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DIÓCESIS DE ZAMORA

JUBILEO TRAS 150 AÑOS DE IDEOLOGÍAS DEL PODER

LA BASURA SUBE MIENTRAS HAY BORRASCA 1/20
 
1. Jaime Calderón Calderón
 
Conocí a Jaime Calderón un poco más de cerca, cuando coincidimos durante el curso de verano de 1992 para la Síntesis Filosófica orientada al examen de Universa de la UPM en la ciudad de México, él con el fin de iniciar los estudios de licencia y yo como conclusión de mi formación básica de Filosofía. Además de la Síntesis Filosófica aproveché la oportunidad para estudiar por las tardes griego clásico, porque el koiné me parecía insuficiente para el estudio de los textos filosóficos antiguos. Al final del curso de verano portaba Jaime ojeras muy oscuras, mientras que yo ya había cómodamente superado tanto el examen de griego clásico como también el examen de Universa Philosophiae.
Dos años después llegó Jaime Calderón como licenciado en Filosofía por la UPM al Seminario de Zamora para substituir a los tres profesores de Filosofía despedidos por Mons. Valencia –también conocido como Sr. Violencia–, a saber loa PP. Jesús Ruiz, Agustín Guerra y Rafael Valdez; éstos tres últimos, licenciados por la Universidad Gregoriana. Los alumnos descubrieron pronto la falta de precisión conceptual de Jaime Calderón y el escaso contacto de su propuesta filosófica con los problemas de la vida diaria. Dado que Gabino Ordaz fue en aquel tiempo aciago el mayor desastre como profesor de Filosofía, al final de mis estudios teológicos me enviaron a la UPM para una especialización como licenciado en Filosofía.
Durante aquel período Manuel Méndez quiso en efecto manipularme para que yo colaborara en su juego, pero establecí claramente mi distanciamiento de él. Mi asesor de tesis, P. Erasmo Bautista, decano de la Facultad de Filosofía y actualmente Superior Provincial de los Combonianos en México, me ofreció una beca para cursar el doctorado en Innsbruck inmediatamente después de la Licencia en la UPM. Sin embargo la oposición por parte de algunos formadores del Seminario de Zamora influyó en mi Obispo D. Carlos Suárez. Por su parte Jaime se adelantó y fue a ofrecerme hasta mi habitación en la entonces denominada Residencia Juan XXIII en la Cd. de México una lista de materias filosóficas, para que yo eligiera algunas según mis intereses. Terminada la Licencia regresé a Jacona como profesor del Seminario y muy pronto surgió la celotipia en Jaime Calderón, al notar no sólo la preferencia que sentían los alumnos por mis clases en comparación con las de él, sino también la gran cantidad de alumnos que se acercaban a mí como director de sus investigaciones para conseguir el título académico que el Seminario ofrece.
Cuando Jaime Calderón partió a Roma, para doctorarse yo quedé como amo y señor de la Filosofía en el Seminario. A su regreso todo mundo comentaba que preferían mis clases como Licenciado que las sesiones de Jaime como Doctor. Hasta Chayo, la catequista de La Planta, llegó a decirle: ¡Uh, Padre, antes le entendía un poquito. Desde que llegó de Roma no le entiendo nada!
La batalla final había comenzado. Jaime hizo en efecto todo lo posible, para que yo abandonara el Seminario, pero nada le funcionó. Raúl Duarte estaba convencido de que pocas veces se encuentra una auténtica vocación como profesor y que yo era para ese fin. Por tanto solicitó ayuda al P. Erasmo, para solicitar formalmente una beca para mí en Innsbruck. El Obispo D. Carlos Suárez firmó y en el transcurso de un mes arreglé toda la documentación necesaria. Posiblemente Jaime y su conciliábulo esperaban que el proyecto fracasaría y tendría que esperarme un año todavía, tal  como le sucedió a Juan Carlos Álvarez y a Francisco Javier Ordaz en los años anteriores.
Sus expectativas naufragaron. Con hipocresía se despidieron de mí y yo viví los seis años más felices de mi vida en Innsbruck rodeado por los Alpes y acompañado por los Jesuitas austriacos. Dominé el idioma alemán, ingresé a la Universidad heredera de Rahner, Coreth, Muck y Runggaldier, me promoví como Doctor de Filosofía alemana, regresé a México con mi Tesis o Dissertation y con un sello Apostilla en mi título como certificación internacional de mis estudios. Este último es imposible obtenerlo para los que estudian en universidades con reconocimiento sólo eclesiástico como las universidades romanas.
