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3. Peter van Inwagen y Eleonore Stump

 

3.2 Presupuestos antropológicos de la doctrina inwageniana

sobre la resurrección

 

 

Inwagen propone con respecto a la doctrina cristiana sobre la resurrección una interpretación naturalista, la que es desmesuradamente fisicalista. De acuerdo con ella postula Inwagen al menos la resurrección del cerebro y del sistema nervioso central, los que a su juicio constituyen del núcleo fisicalista de la persona. De otro modo sería una reconstitución exhaustiva del cuerpo humano absolutamente imposible, a menos que Dios sustituyese cada cadáver humano por un „simulacrum“. Respecto a ello escribe Inwagen hipotéticamente lo siguiente:

 

«Quizá en la muerte de cada ser humano, Dios remueve su cadáver y lo reemplaza con un simulacro, el cual es lo que es quemado y se pudre. O quizá Dios no hace más que esto: quizá él remueve por “protección” solamente el “núcleo de la persona” –el cerebro y el sistema nervioso central– o justamente una parte especial de él».1 «Si un ser humano debiera ser totalmente destruido, entonces  es muy difícil ver cómo cualquier ser humano que viene a la existencia de ahí en adelante pudiera ser el mismo ser humano. Y digo esto no porque yo no tenga criterio de identidad, el que yo pueda emplear en tales casos, sino porque yo exijo un criterio de identidad para los seres humanos y él es, o parece ser, violado».2

 

Con otra palabras pone Inwagen en cuestión de la siguiente manera la exhaustiva reconstitución del cuerpo por la resurrección: ¿Cómo puede un ser humano, cuyo cuerpo ha sido completamente aniquilado, llegar a ser reconstituido y resucitado exhaustivamente con su misma identidad corporal? En efecto es el planteamiento de esta cuestión correcto, pero él supone implícita y antropológicamente algunas connotaciones respectivas al estadio intermedio y al alma separada del cuerpo.

 

Además reduce la interpretación de Inwagen sobre la resurrección de la carne la fundamental reconstitución humana a algo más bien cognitivo y fisicalista que a algo comunicativamente personal. Es decir Inwagen reduce la resurrección de la carne simplemente a la resurrección fisicalista del cerebro y del sistema nervioso central. Esta reducción supone un logocentrismo cognitivo, el que es herencia ideológica de la Modernidad. El logocentrismo cognitivo es ideológico, porque él fomenta la estrechez cognitiva típica para la razón logocéntrica, es decir la amputación cognitivo-instrumental del auténtico concepto de razón. A causa del logocentrismo restrictivo de la razón ha sido privilegiada la teoría a menudo ante la praxis y frente a las diferencias ha sido la restricción logocéntrica de la razón adicta a la identidad históricamente intolerante y totalitaria.

 

La identidad personal de los seres humanos resucitados debe ser no sólo algo objetivamente cognitivo, sino también algo normativamente interactivo, algo subjetivamente expresivo y algo intersubjetivamente comunicativo. A raíz del logocentrismo mutilante se ha interesado la razón preferentemente por el tema cognitivo de la verdad objetiva. A consecuencia de ello no se ha ocupado ella suficientemente con las otras tres pretensiones a validez universal, es decir con el tema lingüístico-comunicativo de la inteligibilidad intersubjetiva, con el tema interactivo de la corrección normativa y con el tema expresivo de la veracidad subjetiva. La perspectiva de la primera persona propuesta por Lynne Rudder Baker insiste en dicha veracidad.

 

Ninguno de estos cuatro aspectos antropológicos debe tener unilateralmente la supremacía frente a los otros tres, sino que uno mismo debe conciliar estos cuatro aspectos. A causa de ello critica mi ensayo cualquier forma de pensamiento, la que sea unidimensionalmente cognitiva. De hecho implica la antropología de Inwagen excesivamente una cosificación radical, cognitiva e instrumental del cuerpo humano; cuyos presupuestos antropológicos patentemente son más ideológicos que los presupuestos de la antropología tomasiana arriba mencionados.

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1   «Perhaps at the moment of each man’s death, Got removes his corpse and replaces it with a simulacrum, which is what is burned or rots. Or perhaps God is not quite so wholesale as this: Perhaps he removes for “safekeeping” only the “core person” –the brain and central nervous system– or even some special part of it». INWAGEN, Peter van, The possibility of Resurrection and other essays in Christian apologetics (Boulder, Westview 1998), 49. La traducción castellana es mía.

2   «If a man should be totally destroyed, then it is very hard to see how any man who comes into existence thereafter could be the same man. And I say this no because I have no criterion of identity I can employ in such cases but because I have a criterion of identity for men and it is, or seems to be, violated». Ibid., 47. La traducción castellana es mía.

 

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