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1. ¿ES RAZONABLE SER ATEO?

Argumentos pro y contra la Ateo-logía

Sin más rodeos hay que exponer de un modo crítico los principales argumentos de los ateó-logos. Es fácil notar, que se trata en efecto de los antiguos argumentos, pero rescatados y presentados en nuevas perspectivas. A continuación se dejan sistematizar las principales afirmaciones de los ateó-logos, sin detalles exhaustivos de las posiciones de cada uno de los autores.

 

1.1 LA RELIGIÓN ES UNA ESTUPIDEZ PELIGROSA: OPOSICIÓN ENTRE FE Y CIENCIA

 

El primer argumento, presente especialmente en los científicos filósofos, tiene su fundamento en la extensión del método propio de las ciencias naturales a todo tipo de conocimiento. A las tesis cientificistas, según las cuales la ciencia empírica es la única fuente de conocimiento del mundo (cientificismo fuerte) o al menos, la mejor fuente de conocimiento de las cosas (cientificismo débil), los ateos añaden el evidencialismo, según el cual una creencia está justificada epistémicamente sólo si se basa en la evidencia adecuada. En consecuencia, una creencia sólo puede justificarse si se basa en la evidencia científica adecuada. La conclusión inmediata de esta epistemología es la reducción del mundo a lo natural. El ateo —dice con claridad Dawkins— «es alguien que cree que no hay nada más allá del mundo natural y físico» 32 . — La ciencia desmiente la fe Partiendo de una confianza absoluta en la ciencia natural como única fuente de verdad fiable, la fe religiosa es presentada como una superstición carente de pruebas. Siguiendo las posiciones del positivismo, sostienen que la religión pertenece a una etapa infantil de la humanidad. Las luces que brillaron a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX comenzaron a disipar esa superstición infantil, dice Hitchens33. Pero es precisa una ilustración renovada que combata a la religión, aliada de la barbarie y enemiga de la civilización34. Onfray, por su parte, sostiene que la fe es una actitud infantil, fruto de la credulidad ilimitada del hombre, de su cerrazón ante la realidad y su voluntad de ceguera35. El humus de las religiones es el oscurantismo, por lo que urge volver al espíritu de las Luces, liberar a los hombres de la minoría de edad36. El creyente odia la inteligencia y el saber. Por eso al hombre religioso se le invita a salmodiar y rezar, pero no a pensar, ni analizar, criticar o debatir37. La fe paraliza la inteligencia, empobrece al individuo, prohíbe el libre pensamiento, rechaza la ciencia o la instrumentaliza, imposibilitando cualquier investigación que vaya más allá de los textos sagrados o los cuestione. Los nuevos ateos inciden de manera particular en la oposición de la ciencia a la fe. Se trata de un conflicto inevitable, dada la irracionalidad del hecho religioso. La creencia en Dios, en milagros o en un alma inmortal son precientíficas, cosa que ignoran culpablemente las grandes religiones. Según Hitchens la actitud de la religión hacia la ciencia es «necesariamente hostil»38: «Todos los intentos de reconciliar la fe con la ciencia y la razón están llamados a fracasar y a quedar en ridículo precisamente por tales razones»39. Sentencia Hitchens que «a la religión se le han agotado las justificaciones. Gracias al telescopio y al microscopio, ya no ofrece ninguna explicación de nada importante»40 . Pero esta rivalidad entre ciencia .y religión es ficticia. Como han denunciado muchos críticos, los nuevos ateos manipulan estos temas hasta el punto de que difícilmente un creyente se puede ver retratado en las creencias que le atribuyen41. Instrumentalizan la ciencia para que apoye sus propias ideas, que no se concluyen de la misma. Por otra parte, se equivocan cuando ven a la fe como un rival de la ciencia. La fe no es ninguna clase de pseudociencia ni dispensa al creyente de buscar la evidencia. El cristianismo no pretende ofrecer una explicación científica del mundo.


— El buen creyente odia la razón Estas posiciones se fundamentan también en una concepción errónea de la naturaleza de la fe. Se piensa que «creer» equivale a sostener hipótesis sin que existan pruebas empíricas suficientes. Sam Harris es particularmente claro en este tema. Como la fe contiene creencias que se refieren al mundo y que guían nuestra conducta, pero no se somete a ningún tipo de evidencia, «es sencillamente una creencia injustificada en asuntos de gran importancia»42. Por ello la fe es irracional, es una impostura, una sinrazón. «Donde hay razones que sustenten nuestras creencias, no hay necesidad de fe», describe Harris43. Esta caracterización de la fe es común a otros ateos del grupo. «La fe religiosa es un silenciador potente del cálculo racional»44, escribe Dawkins. Creer significa que «no hay que justificar lo que se cree»45 . Pero esto significa que la fe religiosa es siempre algo malo, porque no se debe creer aquello que no cuenta con argumentos suficientes. «La fe es un mal precisamente porque no requiere justificación ni tolera los argumentos»46 . Lo más terrible —dice Dennett— es «su irracional certeza de tener todas las respuestas»47. Por ello las creencias religiosas resultan inmunes a la crítica, al progreso, al diálogo. Sin embargo, esta caracterización de la fe es extraña y no responde a los análisis que la tradición filosófica y teológica ha venido realizando de la misma. La fe no consiste principalmente en suscribir la proposición de que existe un Ser Supremo sino en la adhesión de corazón a Dios, en la entrega total y libre a Dios. La fe no es tampoco aceptar unas proposiciones sin pruebas suficientes. La relación entre conocimiento y creencia no es tan simple como parecen pensar los nuevos ateos, según los cuales sólo cabe un tipo de conocimiento, el científico, el cual excluiría toda creencia. Todas las personas tenemos muchas creencias que son razonables, sin que las podamos justificar de un modo impecable. El mismo conocimiento científico descansa en unas creencias. Con fina ironía dice Eagleton: «Incluso Richard Dawkins vive más de la fe que de la razón»48 .

 

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