Como Obispo Auxiliar de Zamora ha elegido Jaime Calderón la estrategia pastoral equivocada para conciliar los intereses entre el clero y el movimiento apostólico Guerreros de Cristo, fundado en Uruapan por Blanca Estela Zaragoza Sánchez. Si bien las formalidades para cambiar el nombre del movimiento y orientar a sus miembros por un camino canónico les parecen admisibles, se sienten clasificados entre los archivos de la sospecha. La sombra del Medioevo vuelve a oscurecer las relaciones entre laicos y clérigos y pareciera, que la falta de diplomacia por parte de los pastores les empuja cada vez más fuera de la Iglesia. Si la caridad pastoral se hubiera dejado ayudar por la diplomacia, Arrio no sería arriano y Lutero no sería luterano. ¿Por qué la Iglesia se arriesga a perder a sus hijos?
Si bien la iniciativa del presbiterio zamorano parecía prometedora en relación con la creación de un seguro de salud autónomo para nuestro clero diocesano, no obstante la forma insulsa e incompetente de organizar FRATESZAM es decir la Fraternidad Sacerdotal de Zamora ha sido un fiasco. Quizá la gestión inteligente de este desastre sea ahora el desafío más urgente para asegurar un plan de salud y de pensiones eficiente a corto, medio y largo plazo para nuestro presbiterio.
Recientemente en el verano de 2016 mis colegas de la Foranía Uruapan Oriente propusieron mi nombre entre la terna solicitada por Mons. Navarro. Si bien obtuve una abrumadora mayoría y en el informe del resultado mi nombre aparecía en primer lugar según la forma tradicional de la presentación de ternas, oré durante semanas, para que mi Obispo no me nombrara vicario foráneo. Finalmente en septiembre Mons. Calderón publicó oficialmente el nombramiento al final de una reunión de nuestra Foranía y me sentí muy agradecido por la decisión de Mons. Navarro, ya que me liberó de una responsabilidad, para la que no me considero apto. Dicho coloquialmente: „No quiero sudar calenturas, que no son las mías”. Sin el agobio abrumador de esa pesada cruz puedo concentrarme con mayor serenidad al proyecto que por ahora me interesa verdaderamente, a saber mi habilitación postdoctoral y mi labor heurística en conexión con las Universidades alemanas de Heildelberg y Tubinga.
Por mi parte estoy convencido de que el verdadero poder procede de la fe y me divierte que aquéllos que me temen me atribuyan erróneamente poder a raíz de su miedo. Desde la remoción de Jaime Calderón a la sede diocesana Tapachula se ha disipado dicho miedo proyectado por él, lo cual ha favorecido un notorio cambio en las relaciones de las instituciones zamoranas hacia mí. En efecto es muy seguro que el Auxiliar de Zamora fue quien se interpuso entre nosotros, es decir entre mi Obispo diocesano y yo. Afortunadamente en la historia de nuestra Diócesis los Auxiliares del Diocesano han sido figuras irrelevantes e incluso desechables.
Quizá alguien quería orillarme, para que yo abandonara la Diócesis de Zamora tal como en su momento lo hicieron el P. José Antonio Plancarte, San Rafael Guízar y Mons. José de Jesús Fernández. Tampoco me voy a retirar estratégicamente como el P. Francisco Valencia Ayala, cuando se refugió durante un tiempo en la obra de los Misioneros de Guadalupe, ni como el entonces P. Javier Lozano Barragán a la espera de vientos más favorables en alguna Universidad. Más bien quiero permanecer al lado de los crucificados y al servicio de la Iglesia universal en parte al estilo del P. Hans Urs von Balthasar concentrado en una obra editorial y sapiencial y en parte al estilo del Papa Emérito liberado del peso abrumador del poder tras su renuncia al ministerio petrino, pues tal vez en estas circunstancias sirvo mejor al Pueblo de Dios como símbolo de las víctimas asesinadas, cuyos nombres han sido borrados de los archivos con el insulto del olvido indiferente y despiadado.
 
Plugo a Dios, concederme la gracia de ser santificado así por esta vía dolorosa y lo alabo con las palabras de Jesús: „¡Gracias Padre, porque así te ha parecido bien!” (Mt 11,26 y Lc 10,21) y te pido por mis verdugos: „¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!” (Lc 23,34). No veo en efecto cómo pueda este ensayo heurístico escandalizar a los pequeños conforme a la advertencia de Mt 18,7 pero ciertamente „será signo de contradicción” para que entre nosotros „todos o caigan o se levanten” y se manifiesten „los pensamientos de todos” (Lc 2,34-35), no importa que a mí una espada me atraviese el corazón unido a „Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos” y para mí „fuerza y sabiduría de Dios” (1Cor 1,23-24).
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