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Segunda escena

Deliberación divina sobre la culpabilidad de Siegmund

 

[Música de «Innuendo» por Queen]
 

 

(Al frente del escenario, con el telón cerrado. Por el centro de la cortina salen Wotan y la diva Brünnhilde, su hija predilecta, brindando por el éxito que esperan obtener en la próxima batalla contendida entre Siegmund y Hunding. El dios supremo y su valiente guerrera alzan sus copas y las tintinean ostentando su gloria).

 

Wotan: (Cuando resuena la música de fondo, ofrece el brindis por Brünnhilde:)

¡Por-tu-triunfo!

(Los dioses catan exquisitamente el vino de sus copas).

 

Brünnhilde: (Complacida por la calidad de la reserva y festejando con anticipación la victoria:)

¡Uuh, uuh!

 

Wotan: Prepárate pronto, Brünnhilde, porque amenazan

las huestes del cruel Hunding, y atacarán.

 

Brünnhilde: Defenderé con lucidez y sacrificio 

al fiero vencedor, ¡haz tu elección!

 

Wotan:  Por Siegmund no desmayes

en la batalla.

 

Brünnhilde: Voy hacia los valles.

 

Wotan:  ¡Vé!

 

Brünnhilde: Iré para allá.

(Dejan sus copas, e inmediatamente Brünnhilde se dirige hacia el extremo derecho del proscenio para salir).

 

Freia: (Antes de que Brünnhilde salga de escena entra Freia, quien la toma de la mano para retenerla y le ordena sin cantar:) ¡Espera!

 

Brünnhilde: (Presintiendo que los acontecimientos están a punto de complicarse:)

¡Uuh, uuh!

 

Freia: (Freia se dirige a Wotan, e indignada le reclama:)

Exijo venganza con encono febril

contra Siegmund, el adúltero hostil.

 

Wotan: No recrimines sin indicios, en tu juicio 

hay aversión.

 

Brünnhilde: (Interviene aludiendo a la relación entre Siegmund y Sieglinde:)

Entre ellos hay amor... amor.

 

Freia: (A Wotan:)

¿No crees en los detalles?

 

Wotan: Dí cuál es la falla.

 

Brünnhilde: ¡Dila, no la calles!

 

Wotan: (Le advierte a Freia:)

Pero sin aullar.

 

Freia: (Furiosa:)

¡Voy a estallar!

 

Brünnhilde: (Con voz afable frena la cadencia de la música, y atiza la susceptibilidad de Freia:)

Contra todo el desconcierto

el amor absuelve del incesto.

 

(Apología del amor furtivo)

                                                                       Coro

Tú tú tú tú tú tú,                                      Altos: Tú tú tú tú tú tú,

Tú tú tú tú tú tú, Tú tú tú tú tú,                         Tú tú tú tú tú tú, Tú tú tú tú tú,

carmesí, resplandeces cual rubí,

Amor Febril, excitándoles sin fin y hasta con éxtasis.

Diré como ejemplo: «Por ti sufrí.          Coro: Diré como ejemplo: «Por ti sufrí.

Solemne me entrego. Por ti morí                       Silente me entrego. Por ti gemí

al nacer».                                                             Altos: de placer».

 

(Durante los dos intervalos musicales, tanto anterior como posterior a la apología, Brünnhilde le rinde tributo al amor vetado entre Siegmund y Sieglinde, ejecutando unos exóticos pasos de baile flamenco, estilizados de acuerdo con el ritmo moderno del rock. Después Brünnhilde consuma su tributo y la apología del amor celebrando con un grito:)

 

Brünnhilde: ¡Uuh, uuh!

           

Freia: (Para atraer la atención hacia sí:)    

¡Hey!

(Y reacciona furiosamente:)

Custodiaré sin vacilar y con ahínco perjudicial

el vínculo del jurame-e-ento, por ley nupcial.

 

Wotan: (Desprecia con altivez el fallo de Freia:)

¡Hmja!

No lo juzgo indisoluble, y no lo haría jamás.

Lo esponsal, si no hay amor, está de más.

 

Freia: (A Wotan, con reproche:)

No hay porqué me humilles.

¡Hey!, ¡qué canalla!

 

Wotan: (Impugna el reproche de Freia:)                             Coro

¡Ya..., no me acribilles!                                             Medios y Altos: ¡Ya...

