LA MALDICIÓN DEL ANILLO
Adaptación basada
en el Anillo del Nibelungo
de Richard Wagner
con música de Queen
ROBERTO GARCÍA GONZÁLEZ
DR. DE FILOSOFÍA ALEMANA
Universität Innsbruck, Österreich
FINAL CORTO
LA REVERSIÓN DEL ANILLO
(Las Ninfas salen por la puerta derecha del anfiteatro y suben al estrado mientras suplican a Brünnhilde:)
Ninfa I: ¡Brünnhilde, hija del dios supremo, ofrenda tu anillo nupcial al lecho del Rin, de donde fue sisado su oro...
Ninfa II: ...Para que vuelva a resplandecer como una estrella en el abismo.
Ninfa I: No lo conserves en tu mano porque pervertiría tu amor con la ambición.
Ninfa II: Sólo si es devuelto libremente al lecho del Rin quedará absuelto de la maldición de Alberich.
Ninfa I: Únicamente las aguas purificantes del Rin pueden liberarlo de su maleficio.
Ninfa II: ¡Brünnhilde, escucha nuestra súplica!
Ninfa I: ¡Te invocamos, óyenos!
Ninfa II: El amor por Siegfried te convierte en el único ser humano que puede redimir a los dioses y a los hombres.
Ninfa I: Sólo tú tienes el poder de perdonar al dios supremo de todos sus errores.
Brünnhilde: (Extrae el anillo de su dedo y lo sostiene con elegancia en lo alto, con las puntas de su índice y pulgar izquierdos.)
Este precioso anillo, que a otros ha prodigado tanto poder y dominio, yo se lo ofrendo a las aguas del Rin. Renuncio a él con gozo a cambio del obsequio indeclinable del amor... ¡Es suyo!...
(Y en el mismo instante lo lanza con su mano derecha hacia las Ninfas. El anillo gira en el aire. La Ninfa I lo atrapa y se lo entrega a su compañera. Ambas lo contemplan gozosamente entre sus palmas y, luego, la Ninfa II lo deposita con encanto en el lecho del Rin, situado en el centro frontal del estrado, donde yacía el oro durmiente al comienzo del primer acto).
Ninfa II: La maldición del anillo, que por el fuego Alberich fundió con la sortija, ahora será exorcizada por las aguas purificantes del Rin.
Ninfa I: ¡Ea!
Ninfa II: ¡Urra!
Ninfa I: ¡Yupi!
Ninfa II: ¡Ajúa!
(Las Ninfas custodian el anillo a la derecha e izquierda, mientras Siegfried y Brünnhilde retoman el final del tema musical de «Barcelona»).
[Música de «Barcelona» por Freddie Mercury: reprise]
Siegfried: Aspira, Brünnhilde, Brünnhilde: Aspira, Siegfried,
con tu tersa piel con tu tersa piel
mi miel. mi miel.
Siegfried: ¡Es amor febril!
Brünnhilde: ¡Déjalo nacer!
Siegfried: Quiero serte fiel.
Coro
Brünnhilde: ¡A-a-ahhhhhhh!... Altos: ¡A-a-ahhhhhhh!...
Siegfried: Soy tu luz sutil.
Brünnhilde: Me enciende tu amor.
Siegfried: Amo tus silencios.
Brünnhilde: ¡Ven a mí!...
Siegfried: ...¡Sensual!
Brünnhilde: ¡Jovial!
Siegfried: ¡No te irás!
Brünnhilde: ¡Jamás! Coro y
Brünnhilde:
Siegfried: Ansío tu fragancia especial Altos: ¡A-ah! ¡A-ah!
y tu honor nupcial. ...Y tu honor nupcial.
.........................¡A-ah!
Brünnhilde: ¡A-ahhhhhhh!... Altos: ¡A-ahhhhhhh!...
Coro
Siegfried: ¡Amorosa, Altos: ¡Amorosa,
entrégame tu corazón! Brünnhilde: te entrego mi corazón!
Coro
Brünnhilde: ¡Fabulosa Altos: ¡Fabulosa
será nuestra ilusión! Siegfried: será nuestra ilusión!
Brünnhilde: Seré como gaviota núbil en tu mar.
Coro
Siegfried: ¡Primorosas Altos: ¡Primorosas
suenan las campanas! suenan las campanas! Coro
Brünnhilde: ¡Cariñosa Altos: ¡Cariñosa
abro mis brazos cantando! abro mis brazos cantando!
Siegfried: ¡Mi amor es Brünnhilde!
Brünnhilde: ¡Mi amor es Siegfried!
Siegfried: ¡Mi amor por Brünnhilde!
Brünnhilde: ¡Mi amor por Siegfried!
Siegfried: ¡Mi amor por Brünnhilde! Altos: ¡A-ahhhhhhh!...
Siegfried y
Brünnhilde: ¡Viva! Coro: ¡Vivan!
Altos: ¡A-ahhhhhhh!...
Siegfried y
Brünnhilde: ¡Victorioso! Altos: ¡Victoriosos!
Altos: ¡A-ahhhhhhh!...
(Entre tanto, el resto de los personajes llegan al escenario por los extremos del fondo en el siguiente orden: Hunding y Alberich, Siegmund y Sieglinde, Fafner y Donner, Freia y Wotan. Llevan entre sus manos una mortaja de color rojo, empuñada a tal punto que casi parece imperceptible. Se colocan en dos filas estibadas de modo que Wotan quede adelante y al centro, y Donner y Freia a su izquierda y derecha respectivamente. Cuando todos han llegado a su lugar estiran lo extremos superiores de las mortajas, y los despliegan ante sí mismos dejando, cada uno, visible solamente su rostro. Al final del canto, al grito de «¡Vivan!», los tres dioses caen sobre su propia espalda y se cubren totalmente con sus sendas mortajas. Todos los personajes quedan petrificados. Se cierra el telón con una lentitud que parece casi imperceptible).
FIN