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​Neurofilosofía 16/18

3.2 «Consciencia» cognitiva, conciencia moral y cerebro​

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3.2.1 ¿Por qué es tan seguro que existe el alma?​

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Fácil es demostrar la existencia del alma en cuanto «principio fundamental de vida» en sentido aristotélico, porque la existencia de cada ser vivo, su cambio autónomo y su acción espontánea prueban empíricamente, que dicho principio existe. Sobre esta base llega a ser también obviamente demostrado, que existe un alma racional e intelectiva, dado que hay seres vivos racionales e inteligentes. Demostrar que el alma humana es inmortal, exige en efecto demostrar que la inteligencia humana es inmortal, pero no implica necesariamente, enredar este argumento filosófico con el discurso platónico sobre la espiritualidad del alma. Si alguien logra encontrar ciertas expresiones inmortales de la inteligencia, tiene buenas razones para justificar la existencia del alma inmortal.

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3.2.2 Reducción del alma humana a las funciones del cerebro

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Si bien el talante específico del alma humana es intelectivo, de ninguna manera se deja reducir la inteligencia en general sólo a las actividades cognitivas del cerebro, ya que el conocimiento es única y exclusivamente una de las habilidades de la inteligencia. Quien reduce la inteligencia al conocimiento, cae también en la tentación de identificar la inteligencia con la «consciencia» cognitiva, de ignorar la identidad específica de la conciencia moral, de atribuir a la mente todo cambio autónomo y toda acción espontánea del alma intelectiva y de substituir a final de cuentas el alma humana por las funciones del cerebro.

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3.2.3 El cerebro como «pandemonium» sin centro de control y la «consciencia»

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Según Daniel Dennett demuestran las investigaciones neurobiológicas, que ningún centro de control existe en el cerebro. Es decir, de ninguna manera hay en él una neurona pontificia o sede exclusiva, un titiritero o único «significador central» solitario.1 En absoluto hay en el cerebro ni un homúnculo solitario con una función pontificia, ni un guía de toda la organización, ni un dictador benevolente para gobernar desde su cuartel general, ni un Despacho Oval, sino más bien está constituido el cerebro por millones de agentes semi-independientes. Dennett les llama metafóricamente «pandemonium», porque en él múltiples procesos paralelos compiten todos contra todos por la hegemonía en la organización, pero ninguno la centraliza.

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En consecuencia exige la carencia de un centro neurológico de control en el cerebro, desplatonizar el concepto de «consciencia» cognitiva, al que muchos desde la época Moderna han identificado simplemente con el sujeto cognoscente. Con este fin se deja describir el proceso evolutivo de la «consciencia» cognitiva a continuación, es decir el desarrollo psicológico de la habilidad del cerebro para juzgar autoconscientemente. A partir de esta base psicológica se despliega el juicio de la conciencia moral al final de los siguientes tres niveles socio-cognitivos, los que paulatinamente resultan del desempeño interactivo del proceso de aprendizaje desde la infancia, durante la juventud y hasta la madurez: nivel preconvencional, convencional y postconvencional.

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1) La superación del nivel preconvencional exige abandonar aquellas conductas heterónomas, las que están condicionadas por castigos, simple obediencia, acciones instrumentales e intereses utilitaristas. 2) La transición desde el nivel convencional, en cuyo contexto inician las relaciones recíprocas de cooperación y uno actúa sólo bajo la guía del deber, 3) hacia el nivel postconvencional exige sobrepasar la presión social, para actuar de acuerdo con principios éticos universales.2 Al final de la ontogénesis evolutiva de la «consciencia» cognitiva se gesta la conciencia moral como capacidad disposicional y su habilidad actual para juzgar moralmente. Dentro del campo semántico del verbo «wissen», traducido al castellano como «saber», distinguen los germano-parlantes entre «das Bewusstsein» y «das Gewissen», es decir entre «consciencia» cognitiva y conciencia moral respectivamente.

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1 Cfr., DENNETT, Daniel C., La conciencia explicada: una teoría interdisciplinar (Barcelona, Piadós 1995), p. 244.

2 Cfr., HABERMAS, Jürgen, Moralbewusstsein und kommunikatives Handeln (Suhrkamp, Frankfurt 1983) p. 134-135.

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