                                                                                               

Freia: (Subestimando la advertencia de Wotan con burla:)

¡Va!

                                                                                                Medios: ...va!

Brünnhilde: (Refiriéndose a Siegmund y Sieglinde le indica a Wotan:)

Van a encallar sin mí...                                       Altos: ...van!

sin ti.

(Suplicándole para que apoye

el connubio entre Siegmund y              Wotan: (Con impotencia, sin aceptar

Sieglinde:)                                                           las presiones de Brünnhilde:)

¡Wotan, no me falles!                                        ¡No me amuralles!

 

Freia: (Reprende a Brünnhilde:)

¡Sin apabullar!

 

Brünnhilde: (Exigiendo a Wotan que defina su posición:)

¿Me vas a apoyar...

o avasallar?

 

(Breve suspenso para la deliberación de Wotan, mientras termina la música. Brünnhilde escucha pasmada la discusión entre Wotan y Freia).

 

Wotan: (Inmediatamente, al concluir la pieza musical:) 

No tengo la intención de condenar el connubio entre Siegmund y Sieglinde. El amor no es un delito jamás.

 

Freia: Soy la protectora del vínculo conyugal y, en este caso, no permitiré que se profane.

 

Wotan: ¿Qué sentido tiene mantener por la fuerza un juramento nupcial que ha fracasado definitivamente? Si ambos mostraran valor para salvar su matrimonio, yo mismo les invitaría para luchar audazmente para defenderlo; pero Sieglinde fue forzada a casarse con Hunding, y ahora Siegmund la ha liberado por amor.

 

Freia: ¡Qué vergüenza! ¡Estás a favor del adulterio y prefieres que un gemelo se despose con su hermana!

 

Wotan: Y, además, exijo que tu bendición les ayude a ser felices a mis dos hijos.

 

Freia: (Indignada, estalla violentamente:)

¡No puedo creer que Wotan, el dios supremo, esté demente! ¿Cómo pudiste engendrar esa miserable pareja de seres humanos?

 

Wotan: Lo hice porque los dioses necesitamos un héroe humano que nos redima de la maldición de Alberich, el enano.

 

Freia: (Con sarcasmo:)

No olvides que Alberich puso una condición: los dioses seremos redimidos de su maleficio «sólo si un ser humano logra conquistar el anillo, sin ayuda ni gracia alguna de los dioses»...

 

Wotan: ...Y yo, sagazmente, he observado con escrúpulo esa condición. Nunca..., jamás he ayudado a Siegmund. Él encontró por sí mismo a su hermana gemela y la espada.

 

Freia: ¡Mientes! Le has entregado la espada. La misma que hundiste en el tronco de roble para que él la conquistara aparentemente por sí mismo. Fuiste tú quien lo engendró como el hombre más fuerte, el único capaz de arrancarla del tronco.

 

Wotan: (Asertivo:)

Siegmund la conquistó sin mi ayuda.

 

Freia: ¡No te engañes! Tú fuiste el único que planeó todo. Siegmund es tu marioneta divina; y tú, Wotan, sigues siendo un títere del cíngaro enano.

 

Wotan: (Convencido cede:)

¿Y qué puedo hacer ahora?

 

Freia: Abandona a tu hijo. No le protejas y destruye su espada...

 

Brünnhilde: (Interrumpe a Freia:)

¡Freia! ¡Eres infame!

 

Freia: (Reacciona contra Brünnhilde con una mirada desdeñante).

(A Wotan:)

...Y aleja también de su lado a Brünnhilde, su guarura, tu hija y guerrera consentida. Ella misma es ejecutiva de tu voluntad. Consumará lo que decidas tú.

 

Brünnhilde: ¡Sorberás el agua turbia que tú misma estás revolcando!

 

Freia: Aunque protejas a Siegmund, incluso así los dioses seremos el escarnio de los hombres, que contemplarán con desprecio el vergonzoso fin de los dioses.

(A Wotan:)

Quiero escuchar tu juramento, Wotan.

 

Wotan: Tienes mi palabra, Freia. Retiro de Siegmund mi triunfante ayuda.

 

(Sale Freia. Mientras tanto, Wotan se sumerge en la depresión hundiendo su cabeza entre las manos).

 

Brünnhilde: ¡Padre! No te abrumes. Aparta la ambición que roe tus entrañas.

