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1. ¿ES RAZONABLE SER ATEO?

Argumentos pro y contra la Ateo-logía

1.2 LA RELIGIÓN ES FUENTE DE VIOLENCIA. CRIMINALIZACIÓN DE LA RELIGIÓN

 

Una de las características principales del ateísmo del siglo XXI es la presentación de la religión como fuente de odio y de violencia. Ya no preocupa tanto, como en siglos anteriores, emanciparse de la religión, cuanto erradicarla, descalificando cualquier forma de vivencia religiosa. Se trata de un discurso menos teórico y más pragmático y militante que el del ateísmo precedente. En el fondo, el problema no es tanto la existencia de Dios como la de las religiones. — Identificación de la religión con los fanatismos Un primer paso en la estrategia de criminalización de la religión, es su identificación con los fanatismos. La equiparación de la fe con la credulidad absurda les lleva a sostener que el auténtico creyente es el fanático. Hitchens llega a afirmar: «Los diecinueve asesinos suicidas de Nueva York, Washington y Pensilvania eran sin lugar a dudas los creyentes más sinceros que viajaban en aquellos aviones»49. Y Harris dice sin rubor: «Eran hombres de fe —de una fe perfecta— y hay que admitir que esto es terrible»50 . Desde estos prejuicios arremeten particularmente contra los hombres religiosos moderados reprochándoles no ser coherentes con su fe51; Harris les acusa también de ser «responsables de todos los conflictos religiosos de nuestro mundo, pues son sus creencias las que alimentan un contexto en el que no se puede combatir adecuadamente la violencia religiosa y el literalismo de las escrituras»52 . Lo que no puede consentir de ninguna manera el nuevo ateísmo es que un creyente pueda ser racional o que una creencia religiosa resulte razonable. En definitiva, para este nuevo ateísmo, «en cada creyente se encuentra un terrorista en potencia»53 . La consecuencia es clara: deshagámonos de la religión, para que el mundo sea más seguro. Para salvar la civilización, se debe erradicar la creencia religiosa. — La fe como fuente de violencia. Los crímenes de las religiones La fe, según explica Sam Harris, inspira la violencia al menos de dos maneras. Primero, porque los seres humanos «matan a otros seres humanos convencidos de que el Creador de universo desea que lo hagan»54. La irracionalidad de la fe genera violencia, pues saca a la luz lo peor del ser humano. «La fe es la madre del odio»55. En segundo lugar, la fe provoca el conflicto entre las diversas comunidades religiosas. «La violencia nos acompaña porque nuestras religiones son intrínsecamente hostiles entre ellas»56. En definitiva, la religión —dice Harris— es responsable directa de numerosos abusos, no sólo en el pasado; también hoy es «causa explícita de millones de muertes»57 . Todos los autores cargan las tintas en este tema. Hitchens es especialmente incisivo: la religión es «violenta, irracional, intolerante, aliada del racismo, el tribalismo y el fanatismo, investida de ignorancia y hostil hacia la libre indagación, despectiva con las mujeres y coactiva con los niños»58. «El verdadero creyente es incapaz de descansar hasta que todo elmundo dobla la rodilla»59. Con tono apocalíptico dice: «Mientras usted lee este libro, las personas de fe planean cada uno a su modo destruirnos a usted y a mí y destruir todas las magníficas realizaciones humanas que he mencionado y que han costado tanto esfuerzo. La religión lo emponzoña todo»60 . Se acusa a la religión de todas las guerras y conflictos, realizando un amplio catálogo de males provocados por la religión. Cada página del «Tratado de ateología» de Onfray está cargada de esta acusación. Valga como ejemplo la siguiente cita, ejemplo de una criminalización indiscriminada de las religiones: «La historia es testigo: millones de muertos, millones, en todos los continentes, durante siglos, en el nombre de Dios, con la Biblia en una mano y la espada en la otra: la Inquisición, la tortura, el tormento; las Cruzadas, las masacres, los saqueos, las violaciones, la horca, el exterminio; la trata de negros, la humillación, la explotación, la servidumbre, el comercio de hombres, de mujeres y de niños; los genocidios, los etnocidios por los conquistadores cristianos, desde luego, pero también en años recientes, por el clero ruandés junto a los exterminadores hutus; la camaradería con todos los fascismos del siglo XX —Mussolini, Pétain, Franco, Hitler, Pinochet, Salazar, los coroneles griegos, los dictadores de América del Sur, etc.