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Roberto García González
/Dr. en Filosofía alemana
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DIÓCESIS DE ZAMORA
JUBILEO TRAS 150 AÑOS
DE IDEOLOGÍAS DEL PODER
Autocrítica preliminar
Por honestidad intelectual reconozco autocríticamente, que mi propia Crítica a las ideologías del poder es ella misma también ideológica. Su contenido es parcial, dispuesto incesantemente a una constante reelaboración y siempre en proceso de autoreforma como la Iglesia tras el Concilio Vaticano II conforme a la tesis: Ecclesia semper reformanda est. Esta búsqueda de todo aquello, que es verdadero, noble y justo, permanece abierta, pues es un proceso más inacabado e inconcluso que muchas otras tareas humanas. Dicho con otras palabras, esta búsqueda es apenas el comienzo de una investigación y de ninguna manera un asunto concluso, tampoco „definiente” ni definitivo.
He lanzado este ensayo heurístico al océano de la información, como si fuera una botella con una súplica de auxilio. Si alguien la encontrara y leyera su mensaje, por favor ¡ayúdeme! Con fe solícita profeso el Credo y asiento incondicionalmente con deferencia obediente a la disciplina eclesiástica, ante todo a las leyes contenidas en el Código de Derecho Canónico. Con asentimiento cristiano acato gozosamente la enseñanza de los pastores del pueblo de Dios, que son testigos auténticos de la fe, y estoy dispuesto a colaborar en comunión con los obispos diocesanos en favor de la misión apostólica y misionera de la Iglesia. Así lo he hecho hasta ahora y lo haré sin dudarlo unido a la oración de Jesús a pesar del sufrimiento en Getsemaní: „Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42).
Dialogué con caridad en privado conforme a Mt 18,15 y al CIC c. 212 § 3, y no fui escuchado. Luego expuse en efecto en diversas ocasiones mi punto de vista en presencia de testigos del presbiterio y a partir del mutuo intercambio de opiniones con ellos intentamos lavar la ropa sucia en casa, pero tampoco fuimos escuchados. Por eso ahora doy el siguiente paso evangélico: „informa a la comunidad” conforme a la recomendación del Señor en Mt 18,17.
El contenido de esta Crítica a las ideologías del poder deja intacto el depósito de la fe y la doctrina moral sobre las costumbres cristianas. A la luz de la Revelación y desde la integridad de la Tradición continúa la misión profética contra las infidelidades del Pueblo de Dios a la Alianza. La fidelidad a dicha misión llevó a Jesús a la cruz, en la cual el Cordero de Dios puso punto final a la historia de la violencia, para que jamás haya de nuevo otro crucificado. Es decir, para que la religión renuncie a la violencia y la historia del Calvario nunca más se repita. En la cruz Cristo ha redimido nuestro deseo de poder como origen de la violencia, nuestra memoria resentida y nuestra imaginación fracasada, en favor de los esfuerzos de la inteligencia creyente y de la voluntad comprometida con la gracia.
Es tradición de la Iglesia no condenar a las personas, sino más bien sus acciones y sus doctrinas. Por ello como hijo suyo me siento amado en su regazo maternal a pesar del juicio apresurado y severo de algunos de mis hermanos en la fe. Dado que no pudieron rebatir mis opiniones con argumentos consistentes, recurrieron a la estrategia instrumental de la descalificación. Así fui completamente excluido de cualquier tarea diocesana, en la que pudiera ofrecer a la Iglesia mi servicio especializado como filósofo, con el fin de parecer de facto desacreditado intelectualmente en el ostracismo. El os-cura-ntismo de algunos clérigos les impide interpretar la misión subversiva de la libertad de pensamiento como un cuestionamiento crítico de toda aquella posición de poder, que favorezca una desviación lejos del Evangelio de la κένωσις. Primero intentaron reclutarme como aliado y después debido a mi actitud crítica me atrincheraron con la estrategia mimética de „todos contra uno”. Aun así sirvo mejor al Pueblo de Dios como símbolo de las víctimas asesinadas, cuyos nombres han sido borrados de los archivos con el insulto del olvido indiferente y despiadado. La amnesia ideológica es la estrategia de los hombres perversos, para aniquilar no sólo a las víctimas sino también sus memorias a toda costa por medio de la crueldad del olvido. Los tiranos intentan borrar los rastros de las víctimas, a quienes ellos han exterminado en el holocausto de la Shoá. Por eso anhelan desaparecer también los relatos sobre ellas, pues lo que no es narrado, queda poco a poco también olvidado.
