lautet: Handelt es sich hier nicht um eine kaschierte Wiederherstellung der Unsterblichkeitslehre, die philosophisch auf etwas abenteuerlicheren Voraussetzungen beruht? […] Die zweite Frage bezieht sich auf die Philosophie der Zeit und der Geschichte, die der eigentliche Hebel des Ganzen ist: Stimmt es denn eigentlich, daß es nur die Alternative zwischen physikalischer Zeit und Nicht Zeit gibt, die dann mit Ewigkeit identifiziert wird?». RATZINGER, Joseph, Eschatologie. Tod und ewiges Leben (Friedrich Pustet, Regensburg 19785), 96. La traducción castellana es mía.

2    Cfr. ibid., 127.129.

3    Cfr. ibid., 131.

4   Por ejemplo cree Ratzinger correctamente, que la filosofía del tiempo y la Filosofía de la historia «der eigentliche Hebel des Ganzen ist», dicho en buen castellano «es la palanca propia del todo». Ibid., 96. En este contexto busca Ratzinger «eine neue Fassung des Zeitbegriffs», es decir «una nueva concepción de la noción de tiempo». Ibid., 95. La traducción castellana es mía.

5    Cfr. ibid., 97.

 

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