 

Wotan: ¡Brünnhilde! Mi hija predilecta. Yo mismo he urdido la cuerda con la que me van a ahorcar.

(Con pasmoso vértigo:)

¡Soy la execración de los dioses!

 

Brünnhilde: Desde que me confiaste ese arcano, me he convertido en la fiel ejecutiva de tu voluntad.

 

Wotan: Alberich es hijo de la noche y su morada es el abismo. Desde que maldijo el anillo, acecha a Fafner, el gigante. Intenta recuperar la sortija para conquistar también mi castillo y arrojarnos al abismo.

 

Brünnhilde: ¡Qué horror! ¡Cómo aborrezco a ese miserable elfo rastrero!

 

Wotan: Por eso decidí adelantarme. En mi plan, Siegmund debía asesinar al gigante Fafner con la espada, y después debía entregarme voluntariamente el anillo del poder. Así, proclamaría mi victoria definitiva sobre todos mis contendientes hostiles. Yo mismo les sometería.

 

Brünnhilde: Y ahora, padre, ¿qué debemos hacer? Ordena lo que quieras, estoy presta para ejecutar tu voluntad.

 

Wotan: Mi plan ha fracasado. Siegmund no es libre, es mi marioneta,... igual que tú, Brünnhilde. Sus estructuras inconscientes únicamente han ejecutado lo que decidió mi propia voluntad.

 

Brünnhilde: Yo soy libre. Pronto te lo demostraré.

 

Wotan: Sus acciones aparentemente más libres han estado asistidas por mi ayuda presente en las parrillas irreflejas de Siegmund. Su yo no es el señor de su propia casa. Mi voluntad gobierna el inconsciente humano desde la noche de los tiempos.

 

Brünnhilde: ¡Padre! Mi amor, obediente por ti, no me convierte en tu marioneta.

 

Wotan: Sí, Brünnhilde. Mi eterno desencanto consiste en encontrarme a mí mismo en todo lo que he creado, inclusive en el ser humano.

 

Brünnhilde: Wotan, el dios supremo, ¿desea encontrarse con Otro? Todo lo que ha creado es su imagen, su semejante, una fotocopia degradada, una falsificación de su yo. ¡Wotan ha creado copias y esclavos!

 

Wotan: Cuando engendré a Siegmund, sólo me engañé a mí mismo. Freia puso al descubierto solertemente mi mentira.

 

Brünnhilde: Padre, no dejes de asistir a Siegmund.

 

Wotan: Es inútil. Siegmund no puede redimir a los dioses de la maldición de Alberich. Por tanto, desde ahora abandonaré mi plan. Ya no seré providente; ya no habrá concurso divino de Wotan. Lo único que anhelo es mi propia extinción. Mi suicidio lo devanaré con calma, tal como se cultiva un huerto.

 

Brünnhilde: Alberich planeó el fin de los dioses,... y los ha vencido.

 

Wotan: El enano consiguió la victoria porque renunció al amor. ¡Cuánto comienzo a admirar su hazaña!

(Deferente y rendido:)

¡Alberich, te entrego el vano esplendor de los dioses! Lo has roído con envidia.

 

Brünnhilde: Escucha, Wotan, no me dejaré derrotar por la maldición de Alberich.

 

Wotan: Te prohíbo que protejas a Siegmund. Aunque le amo, debes abandonarlo para que Hunding lo derrote con su brutalidad desbocada.

 

Brünnhilde: Esta vez... no cuentes con mi obediencia.

 

Wotan: Si te rebelas, conocerás mi furor. La ira de mis entrañas sería tan cruel como inconmensurable ha sido mi amor por ti.

 

Brünnhilde: Si me rebelo, sólo estaría obedeciendo tu primera disposición, que es la más lúcida.

 

Wotan: No me provoques, Brünnhilde. Sería capaz de hundirte con crueldad en la humillación más denigrante y en la ruina.

 

 

(Se retira solemnemente, congelando a Brünnhilde con una mirada amenazante y desorbitada por la furia frenética).

 

 

Brünnhilde: (Se reviste la coraza, se encapucha el yelmo, toma el escudo, empuña la espada y dice con frustración:)

¡Siegmund, ahora debo traicionarte! Nunca antes estas armas me habían parecido tan agobiantes.

 

(Camina forzadamente con dificultad, casi arrastrando los pies, hacia el extremo izquierdo del proscenio, y después desaparece tras la cortina).

 

 

 
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