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Cuarta escena
 
En el edén elíseo de los dioses

 

 

 

 

(En el escenario, Fafner y Freia esperan impacientemente. Wotan y Donner entran por  la derecha. Donner llega empujando un diablito cargado con los costales repletos de oro. Wotan carga en su costado al enano, atado de pies y manos. Lo suelta en el piso y Donner lo desata).

 

[Música de «We Will Rock You» por Brian May]

 

(Todos aplaudiendo al ritmo de la música).

 

Wotan: Poderoso soy, del abismo

vine para dominar, todos se someten

y con estupidez

(Todos se inclinan hasta el piso honrando a Wotan.)

besan mis pies,

¡aunque envidian mi altivez

fingen!

 

¡Envidien mi anillo,                                     Coro: ¡Envidien su anillo,

y el fausto castillo!                                                  y el fausto castillo!

 

Donner: (Burlándose de Alberich:)

Duende timador, el mutismo

pudre tu ruin corazón. Tus puños combaten

contra la fetidez

vil y soez

que te defeca como hez.

 

¡Pestilente pillo!                                          Coro: ¡Pestilente pillo!

¡Dile

adiós al anillo!                                                         ¡Adiós al anillo!

 

Alberich: (Que ha guardado silencio hasta ahora:)

Si por maldición y egoísmo

pude pronto conquistar la sortija. ¡Griten!,

por mi intrepidez

sin timidez

violando la imbécil candidez:

 

¡Maldito anillo!,                                        Coro: ¡Maldito anillo!

¡griten!

¡Maldigo su brillo!                                                ¡Maldigan su brillo!

 

Por siempre,

¡maldito anillo!,                                                    ¡Maldito anillo!

¡maldigo su brillo!                                                ¡Maldigan su brillo!

 

¡Vengan!

(Todos siguen a Alberich aplaudiendo e imitando su coreografía).

 

 

Alberich: (Una vez terminada la pieza musical, ya sin cantar:)

Esperen,... aún hay más.

 

Tuve que renunciar al amor para forjar el anillo maldito. Ahora que su poder me ha sido arrebatado también maldigo a todo aquél que lo toque o lo posea. ¡Que su magia hechice a todos los que alguna vez lo consigan, engendrando en ellos el fracaso y la muerte como desenlace crepuscular! Cuando alguien lo toque no volverá a ser feliz, y aunque lo sea no gozará. ¡Que la ambición atormente a quien lo posea y que la envidia corroa a quienes lo pierdan! ¡Que todos lo codicien y que nadie lo disfrute! ¡Que la ambición tiranice al dueño del anillo, convirtiéndolo en su esclavo! Quien persiga el poder, al final sólo conseguirá su propio ocaso. Quien lo posea será incapaz de amar y vivirá envidiado por todos. Lo tendrá todo pero no será feliz. Ésta es mi maldición. Únicamente podrán escapar de ella así. ¡Escuchen!

 

«Sólo si un ser humano, sin ayuda ni gracia alguna de los dioses, logra conquistar el anillo, sin la ambición del poder, y lo devuelve a las Ninfas del Rin... Ése será el único ser humano que, habiendo tocado el anillo, podrá redimir el amor que yo maldije».

(Con saña vengativa:)

¡Wotan, estremécete! Aprovecha tu esplendor porque al final sólo te espera el ocaso. No volverás a estar tranquilo. La paz nunca habitará en tu palacio. Su ostentación te torturará.

(Carcajadas macabras).

 

Freia: (A Alberich:)

Tus amenazas contra mi hermano no importan, ¡lunático!... Yo sólo quiero ser libre. El amor es ridículo. Lo único que vale es nuestro suntuoso palacio, la belleza y el poder. Los dioses ahora lo tenemos todo.

(A Donner:)

Donner, entrega a Fafner el cargamento de oro extraído del abismo. Ya quiero recuperar mi libertad.

 

Donner: (Obedece a Freia y entrega los fardos de oro). 

Toma el oro y dame a mi hermana.

 

Fafner: (Inspecciona la recompensa y reacciona:)

¡Un momento!

(Retiene a Freia tomándola del pulso:)

Falta algo. ¡El anillo del enano! No volverán a engañarme.

(Enfáticamente:)

Quiero «hasta la última sortija del tesoro».

(A Wotan:)

¡Dámelo, farsante!

 

Wotan: ¡Nunca!...

Si la maldición de Alberich me condena, entonces ya no puedo escapar de ella entregándote el anillo. Prefiero ser infeliz con él que sin él. El poder será mi consuelo.