— Millones de muertos por amor al prójimo»61 . En este terreno el único autor que matiza es Comte-Sponville. El problema para el filósofo francés no es la religión sino los fanatismos, del signo que sean, la «barbarie nihilista», sin proyecto que sólo fomenta el desprecio del otro62. «No es la fe la que incita a las matanzas. Es el fanatismo, ya sea religioso o político. Es la intolerancia. Es el odio»63 . Los nuevos ateos no consiguen, sin embargo, probar de ninguna manera la conexión necesaria entre la religión y la violencia. Seleccionan los hechos que presentan y se hacen eco sólo de aquello que refleja su propia posición, manipulando en muchos casos descaradamente la historia. Por otra parte, es sorprendente que nunca reconocen ningún bien a la religión. El cristianismo ha aportado a la civilización occidental conceptos comopersona, libertad, igualdad64. Nada es reconocido. No dedican ni una sola página a los incontables millones de personas que han dedicado su vida a los demás por amor a Cristo o a Alá o a Buda. Simplemente son borrados de la historia humana. Tampoco aducen nunca ningún mal provocado por el ateísmo, ni los crímenes de los regímenes comunistas ateos. Ni una palabra tampoco sobre los horrores que el uso perverso de la ciencia y la tecnología ha traído a la humanidad. No advierten los peligros de la razón tecnocrática, que subordina el valor a los hechos. Se trata, en definitiva, de «una operación propagandista y simplificatoria que ofende la seriedad del análisis histórico»65 . Además, parten del supuesto de que todas las religiones son más o menos iguales y que todas dicen las mismas cosas. Pero este supuesto es absolutamente falso. El cristianismo, en particular, tiene derecho a reivindicar que no es una religión que en sí misma conduzca a la violencia. — El Dios bíblico como fuente de violencia Para apoyar la tesis de que la religión conduce a la violencia, los nuevos ateos sostienen que el Dios bíblico —sobre todo el Dios del Antiguo Testamento— es un «monstruo moral». Se trata de una crítica reiterada por todos los autores. Dawkins acusa a Dios de ser celoso, mezquino y vengativo desde una comprensión de los relatos y códigos del Antiguo Testamento que resulta tan burda que muchas veces invita a la burla66. Por su parte, Christopher Hitchens argumenta que el Antiguo Testamento proporciona justificación al tráfico de seres humanos, a la esclavitud y a las masacres. Y Daniel Dennett presenta a Dios como insaciable de alabanzas, de manera que al decir que creó a los seres humanos a su imagen se revela su vanidad. Según Onfray, cuando los hombres inventan un dios, lo hacen a su imagen y semejanza: violento, vengativo, misógino, agresivo, tiránico e intolerante67. El Dios judío es «un Dios único, belicoso, militar, implacable, dirigiendo la lucha sin piedad, capaz de aniquilar a los enemigos sin compasión, espoleando a sus tropas», pero lo peores que «en la totalidad del planeta hay una cantidad considerable de personas que viven, piensan, obran y conciben el mundo a partir de estos textos que llevan a una carnicería generalizada»68. Para Sam Harris el Dios de Abraham es un tipo ridículo, caprichoso, petulante y cruel69. «No hay acto de crueldad por horrendo que sea que no pueda justificarse, u ordenarse, con sólo recurrir a la Biblia»70 . Si el ateísmo moderno suponía un rechazo de la idea de Dios, el nuevo ateísmo es un rechazo explícito del Dios bíblico. El Dios bíblico es malo y creer en él convierte en malas a las personas. El apologista evangélico Paul Copan ha intentado responder a esta acusación71. Apoyándose en el concepto de revelación progresiva subraya que existe una gran diferencia entre los ideales divinos y la codificación en la ley mosaica, si bien esta sirvió de preparación para el ideal. Por otra parte, Copan intenta situar los pasajes «extraños» de la Escritura en el contexto cultural de la época, destacando sus avances en relación con los códigos de pueblos circundantes. Pero Dawkins y el resto de nuevos ateos no manifiestan la menor capacidad de leer un texto que pertenece a otra época y otra cultura. Desconocen todas las aportaciones de la hermenéutica veterotestamentaria. Los fundamentalistas ateos son, en cierta manera, la imagen inversa de los fundamentalistas cristianos. Ambos comparten una interpretación literalista de la Escritura. Suponen ingenuamente que la lectura literalista es la única posible, con lo que acaban por no entender nada de lo que dice. En este tema hacen verdaderamente el ridículo.

 

 

 

 

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