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Segunda escena

La gruta de Fafner, el portador del anillo

 

(El telón se abre pausadamente. Al fondo del escenario hay un antro central: es la gruta de la envidia; ahí habita Fafner, quien es capaz de convertirse en dragón salvaje, con el poder del anillo, para defender el tesoro del abismo. Fafner se encuentra reposando en el interior de la umbrosa gruta de la envidia, en el corazón del bosque de los abetos encantados. Las tinieblas iniciales del escenario se van disipando poco a poco. Wotan y Donner arriban al proscenio por las escaleras laterales de la derecha. Fondo selvático).

 

Donner: ¡Hemos llegado! Ahí está la gruta lóbrega de la envidia.

 

Wotan: (Sigilosamente:)

¡Baja la voz! Podría despertarse Fafner.

 

Donner: De acuerdo. Entonces,... pongamos en marcha nuestro plan. Si lo convences, tal vez nos entregue la sortija de Alberich.

 

Wotan: ¡Por supuesto! Ahora,... lo voy a despertar.

(Levantando la voz grita hacia la gruta:)

¡Fanfner! ¡Fafner! ¡Despierta!

 

Fafner: (Se escucha su voz desde el interior de la gruta:)

No me molestes. ¡Lárgate!

 

Donner: Traemos información acerca del peligro que te acecha.

 

Fafner: (Sale con arrogancia y ferocidad:)

¿Y quién osará desafiarme? Todo el poder del mundo está a mi servicio gracias al anillo...

 

Wotan: (Interrumpiendo a Fafner cortantemente:)

El poder del anillo está maldito. Tú eres su esclavo. En estos momentos está renaciendo un nuevo orden cósmico y un nuevo poder: el de la espada de Siegfried, mi nieto, el más valiente lobezno, hijo de Siegmund y Sieglinde. La espada que yo destruí ha sido nuevamente forjada, y la empuña el hombre más valiente del mundo.

 

Fafner: (Con desprecio y burla:)

¡Hmja! ¿Quién? ¡¿Siegfried?! El nieto de un dios farsante, e hijo de un perdedor que fue derrotado por la espada de Hunding. ¡Vamos,... Wotan! ¿Cómo podría vencerme?

 

Donner: No sólo te vencerá,... también te va a asesinar.

 

Fafner: Si quieren... vayan por él e indíquenle la ruta del antro de la envidia. Después del combate lo contemplarán muerto.

 

Wotan: Si todavía hay un cerebro inteligente dentro de tu cráneo, piénsalo Fafner. El poder de la espada de Siegfried es titánico y esplendente; en cambio, el poder del anillo está maldito. Siegfried te vencerá.

 

Fafner: ¿Y..., desde cuando se interesan los dioses por mí? ¿Qué salen ganando con esto?

 

Donner: ¡Mucho!... Si ese efebo llegara a matarte uniría el poder luminoso de la espada con el poder oscuro del anillo. Así, además de dominarnos, también no destruiría a ti y a nosotros. Al ayudarte a ti, nos defendemos a nosotros mismos... Por eso, venimos a proponerte una alianza.

 

Wotan: Ahora, Siegfried sabe que yo soy el culpable de la muerte de su padre Siegmund.

 

Fafner: ¿Y qué piden a cambio?

 

Wotan: Si de verdad amas tu vida..., ¡protégela! Eso saldrás ganando. Yo te revelaré el secreto de cómo vencer a Siegfried, mostrándote cuál es su flanco vulnerable. Así..., derrotarás a Siegfried, salvarás tu vida..., y a cambio... nos entregas simplemente el anillo.

 

Fafner: ¡¿Qué?!... ¡Imbéciles!... El tesoro y el anillo son míos... ¿Creyeron que era tan fácil contentarme con una chocolatitos rancios?

(Los ridiculiza burlescamente).

 

Donner: (Obligando a Fafner a callarse:)

Esas carcajadas se convertirán en lamentos. Tendrás que tragártelas amargamente.

 

Wotan: Alberich, el enano, viene hacia acá. Guía a Siegfried. Se han internado en el bosque de los abetos encantados. Yacerás desangrado bajo el poder esplendente de la espada de Siegfried.

 

Fafner: ¡Eso... lo veremos! No volverás a engañarme,...

(Con altivez y desprecio hacia el dios supremo:)

...¡Wotan! Si sabes contar... no cuentes conmigo.

 

Wotan: (Iracundo, pierde el control y la diplomacia:)

Pues,... si no he logrado convencerte con la palabra, te venceré por la fuerza.

(Lo amenaza con la jabalina de la justicia:)

¡Fafner! Entrégame el anillo,... o te mato.

(Apunta hacia su pecho decidido a cumplir su amenaza).