Por esta razón he decidido cepillar a contrapelo la indiferencia del olvido y narrar desde abajo y desde el reverso estos micro-relatos como una Crítica a las ideologías del poder en solidaridad con el sufrimiento de los justos e inocentes, quienes como víctimas de la violencia han decidido perdonar a sus verdugos para ofrecerles a cambio la redención de la memoria liberada del resentimiento, la redención del deseo –capaz de transfigurar la historia de la violencia y ponerle punto final– y la redención de la imaginación –capaz de resucitar con esperanza entre los escombros apocalípticos del fracaso después del linchamiento de los crucificados–. Gracias a dicha redención de la memoria, del deseo y de la imaginación la temática sobre el fin del mundo se transfigura en la espera del fin de este mundo violento y en la búsqueda del sentido o finalidad del mundo convocado a la paz dentro del contexto armónico de la inteligencia creyente y de la voluntad humana comprometida con la gracia. Tras haber sido crucificado y haber resucitado con el Señor, saludo tanto a los testigos fieles del Cordero como a mis verdugos con las palabras del Crucificado, que ahora vive para siempre: „¡La paz esté con ustedes” (Jn 20,19).
El límite de la verdad es la caridad y más allá de la verdad lo realmente universal es la solidaridad en el sufrimiento, a partir del cual emana el origen más evangélico de la autoridad. Por esta razón la autoridad evangélica procede más bien de la solidaridad en el sufrimiento con el Crucificado y con cada crucificado, que del conocimiento, nombramiento, experimento, argumento o sentimiento. Por lo tanto este ensayo heurístico de ninguna manera es una crítica a la autoridad sino propiamente a las ideologías del poder. La renuncia kenótica al deseo del poder posibilita la solidaridad más universal en el sufrimiento de la cruz. Así el sufrimiento por amor se convierte en la verdadera fuente de la sabiduría y Cristo crucificado según 1Cor 1,24 se identifica con la fuerza y sabiduría de Dios. Ni la violencia, ni la ideología, ni tampoco el deseo de poder pertenecen al contenido de la fe y de ninguna manera al ideal profético de las costumbres evangélicas. En consecuencia he renunciado al poder por coherencia moral e intelectual, ya que es la única manera de romperle el resorte a los engranajes de la maquinaria diabólica de la violencia. A causa del deseo de poder la Iglesia zamorana se ha convertido en otro peón sobre el tablero de la violencia, en otro peón manipulado por los engranajes de la violencia, por la fuerza ciega y anónima del mal. Como prototipo de decadencia „pornocrática” he elegido el lobby autodenominado „Sagrada Familia”, que como grupo de presión ha imitado las estrategias y la estructura de los carteles del crimen organizado en el Estado de Michoacán y, por supuesto, con intereses completamente ajenos al Evangelio ha configurado su propia versión de la mafia a là zamorana. Considero que ésta debería ser denominada justamente como „Familia Zamorana”.
En las últimas décadas muchos otros después de Abel han sido en efecto masacrados por Caín, pero ellos deben narrar su propia versión a partir de sus vivencias. Así esta Crítica a las ideologías del poder puede aspirar a una modesta universalidad, más bien en virtud de la solidaridad en el sufrimiento con las otras víctimas, que a costa de la indiferencia abstracta de la verdad de los verdugos. En su capucha e incluso debajo de su capirote de historicidad no hay lugar más que para una verdad, la cual consiste única y exclusivamente en el linchamiento de las víctimas.
En estas circunstancias ofrezco con mayor incondicionalidad mi obediencia y amor a la Iglesia en un tiempo de ministros indignos para un más fiel seguimiento del Señor. Conforme a su promesa indefectible a pesar del mal Cristo conduce a su Iglesia y no permite que las puertas de la morada de los muertos prevalezcan sobre ella (Mt 16,18). Desde el envés de la historia de los justos asesinados repito una y otra vez con Carlo Carretto:
»¡Iglesia, qué cuestionable eres y sin embargo cuánto te amo! ¡Cuánto me has hecho sufrir, y sin embargo, cuánto te debo! [...] ¡Me has escandalizado tanto, y sin embargo me has hecho comprender la santidad! [...]¡Cuántas veces he tenido el deseo de cerrar las puertas de mi corazón en tu propia cara, [y sin embargo] cuántas veces he orado para poder morir entre tus brazos seguros! [...] No puedo liberarme de ti, porque soy tuyo[...] ¿Y después, a donde iría? ¿A construir otra iglesia? Pero no podría construirla sino con los mismos defectos, porque son los míos que llevo dentro. Y si la construyera, sería mi iglesia, ya no aquella Iglesia de Cristo. Soy lo suficientemente viejo para comprender que no soy mejor que los otros. Ninguno de nosotros es creíble, mientras permanezca sobre esta tierra... La credibilidad no es de los hombres, es sólo de Dios[..]«.1 De nosotros es la debilidad, añado por mi cuenta al texto de Carretto, quien continúa así:
»Cuando era joven no comprendía porqué Jesús, a pesar de la negación de Pedro, lo constituyó como cabeza, su sucesor, primer Papa – Ahora eso no me asombra ya y comprendo cada vez mejor que al haber fundado la Iglesia sobre la tumba de un traidor, de un hombre que se acobardó ante los chismorreos de una sirvienta, era una advertencia continua para permanecer cada uno de nosotros en la humildad y en el conocimiento de la propia fragilidad. No, no abandono esta Iglesia fundada sobre una roca tan débil, porque jamás fundaré una otra sobre una piedra aún más débil, la cual soy yo. [...] Y si las amenazas son en verdad numerosas [...], más numerosas son las palabras de amor y más grande es su misericordia. Diré precisamente, pensando en la Iglesia y en mi pobre alma, que Dios es más grande que nuestra debilidad«.2
Por mi parte soy capaz de construir puentes con las piedras, en lugar de muros. Y soy de la misma opinión con Qohelet: »Todo tiene su momento [...]. Tiempo de dispersar piedras y tiempo de recogerlas«. Por ello agrego con Carretto: »[...]Lo que cuenta es la promesa de Cristo, lo que cuenta es el cemento que une la piedras, es decir el Espíritu Santo. [...] Y el misterio está aquí. Esta mezcla de bien y de mal, de grandeza y de miseria, de santidad y de pecado presente en la Iglesia, en el fondo soy yo [mismo]. [...] El perdón de Dios, cuando nos toca, convierte a Zaqueo, el publicano, en transparente, y en inmaculada a Magdalena, la pecadora. [...] Así Dios muestra que es verdaderamente Dios, es decir el único capaz de hacer todas las "cosas nuevas" [Ap 21,5]«.3
En consecuencia la publicación de este ensayo heurístico no atenta contra el C.I.C. c. 1369 puesto que no profiere blasfemia, ni injuria la religión o a la Iglesia y menos aún suscita el odio o el desprecio contra ellas. Más bien se deja redimir por Cristo, quien mira con amor nuestra fragilidad. Así quedan respondidas las preguntas que en su momento el mismo H.U. von Balthasar y el mismísimo J. Ratzinger respectivamente se habían planteado en 1971: ¿Por qué soy todavía cristiano? ¿Por qué permanezco en la Iglesia? Con ello también respondo a la pregunta que me he planteado inspirado por Balthasar: ¿Porqué me hice sacerdote? Como cristiano y como sacerdote he encontrado ante todo en la Iglesia católica una Institución completamente respetuosa de la libertad de expresión, comprometida en la búsqueda solidaria de la verdad y compañera en el camino del hombre sufriente. Ninguna cabeza bien constituida debería dejarse ensuciar el corazón, aunque a veces deba ensuciarse las manos.
Por eso creo que esta Crítica a las ideologías del poder fortalece mi amor y mi servicio a la Iglesia humilde ante su fragilidad y redimida de los pecados de sus hijos. Esta Crítica a las ideologías del poder ayuda a que los textos de Carretto arriba citados no parezcan una simple autojustificación ideológica de la violencia en búsqueda de una posición de poder. Así me apropio con sinceridad tales textos de Carretto e incluso renuncio explícitamente, a ejercer cualquier cargo de poder dentro de la Iglesia. De hecho he escrito los siguientes textos, para que los espíritus con perspectivas estrechas no me consideren candidato apto para dicha función dentro de la Iglesia. Cada vez que alguien me ha propuesto para un oficio de este tipo, he orado para que el Señor no me agobie con el peso abrumador de esa cruz y hasta ahora me he sentido muy agradecido de haber sido escuchado por Él. En estos tiempos aciagos dejo, que otros suden con calenturas que son ajenas.
Me limito en los siguientes capítulos, a criticar las ideologías del poder en nuestra Diócesis de Zamora desde los escombros de la exclusión y desde el polvo escondido debajo de la alfombra de la simulación. A partir del envés kenótico de la solidaridad en el sufrimiento he podido comprender con mayor perspicacia a muchos otros excluidos. Esta encrucijada se ha convertido en un encuentro de gracia con el Dios de los Evangelios revelado en el Crucificado. En él, Dios se hizo nada. Desde los escombros y desde el polvo ha hecho resurgir a quienes habían sido masacrados por las ideologías del poder, a aquellos testigos de la fe, que ofrecieron su vida por Cristo mediante el martirio. Así pues agradezco a Dios, por la gracia de develarse en el rostro de tantos crucificados por las ideologías del poder, contra las que el Evangelio dirige toda su crítica subversiva.
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1 CARRETTO, Carlo, Ho cercato e ho trovato (Cittadella/Queriniana, Assisi/Brescia 1983).
2 Ibidem.
3 Ibidiem.