 

Fafner: Entonces me llevo a Freia y el oro. A fin de cuentas salí ganando. Tú, en cambio, te quedarás sin la eterna juventud y sin la libertad.

 

Donner: Wotan, mejor entrega el anillo. Yo también estoy bajo su maleficio. No olvides que también lo tuve entre mis manos. Es mejor ser libres y eternos que poderosos. ¡Vamos, accede!

(En privado:)

Si alguna vez lo necesitas... te ayudaré a reconquistarlo fácilmente... como lo hicimos con el enano.

 

Alberich: (Se dirige al público:)

El fatídico ocaso de los dioses se acerca, el aciago crepúsculo de su esplendor. Les anuncio la futura ruina de lo que hasta ahora se había glorificado. Los veré caer espectacularmente como un relámpago.

(Complacido advierte a los dioses:)

Soy Alberich, el hijo de las tinieblas, y mi hogar es el abismo.

¡Adiós! Me voy, pero me vengaré, ¡condenados!

(Celebra su atrevimiento y se va).

 

Wotan: (A Donner:)

Tienes razón. Será mejor lucrar con nuestra libertad, despilfarrando el esplendor de nuestra juventud antes de que la maldición de Alberich sea consumada.

(Saca, con pesar solemne, el anillo de su dedo).

¡Ahí tienes, Fafner!

(Le lanza la sortija girando en el aire).

 

Fafner: (La atrapa con solercia y la besa, e inmediatamente dice:)

Este es el beso con el que libo tu maldición.

(La coloca complacido en su anular derecho. Inmediatamente libera a Freia y ésta se refugia junto a Donner).

Ya no habrá ni vida ni muerte eternas para mí. He vencido la nada al nacer. Ahora prefiero vivir intensamente, exprimiendo el poder en la brevedad del tiempo. Me reconcilio con la finitud en esta época desencantada y sin profetas. Los redentores han sido abortados. La finalidad de mi vida es la que iré diseñando en el transcurso. Yo le inventaré su sentido. Esa es mi ventaja sobre aquellos que todavía lo andan buscando en lo alto.

 

Wotan: Mi mayor placer será verte derrotado como ahora lo estoy yo. Algún día sorberás el polvo con los mismos labios que has besado ese maldito anillo. ¡Lárgate, adefesio, con tu estiércol dorado!

(Fafner comienza a cargar el diablito).

 

Fafner: (Cuando Donner intenta ayudarle vocifera:)

¡No me ayudes! Yo puedo solo... ¡Todo lo puedo solo!

(Cuando termina de cargar el oro se va).

 

Freia: (Con las palmas de las manos en las mejillas de Wotan:)

No te aflijas, Wotan. Todo va estar bien. Las mejores manzanas áureas de cada cosecha serán para ti. Siempre serás joven. Te lo prometo. Vamos al palacio. Lo inauguraremos con un desenfreno festivo. Hoy estaré contigo toda la noche.

 

Wotan: La luz del sol irradia con más viveza cuando el esplendor de los dioses se apaga.

 

Freia: Pero la noche se acerca, y brillaremos en las tinieblas al menos como luciérnagas.

 

Wotan: Aún no estoy vencido. Mi descendencia vencerá a Fafner sin pavor. ¡Vamos! Todavía hay muchos planes que urdir.

(Toma de la mano a Freia y se dirigen hacia el palacio. Donner los sigue. De pronto, aparecen las Ninfas debajo del proscenio).

 

Ninfa I: Los dioses se refugian en el palacio. Ése será su mausoleo; sus propias ropas, las mortajas; y la soberbia, su ataúd.

 

Ninfa II: (A Wotan, que se detiene:)

¡Wotan, que portas la jabalina de la justicia! Haz que el ladrón nos devuelva el oro durmiente que fue sisado del Rin, el lecho donde yacía. ¡Escucha nuestra súplica!

 

Ninfa I: ¡Te invocamos, óyenos!

 

Wotan: (Virando hacia las Ninfas:)

¡Imbéciles, estoy harto de sus súplicas! ¡Púdranse!

 

Ninfa II: Lo auténtico se encuentra en el abismo.

 

Ninfa I: Lo falso destella en lo alto.

 

(Las Ninfas salen de la sala por los extremos mientras los dioses se encaminan hacia el palacio. Mientras ascienden por la escalinata, el telón cae con precipitación).

 

 

 

 

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