 

Fafner: (Serena y enfáticamente:)

No me obligues a utilizar el poder oscuro del anillo. ¡Lárgate ahora mismo! Soy magnánimo y te concedo esta oportunidad...

(Con cinismo:)

...de retirarte ante mí sin violencia...

(Con una risilla mordaz:)

...¡Wotan,... el honorable dios supremo!

 

Donner: Cede Wotan. La ley de los pactos protege los derechos de Fafner. Tendrás que aprender a no ser un dios despótico. Tu voluntad no es la ley.

 

Fafner: Según esa ley, «no puedes arrebatarme lo que me entregaste como pago» por la construcción del palacio de los dioses.

 

Donner: (A Wotan:)

Tu jabalina dominadora garantiza ese pacto.

 

Fafner: Y si lo violas, la jabalina de la justicia se resquebrajaría en tus propias manos.

 

Donner: (Alarmado:)

Su imperio se desvanecería como la bruma.

 

Wotan: (Después de un breve silencio retrocede y, meditabundo, baja la jabalina. La mantiene horizontal en señal de la derrota que se acerca. No volverá a portarla verticalmente).

¡De acuerdo!... Pero no me iré. Acecharemos Donner y yo cerca de la gruta de la envidia. No permitiré que Alberich recupere el anillo.

 

Donner: ¡Wotan!... Reconcíliate con tu nueva condición. Tendrás que aprender a obedecer a los hombres.

 

Fafner: Esa cabeza que nunca se había inclinado ante nadie, y esas rodillas que jamás se doblegaron ante nada, tendrán que someterse ante Siegfried. La soberbia ha precipitado tu caída.

 

Wotan: Todos los ojos están atentos para contemplar el espectáculo irrisorio del crepúsculo de los dioses.

 

(Mientras Wotan y Donner se retiran por la izquierda, Fafner, absorto, medita en voz alta en el centro del escenario).

 

Fafner: ¡Va! ¿Cómo podría derrotarme un novato?

(De pronto reacciona:)

¡Un momento! No me dijeron cuál es el flanco vulnerable de Siegfried.

 

(Cae el telón con premura).

 

 

 

Fafner: ¡Viva la muerte! ¡Despídete de la vida, gladiador fatídico!

(Se abalanza violentamente contra Siegfried, pero éste le hiere cruelmente en el pecho. Fafner lo abraza violentamente pero sus fuerzas disminuyen poco a poco. Dice extenuado:)

¡El mismo que te trajo hasta aquí,... está preparando tu muerte!

(Cuando Siegfried extrae la espada de su pecho, y con la otra mano extirpa el corazón de Fafner; camina hacia el frente del proscenio y lo muestra al público como trofeo. Fafner cae inmediatamente desangrado en el piso).

 

(Cae lentamente el telón detrás de Siegfried).

 

Siegfried: (Arroja el corazón de Fafner al piso, e inmediatamente sacude la mano y sopla en su palma:)

¡La sangre de Fafner arde en mi palma y me quema!

(E irreflejamente prueba la sangre intentando calmar el ardor de su palma. En ese momento comienza a escuchar las intenciones que se agitan en el corazón de Alberich).

 

Alberich: (Desde el estrado dice para sí mismo:)

Después de que Siegfried despoje a Fafner del anillo, le daré este soporífero. Y cuando duerma profundamente lo asesinaré con su propia espada. Así, seré el único dueño del anillo, de la espada y del tesoro que yace en el interior de la gruta de la envidia. Siegfried morirá sin saber que lo rapté dejando morir a su madre.

(Risillas intrigosas.)

 

Siegfried: (Habiéndose enterado de las intenciones de Alberich, automáticamente extrae el anillo del dedo de Fafner y lo coloca en su anular derecho:)

Con este anillo desposaré a la mujer que me ame.

 

Alberich: (En voz alta:)

¡Bravo, Siegfried! Ahora eres doblemente poderoso. Tienes la espada y el anillo.

(Le ofrece melifluamente el frasco sellado:)

Pero ven aquí, criatura. Descansa. Debes estar agotado. Toma esta bebida refrescante para que recuperes tu energía. 

 

Siegfried: (Recibe el frasco, lo abre y cuando está a punto de sorberlo, lo retira de sus labios.)

¡Infeliz rufián! ¡Eres el asesino de mi madre! ¡Quieres asesinarme para quedarte con todo! Pero yo,... ahora puedo intuir tus intenciones. La sangre de Fafner que probé me ayuda a descubrir lo que se agita en tu pútrido corazón. Haré que libes el brebaje que tú mismo has mezclado.

(De un salto baja al estrado para obligar al enano a beber el soporífero. Ante la reacción de Siegfried, Alberich huye por la derecha, y se esconde detrás de la puerta del anfiteatro. Mientras el enano huye, Siegfried le lanza el frasco y lo estrella contra el piso, a sus pies).

 

 

 
 
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