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Cuarta escena

Combate entre Siegmund y Hunding

 

 

(Se abre el telón. Al fondo hay un paraje boscoso con unos acantilados y cascadas a lo lejos. Siegmund y Brünnhilde llegan suspicazmente  por la derecha. De pronto aparece Hunding por la izquierda, como si hubiera preparado la emboscada. Brünnhilde protege a Siegmund con su escudo y le ofrece su espada de guerrera divina).

 

Siegmund: (Esgrime la espada de Brünnilde para atacar:)

¡Aquí estoy, Hunding,... muestra tu fiereza! Vengaré el rapto y la humillación a la que sometiste a Sieglinde, mi hermana gemela, quien ahora también es mi mujer. ¡Vamos! ¡Te declaro la guerra!

 

Hunding: (Desenvaina su espada y se abalanza contra Siegmund empuñándola con ímpetu:)

¡Carroñero!... ¡Vas a volver al estiércol... de donde emergiste! ¡Te hollaré con mi espada! ¡Quedarás desangrado!

 

Brünnhilde: (Valerosamente:)

¡Ataca, Siegmund! Mi escudo te protegerá.

(Le entrega el escudo).

Hunde mi espada en el pecho de Hunding. Yo vigilaré tu espalda.

 

(Combaten. De pronto, Hunding pierde su espada. Con gallardía Siegmund deshecha la espada que esgrimía con su mano y el escudo, se desfaja la otra que aún permanecía enfundada y la abandona sin temor. Ambos se abalanzan el uno contra el otro y contienden cuerpo a cuerpo. Vociferan. Después, Hunding recupera su espada y ataca mientras Siegmund intenta recuperar la suya. Brünnhilde le ofrece nuevamente su espada de guerrera divina). 

 

Siegmund: (Cuando va a atacar impreca contra Hunding:)

¡Morirás como un perro!

 

Brünnhilde: ¡Adelante, Siegmund!... ¡Ahora!... ¡Termina tu obra!

 

Hunding: ¡Hmja!

 

(Combaten cruel y espectacularmente. De nuevo Hunding pierde intempestivamente su espada en la lucha. La superioridad de Siegmund resulta evidente. Siegmund lanza con desprecio la espada de Brünnhilde, desenvaina sin vacilar la que todavía no había usado, y la blande con altivez frente a Hunding).

 

Brünnhilde: ¡No vaciles, Siegmund! ¡Mátalo!... ¡Ahora!

 

(Cuando se precipita contra Hunding para matarlo, esgrimiéndola en lo alto, Wotan interviene súbitamente desde un estrado superior con un grito amenazador y rompe en el aire la espada de Siegmund con la jabalina de la justicia. La espada se fragmenta. Mientras tanto, Siegmund queda atónito y Brünnhilde retrocede pasmada).

 

Wotan: (Encolerizado apunta la jabalina contra Brünnhilde:)

¡Atrás, imbécil!

(Amenazante se dirige a Siegmund:)

Dije que ibas a morir..., y así será.

 

Hunding: (Quien, entretanto, ha recuperado su espada, ataca a Siegmund por el dorso y lo mata. Siegmund dobla las rodillas).

¡Muere, lobezno carroñero!

(Y sostiene la espada hundida en la espalda de Siegmund).

 

Siegmund: (Mira con ilusión hacia el lecho inferior situado bajo el proscenio:)

¡Sieglinde, te amo!

(Hunding saca la espalda del dorso de Siegmund y la arroja a un lado)

(Agónicamente:)

¡Brünnhilde!... Cuida a mi hijo.

(E inmediatamente cae muerto con los ojos abiertos mirando hacia el cielo).

 

(Brünnhilde recoge los trozos de la espada y los coloca en un morral bucólico. Lanza llorosamente su último atisbo hacia Siegmund, y corre hacia Sieglinde saliendo por donde había llegado al principio de la escena).

 

Wotan: (Contempla brevemente con dolor el cadáver de Siegmund. Luego besa su cabeza, cierra sus ojos y casi reprime el llanto. Después de un tétrico silencio, empuña la espada que Hunding había arrojado, y se abalanza sanguinariamente contra Hunding).

¡Ya obtuviste la venganza que anhelabas! ¡Ahora viene la mía!

(Y lo asesina con la misma espada, hundiéndosela en el vientre. Sostiene la espada unos instantes. Después la extrae y la suelta lentamente).

(De pronto, estalla impetuosamente con furor delirante, como un maniático:)

¡Y aún me faltas tú Brünnhilde! Tu rebeldía te condenó. Verás que nunca estuvo mi amor tan cerca del más implacable de los odios.

(Con aborrecimiento:)

¡Dios te dice adiós! ¡Jamás estuvo dios tan cerca del odio!

(Se precipita resueltamente hacia la derecha, por donde salió Brünnhilde).

 

(Ésta sale vertiginosamente por el acceso derecho del anfiteatro. Viene huyendo de Wotan, y grita casi en conexión inmediata con las últimas palabras de Wotan:)

 

Brünnhilde: ¡Oh, Dios!

(Corre hacia Sieglinde y la despierta con premura).

¡Deprisa!... ¡Vamos! Tenemos que huir. Protegeré a tu hijo... Así me lo pidió Siegmund antes de morir.

 

(Sieglinde llora desconsolada. Mientras corren velozmente hacia la izquierda cae el telón con rapidez).

 

 

 
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