top of page

DIÓCESIS DE ZAMORA

JUBILEO TRAS 150 AÑOS DE IDEOLOGÍAS DEL PODER​

​ORÍGENES 5/12​​​

4.1 Escasez de recursos 2/2

No sólo eran los territorios de tales parroquias extensos y estaban habitados por población dispersa, sino también eran las vías entre ellas inseguras e intransitables. Incluso faltó en aquel tiempo a nuestra Diócesis dinero, para pagar los gastos del traslado y de la recepción del primer Obispo de Zamora. Además eran los fondos escasos, para cubrir tanto los gastos de las oficinas del Obispado y los pagos de sus empleados, como también los sueldos de los miembros de la Curia y del Cabildo. El nuevo Seminario Diocesano –fundado en 1837 por el P. Villavicencio como Colegio de San Luis Gonzaga y como auxiliar del Seminario de la en aquel tiempo Diócesis de Michoacán, después convertido en Seminario de Zamora en 1864 y organizado como tal tras la llegada oficial de Mons. de la Peña acaecida de hecho en 1865 –, carecía de recursos incluso para pagar la leche y el pan de los seminaristas y a causa de la desamortización de bienes eclesiásticos habían sido dejados los pocos templos zamoranos casi en la ruina.
No obstante podía disponer Zamora ahora de los diezmos en razón de su erección como sede episcopal. Bajo estas circunstancias quiso Mons. de la Peña no sólo ser solidario con su nueva Diócesis mediante una vida austera, sino también organizó las estrategias para la consolidación de su economía. Con este fin utilizó en efecto un préstamo concedido por la Arquidiócesis, además administró con disciplina los diezmos y estuvo atento al control estricto de los así llamados «Pindecuarios» en la cultura p’urhé.1 Gracias a dichas estrategias se comprometieron laicos y clérigos con el proyecto económico de Mons. de la Peña, por ejemplo miembros de la Vela Perpetua y canónigos. A éstos últimos redujo Mons. de la Peña no sólo el sueldo, sino también otros beneficios y su tajada de los ingresos procedentes del diezmo. En oposición a ello renunciaron algunos canónigos inconformes a su oficio. Entre ellos se encontraba el primer Rector del Seminario de Zamora el Cango. Luis G. Sierra, cuya postura se deja describir de la siguiente manera:

„El Sr. Sierra renunció “por motivos de conciencia” a su canongía y oficios en 1869; lo hizo en compañía de otros miembros del Cabildo a quienes se les aceptó; a él hasta el 4 de marzo de 1871. Parece que tales renuncias se debieron a que los “beneficios” no sólo no eran buenos, sino que los Canónigos salieron debiendo a fin de año“.2

De esta manera antepuso Mons. de la Peña los intereses eclesiales de la Diócesis frente a los intereses particulares de cualquier grupo de poder, cuya ideología favorecía la tendencia de una Diócesis pobre con clérigos ricos. En 1987 dispuso el Sínodo Pastoral de Zamora en el anexo 4 como norma 4 respecto a la así llamada «cooperación diocesana» o diezmo lo siguiente:

„La Oficina de Administración Diocesana destinará el 15% al Seminario, el 5% para el Fondo de Nivelación Económico del Clero y lo restante para el Fondo Común Diocesano“.3

Aunque los canónigos se extinguieron en nuestro Obispado, otros no han querido destinar durante décadas enteras ese 15% al Seminario, mientras Mons. de la Peña se retuerce quizá en su sepulcro. Si la dimensión social del Jubileo pretende tener algún significado a largo plazo, debe proponer estrategias efectivas en favor de la administración justa de nuestra economía diocesana. En caso contrario será sólo parte de una comisión para la organización de shows del corazón y de eventos de tele-caridad. Mientras tanto al equipo directivo de la Diócesis de Zamora le falta visión y voluntad, para rescatar su economía de la bancarrota.
Las ideologías del poder han permitido con la anuencia disimulada de nuestros últimos obispos la consolidación de los ingresos de unos pocos clérigos millonarios, uno de los cuales ha aprovechado su amistad útil con los últimos prelados de nuestra Diócesis para engatusar a un grupúsculo ambicioso de clérigos sedientos de poder, y el fatídico endeudamiento de nuestra economía diocesana de acuerdo con los datos publicados en el informe oficial de 2012. Bastaría una auditoría contable por parte del Estado Mexicano, para que los anteriores escándalos relacionados con delitos sexuales atribuidos al clero fueran apenas peccata minuta por decirlo así en comparación con la administración irregular de ciertas iglesias. Cuando esto por fin suceda, veremos quien tenía razón.
Por ahora nos ilustra la Historia ante la barbarie y violencia causada por la posesión de los bienes eclesiásticos durante los dos últimos siglos de la misión de la Iglesia en México desde la Guerra de Reforma, el Imperio de Maximiliano y la Guerra Cristera hasta la lucha de los criminales por el control de ciertas zonas estratégicas de nuestro país.
______________________________________

1 Es decir los libros de contabilidad, en los cuales eran registradas las costumbres en relación con las fiestas

    y ofrendas en especie y dinero entregadas al ministro, al que organizaba cada fiesta.

2 VALENCIA AYALA, Francisco, El Seminario de Zamora (FVA, Jacona 1977), p. 21.

    El autor cita por su parte las Reminiscencias de Luis G. Arceo.

3 SPDZ Anexo 4, p. 187.

bottom of page