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​Crítica a la religión 13/17

4. ENVIDIA Y VIOLENCIA

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Nosotros, los eruditos, expertos en los procesos miméticos del vínculo entre la violencia y lo sagrado, podemos manipular con relativa facilidad a otros colegas, para que anhelen lo nuestro. Cada vez que ellos no logran nuestras metas, surge en su inconsciente un sentimiento vergonzoso e infantil, a saber, la envidia. Según las investigaciones socio-antropológicas origina la envidia súbitamente toda rivalidad en las relaciones sociales y consecuentemente la violencia entre los seres humanos. En contra de cierta literatura superficial permanece firme la siguiente tesis: el desgaste del tejido social no es causa de la violencia, sino consecuencia de la rivalidad.

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Con ayuda de dichas investigaciones podemos desenmascarar a quienes fingían ser nuestros amigos, para que nos muestren su verdadero rostro de rivalidad. Presos de la rabia violenta intentan los envidiosos convencer a los demás, de que alguien es culpable de sus fracasos, para que todos imiten sus actitudes violentas. Eligen una víctima para crucificarla y al estilo de todos los hombres perversos atribuyen su propia violencia a la voluntad de Dios.

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Para este fin buscan motivados por la envidia fundamentos en la Biblia, en la Tradición de la Iglesia, en el Derecho Canónico y en el Magisterio eclesial para justificar su propia postura, como si ésta fuera la voluntad de Dios. De este modo pervierten la religión y la convierten en fuente de violencia, la cual no procede de Dios, sino de la envidia de los hombres perversos.

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En este contexto podemos entender la razón, según la cual las religiones pueden convertirse a menudo en fuentes de violencia. Contra ello han defendido algunos críticos de la religión estas dos tesis: 1) Respecto a la Iglesia: de „¡Oh querida!“ a „¡Vete al diablo!“ (Michael Schmidt-Salomon). 2) „La religión envenena todo“ (Christopher Hitchens). Con más exactitud se deja reconocer como autocrítica, que la envidia envenena todo inclusive la religión.

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