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DIÓCESIS DE ZAMORA

JUBILEO TRAS 150 AÑOS DE IDEOLOGÍAS DEL PODER​

​ORÍGENES 4/12​

4. José Antonio de la Peña y Navarro (1799-1877)
   1er. Obispo de Zamora (1864-1877)

4.1 Escasez de recursos 1/2

Mientras que el Gobierno de México en tiempo de Juárez entre los años 1857 y 1872 dispuso de abundantes recursos económicos gracias a las Leyes de Reforma relativas a la nacionalización y desamortización de bienes eclesiásticos, encontró José Antonio de la Peña y Navarro como primer Obispo de Zamora en 1865 tras su llegada una diócesis extremadamente carente de medios. Quizá coincidieron las circunstancias más favorables para el despilfarro de dichos bienes en 1861, cuya coyuntura se deja describir de la siguiente manera:

„Jamás gobierno alguno del México independiente había tenido tantos recursos a su disposición como el de Juárez en 1861, a consecuencias de la nacionalización de los bienes eclesiásticos […]. Pero jamás tampoco había habido el despilfarro que entonces. Los bienes se regalaban por casi nada, y en realidad sólo sirvieron para enriquecer a unos cuantos“.1

Dicho despilfarro fue incluso cínico. De ello son los siguientes datos especialmente ilustrativos: El convento del Carmen de Morelia fue valuado en 30,000.00 pesos de aquel tiempo y vendido en 4,277.23 pesos. El Gral. Miguel Blanco Múzquiz despojó a la catedral de Morelia de toda su plata labrada, valorada en 500,000 pesos. Cerca de 40 templos fueron saqueados en distintas partes del país, algunos demolidos y muchos conventos fueron o bien demolidos o surcados por nuevas calles, las que fueron abiertas con alevosía a través de ellos.2 De los 11 Seminarios diocesanos en aquel tiempo existentes fueron confiscados 9 y el de Puebla fue entregado a dos interesados.3

Con Gutiérrez Casillas soy de una opinión, según la cual „los verdaderos fines de la nacionalización de los bienes de la Iglesia parecen haber sido los de adquirir nuevos recursos para proseguir la campaña militar​“.4 De 1855 a 1867 fueron asesinados 11 sacerdotes a causa de la violencia contra ellos, muchos fueron torturados y otros desterrados. Cuando los liberales en Navidad de 1860 ocuparon la capital del país, repicaron las campanas todo el día, para celebrar su triunfo. Al año siguiente emprendieron los obispos exiliados en compañía de los diplomáticos expulsados su viaje desde la ciudad de México hacia Veracruz, donde los obispos desterrados y el Delegado Apostólico fueron apedreados públicamente.5 Dicho brevemente, en el México bronco han sido ciertos capítulos de nuestra historia muy violentos y por tanto es la violencia de ninguna manera un fenómeno nuevo en nuestro país.

A consecuencia de la violencia contra la Iglesia fue desterrado de Morelia a Tacámbaro el entonces Gobernador de la Mitra P. José Antonio de la Peña antes de la Guerra de Reforma6 y a su regreso auxilió en la plaza de Morelia a las víctimas del conflicto entre liberales y conservadores. En este contexto llegó a ser promovido José Antonio de la Peña al Episcopado como Auxiliar de la así llamada Diócesis de Michoacán el 7 de abril de 1862 y Titular de Δρουσιπάρα, si bien fue consagrado como Obispo hasta el 8 de mayo de 1864, después de que fue elegido como primer Obispo Titular de Zamora el 19 de marzo de 1863. A causa de la inestabilidad política del país pudo instalarse en la diócesis de Zamora hasta el 10 de diciembre de 1865 tras el establecimiento del Imperio de Maximiliano de la dinastía Habsburg.

De la Peña encontró su sede episcopal hundida en la miseria no sólo a causa de la nacionalización y desamortización de bienes eclesiásticos, sino también en razón de la arbitraria división territorial de su nuevo Obispado. La bula In celsissima militantis Ecclesiæ specula menciona las siguientes 35 parroquias asignadas en aquel tiempo a nuestra Diócesis y su catedral en Zamora:

„Parœcias nuncupatas Zamora, Aguililla, Apatzingan, Patamban, Coalcoman, Cotija, Coahuayana, Charapan, Chilchota, Capacuaro, Huacana, Jacona, Jiquilpan, Maquili, Nahuatzen, Periban, Parangaricutiro, Paracho, Pichataro, Pomaro, Purepero, Tangancicuaro, Tarecuato, Taretan, Tancitaro, Uruapan, Tepalcatepec, Tingüindin, Tingambato, Tzirosto, Santa Ana Amatlan, Sahuayo, Pinzandaro, Tlazazalca, Ixtlan et Urecho“.7

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1 GUTIÉRREZ CASILLAS, José, Historia de la Iglesia en México (Porrúa, México 1974), p. 307.

2 En la ciudad de México abrieron la calle 16 de Septiembre a través del convento de San Francisco, después de la demolición de su zona sur. La apertura de una nueva calle fue también el pretexto para la demolición del convento y las capillas anexas a la actual iglesia de Santo Domingo, cuyo estilo barroco es un tesoro artístico mexicano. Cfr. Ibid., p. 318-319.

3 Cfr. Ibid., p. 301.

4 Ibid., p. 306.

5 Cfr. Ibid., p. 303.

6 Cfr., VALVERDE TÉLLEZ, Emeterio, Bio- bibliografía eclesiástica mexicana: 1821-1943 (Jus, México 1949), v. II, p. 221.

7 GARCÍA GUTIÉRREZ, Jesús, comp., Bulario de la Iglesia mejicana: documentos relativos a erecciones,

    desmembraciones, etc. de Diócesis mejicanas (Buena Prensa, México 1951), p. 558.

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