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SEGUNDO ACTO

 

TERCERA PARTE: LA ESPADA FORJADA

 

Primera escena

La caverna de Alberich, en el Abismo

 

(Con el telón cerrado. Por la apariencia senil de Alberich se nota que los años han pasado dejando su huella. En la cámara cavernosa está la antigua fragua del abismo con su yunque, un fuelle, los utensilios de herrería y un fogón. Cuando se enciende la luz que ilumina la caverna, situada inferiormente a la izquierda del proscenio, Alberich está martillando una espada mediocre cada vez con más furia).

 

Alberich: (Lamentando su impotencia con la espada en la mano:)

¡Es inútil! Otra vez la va a romper Siegfried al primer golpe. No logro templar el acero de ninguna espada. ¡Si lograra forjar los fragmentos de la espada que perteneció a su padre Siegmund! ¡Esa sería la única espada inquebrantable! Tengo veinte años intentándolo, y... ¡maldita sea!, no se deja forjar por mí... Si acaso alguien lo hiciera...

(Urdiendo un plan:)

Entonces..., todos mis sueños se harían realidad... Siegfried empuñaría la espada contra Fafner para asesinarlo... Y en ese mismo instante yo podría recuperar mi anillo y mi tesoro.

(Concluye con cinismo:)

¡Elemental!... Para eso he criado a Siegfried desde que era niño.

 

(De improviso, llega Siegfried por la derecha tocando un cuerno estridente. Alberich, aturdido, se cubre los oídos con las manos. Además, Siegfried lleva una cuerda amarrada a la cintura con la que sujeta un perro feroz. Cuando deja de tocar el cuerno, jala la cuerda y aparece el perro en el escenario. Siegfried lo incita para que se abalance contra Alberich. El perro ladra sanguinariamente contra el enano mientras éste intenta escaparse).

 

Siegfried: (Chifla para darle la orden al perro.)

¡Ea! ¡Vamos! ¡Trágatelo!

 

Alberich: (Suelta lo que traía en las manos y corre desesperado lanzando aullidos de terror:)

¡Aah!..., ¡aaah!

 

Siegfried: (Se aproxima a Alberich amenazándolo con el perro:)

Si esta vez no me entregas una buena espada voy a dejar que el perro te descuartice.

 

Alberich: (Dócilmente y asustado:)

¡Esta bien!, pero saca ese rabioso animal de aquí. Ahí está la espada, ya está templada. Es inquebrantable como tu valentía.

 

(Siegfried hace salir al perro. Después Alberich toma la espada y se la entrega a Siegfried. Éste la toma entre sus manos y con coraje la abate contra el piso hasta que se quiebra).

 

Siegfried: (Sentado en el piso, furioso y completamente alterado:)

A este verduguillo le llamas espada inquebrantable. Debí romperla en ese cráneo de orangután que portas sobre tu cuello.

 

Alberich: (Se mantiene alejado con precaución.)

Siempre te erizas.

(Va al fogón y sirve un plato para Siegfried. Luego se acerca a él:)

¡Vamos!... ¡Come!... ¡Está sabroso!

 

Siegfried: (Rechaza la comida con un manazo debajo del plato, e inmediatamente se levanta.)

No tengo hambre. ¡Trágate tu brebaje!

 

Alberich: (Sollozando con desconsuelo:)

Mira como me pagas. En vano te eduqué desde que eras un bebé. Malagradecido.

 

Siegfried: Sí,... tienes razón, pero nunca me enseñaste lo más importante. ¿Quieres saber qué es?

 

Alberich: ¡Dímelo!

 

Siegfried: (Burlándose:)

¡Me hubieras enseñado cómo aguantarte!

 

Alberich: (Lastimeramente:)

¡Qué ingrato!

 

Siegfried: Diariamente me refugio en el bosque para no verte y, sin embargo,... termino regresando a tu caverna enmohecida. ¿Sabes por qué?

 

Alberich: Porque estoy cerca de tu corazón, aunque no lo reconozcas.

 

Siegfried: Nunca se te olvide que siento una ingente aversión por ti.

 

Alberich: Y..., sin embargo..., eres mi hijo.

 

Siegfried: Esa es precisamente la razón por la que siempre regreso...

(Por un momento resplandece la alegría en el rostro de Alberich. Luego desaparece y se convierte en desilusión).

...Porque necesito saber quiénes son mis verdaderos padres.

 

Alberich: ¡Yo soy tu padre y tu madre!

 

Siegfried: ¡Mientes! Yo no me parezco a ti.

(Lo engancha del cuello para estrangularlo.)

Te arrancaré por la fuerza la verdad. Dime el nombre de mis padres o te asfixio.

 

Alberich: (Agitado y casi sin aire en los pulmones:)

¡De acuerdo! ¡Suéltame y te los diré!

 

Siegfried: Comienza... ¡Ahora mismo!

(Lo libera y escucha atentamente)

 

Alberich: No soy nada contigo. No nos une ni una sola gota de sangre. Ni siquiera tu gratitud. Hace mucho tiempo, mientras vagaba por el bosque de los abetos encantados, encontré a una mujer que se desangraba y gemía. Acababa de dar a luz a un bebé al que acariciaba entre sus brazos. Ése,... eras tú, Siegfried... Antes de morir me suplicó que te cuidara y me entregó un morral bucólico con los trozos de la espada que había pertenecido a tu padre.

 

Siegfried: ¡¿Fui yo quien causó la muerte de mi propia madre?!

 

Alberich: Ella misma me pidió que te llamase «Siegfried».

 

Siegfried: ¿Y cuál era su nombre?

 

Alberich: «Sieglinde», la mujer más amada por tu padre «Siegmund».

 

Siegfried: ¿Y cómo murió él?

 

Alberich: Combatiendo,... sólo un poco después de haberte engendrado. El dios Wotan le traicionó y le negó su protección. Rompió la espada de tu padre cuando Siegmund estaba a punto de vencer a Hunding, para que éste lo asesinara por la espalda.

 

Siegfried: No te creo. ¡Muéstrame las pruebas!

 

Alberich: ¡Esta bien!...

(Se dirige a un escondrijo de la caverna. De ahí extrae el morral bucólico y se lo entrega:)

He aquí las pruebas.

 

Siegfried: (Saca los trozos de la espada y los coloca sobre el yunque.)

(Conmovido:)

Ésta es la espada que debiste haberme forjado desde el principio. Ahora,... yo mismo la templaré con frenesí. ¡Quiero esgrimirla hoy mismo! Con ella defenderé la memoria de mi padre. ¡Te lo juro!

 

Alberich: Durante veinte años lo he intentado y hasta ahora se ha resistido la espada. ¿Cómo vas a forjarla tú,... un vagabundo sin experiencia en la fundición? Sólo podría lograrlo el hombre más valiente del mundo. Él sería el único.

 

Siegfried: Yo jamás he sentido temor... Después de forjar la espada quiero vagar por el mundo y no regresaré jamás... No quiero volver a verte.

 

(Siegfried comienza a limar afanosamente los trozos de la espada hasta pulverizarlos. Después los fundirá en la fragua. Mientras tanto, se va apagando la iluminación de la caverna hasta quedar en total oscuridad).

 

 

 
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