top of page

Neurofilosofía 17/18

3.2.4 Conciencia moral e interacción comunicativa

A partir de lo anterior se deja afrontar el desafío de la desplatonización del concepto correspondiente a la conciencia moral. En el marco de las filosofías de la subjetividad llegó a ser interpretada la doctrina escolástica sobre el dictamen de la conciencia moral, el que según dicha doctrina es criterio subjetivo, último e inmanente de la moralidad, como el ejercicio de un discernimiento solitario. De esta manera atribuyeron muchos pensadores a la conciencia la función de un juez solitario en el tribunal de última instancia de la moralidad e incluso llegaron a imaginarla, como si ella fuera la voz de Dios durante el proceso de dicho discernimiento. Quizá sea la doctrina acerca de la muerte justa del tirano una de las extravagancias de tal solipsismo de la conciencia moral.

Las metáforas arriba mencionadas son no sólo disfraces de la contemplación platónica de la idea de bien, sino también quimeras metafísicas sin base empírica, ya que las metáforas sobre cualquier última instancia subjetiva en el ser humano han sido objetadas consistentemente por las neurociencias. De ninguna manera significan dichas objeciones, que la conciencia moral sea una quimera. En sentido estricto aseveran las neurociencias única y exclusivamente, que las metáforas sobre la conciencia considerada como última instancia subjetiva son falsas. Quienes critican la cultura de la subjetividad, pueden abanderar este aporte de las neurociencias como un éxito. Más aún indica dicho aporte, que las teorías de la intersubjetividad van por el camino correcto.

De hecho consta el cerebro de millones de canales activos de operación simultánea y la «consciencia» cognitiva es un conjunto de múltiples procesos evolutivos y paralelos de reorganización, lo cuales compiten en efecto todos contra todos por la hegemonía, pero ninguno la centraliza. Si el cerebro es base neurobiológica de la «consciencia» cognitiva y si ésta última es base psicológica de la conciencia moral, entonces es completamente inconsistente atribuir a la conciencia moral la metáfora de cualquier última instancia subjetiva de la moralidad. Consecuentemente es el concepto de una conciencia solidaria e interactiva, cuyos procesos intersubjetivos de comunicación están orientados al entendimiento recíproco entre los diversos interlocutores, completamente coherente con los aportes de las neurociencias. Además confirma la interacción comunicativa de la conciencia humana la tesis aristotélica, según la cual el hombre es sociable por naturaleza, y la convicción de la filosofía de inspiración cristiana sobre la dimensión comunitaria de la persona.

3.2.5 Identidad de la persona y rasgos descriptivos

¡Qué lejos estamos del concepto de Bœcio!, cuya definición de la persona resulta inconsistente incluso aplicada a la distinción dogmática entre una sola substancia y tres personas divinas. Si la persona es «individua substantia», entonces persona y substancia son lo mismo. En oposición a ello describe la Neurofilosofía el concepto de persona como conjunción global articulada autoconscientemente al estilo de una red compleja de versiones múltiples organizadas sistemática y coherentemente. En este marco conceptual no desempeña la persona una función pontificia al estilo de un homúnculo titiritero dentro del cerebro.

El proceso, tras el cual la persona cognitivamente llega a tomar «consciencia» de su propia identidad, ha sido explicado por Carlos Díaz como un despliegue, que parte del vocativo y llega al nominativo a través de los casos genitivo, dativo y ablativo. Como metáfora alternativa utiliza Carlos Díaz la expresión «somos legión» en vez de «pandemonium», para hablar de la persona como multi-verso, quien toma «consciencia» de su identidad con ayuda de la compleja alteridad.1

Por su parte ha especificado Paul Ricœur los siguientes aspectos descriptivos de la noción de persona: 1) ser persona es ser interlocutor; 2) ser persona es ser agente y víctima; 3) ser persona es ser narrador y personaje; 4) ser persona es ser responsable.2 Cada uno de estos rasgos se deja comprender no sólo como habilidad actual en ejercicio, sino también como capacidad disposicional. En la complejidad de estos cuatro rasgos identifica uno el trasfondo de la complejidad del cerebro considerado como «pandemonium», cuyas investigaciones neurobiológicas llegan a ser confirmadas por la complejidad de la noción descriptiva de la persona, de su identidad y de sus rasgos aportados por la teoría del lenguaje, de la acción, de la narración y de la ética respectivamente.

______________________________________________________________

1 Cfr., DÍAZ, Carlos, La Filosofía: sabiduría primera (Videocinco, Madrid 1996), p. 422.433.

2 Cfr., RICŒUR, Paul, Amor y justicia (Caparrós, Madrid 1993), p. 105-124.

bottom of page