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Iglesia de Jesús: Esencia de su misión e identidad

La Iglesia es comunión eucarística 2/6

Comentarios a la Eclesiología de

Joseph Ratzinger - Benedicto XVI

Papa emérito

 

 

2. La Iglesia: Sacramento de salvación, Cuerpo de Cristo y Pueblo de Dios

 

La primera vez que aparece la noción teológica de Ecclesia sacramentum salutis, en los escritos de Joseph Ratzinger, es en un breve artículo de 1961,1 donde expone la perspectiva dogmática de la Iglesia como Cuerpo de Cristo. Después de un recorrido histórico sobre el desarrollo de ese concepto, ya en clave sistemática lo sitúa entre dos extremos: por un lado, no se puede reducir al modelo profano de la corporación, como si la Iglesia fuera un Pueblo entre otros pueblos. Por otro lado, tampoco puede reducirse a una mera imagen mística de la unión puramente interior de la gratia capitis al estilo de la teología del cuerpo místico de Cristo, es decir, una imagen de la comunidad sin una referencia directa a las realidades institucionales. Más bien designa la singular visibilidad de la Iglesia, que le viene dada por el orden visible de la Tischgemeinschaft o sea de la "comunidad que participa en la misma mesa", donada por Dios a este mundo en la Eucaristía.2

 

«De este modo, Cuerpo de Cristo expresa exactamente el ser específico de la Iglesia. La Iglesia no es parte de los órdenes visibles del mundo, ni una civitas platonica como mera comunidad ideal o espiritual, sino un sacramento: es decir, un sacrum signum; como signo visible que sin embargo no se agota en la visibilidad, sino que según todo su ser, no es otra cosa que la referencia y el camino hacia lo invisible».3

 

En consecuencia, la Eclesiología ha de mostrar, cómo todos los elementos esenciales de la forma visible de la Iglesia están fundados en ser Cuerpo de Cristo. Por tanto, no son parte de una visibilidad que se baste a sí misma.4

 

Un importante texto sobre este tema fue publicado por el profesor Ratzinger en 1964, en la obra colectiva Wahrheit und Zeugnis.5 La expresión Zeichen unter den Völkern evoca el título, que daba el Concilio Vaticano I a la Iglesia: "signo levantado entre las naciones". Después de unas reflexiones acerca de las interpretaciones sobre el origen de la Iglesia en Cristo y en el Espíritu Santo, señala Ratzinter, que pertenecen a su esencia los tres significados del término ecclesia: la asamblea de culto, la comunidad local y la única comunidad universal. Como definición, propone la siguiente:


«La Iglesia es el Pueblo de Dios, que vive del Cuerpo de Cristo y se hace él mismo Cuerpo de Cristo en la celebración de la Eucaristía».6


Considerada en profundidad, se ve que en esta definición se contienen tanto la raíz
cristológica, como la pneumatológica de la Iglesia, su conexión con la historia de Israel y con la humanidad, y también la distinción y la novedad tanto respecto a Israel como a otros Pueblos y comunidades humanas. En este contexto surge la formulación de la Iglesia como Sacramento de salvación:

 

«Si entendemos así la Iglesia como "Pueblo de Dios desde el Cuerpo de Cristo", se manifiesta fácilmente todo lo específico de su ser: no se puede entender según el esquema de los pueblos de este mundo o como una corporación entre otras (uno de los malentendidos acerca de la noción de Cuerpo de Cristo), lo que sería incurrir en las habituales categorías jurídicas, ni tampoco una magnitud puramente mística o interior.Como comunidad que participa de la mesa de Dios [Tischgemeinschaft Gottes], como red de comunión, que abarca el mundo entero, tiene su propia visibilidad y orden, pero le hacen trascender lo puramente visible, es un "Sacramento", que no se refiere a sí mismo, sino que encuentra su esencia en la referencia hacia Aquél del que recibe su llamada, y al que debe reconducir la historia».7

 

La concepción de la Iglesia como Sacramento es el principio unificador común a las nociones de Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo.8 A partir de aquí, Joseph Ratzinger muestra cómo la estructura de la Iglesia se apoya en un ministerio, que es testimonio y servicio de la Palabra, que se articula sobre todo en torno a la mesa del Cuerpo del Señor, y que se organiza jerárquicamente mediante el Episcopado, Presbiterado y Diaconado. En este contexto de eclesiología eucarística se entiende también el Primado del Obispo de Roma.9 El ministerio del sacramento del orden es servicio a la totalidad de la Iglesia, a cuya estructura esencial, como es obvio, pertenece también el laicado:

 

«La Iglesia es más que el Papa, más que los obispos y los sacerdotes, más que todos aquellos que están investidos del ministerio sacramental (...) De ella forman parte los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos, cuyo corazón, esperando y amando, tiende hacia Cristo».10


Con ocasión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre los laicos de 1987 Ratzinger insistió en el carácter “asimétrico” de la interrelación entre el sacerdocio ministerial y el laicado: el sacerdote está para servir a los laicos, pero los laicos no tienen como misión propia servir a los ministros ordenados, ni participar en el ministerio clerical.11 Por el contrario:


«Así es, justamente la tarea específica del laico: obrar como un cristiano en los diferentes ámbitos o actividades de la sociedad y desarrollar en ellos, además un ethos, que deriva de la fe».12


En relación a la universalidad salvífica de la Iglesia, es necesario tener en cuenta la afirmación, ya enunciada por san Cipriano, según la cual salus extra ecclesiam non est. Para interpretar adecuadamente esta aseveración, es preciso tener en cuenta la sacramentalidad de la Iglesia, pues el sentido de la historia y su meta es entrar en el acontecimiento de Cristo, respecto al cual tiene sentido la existencia personal (una existencia que está centrada en el amor), y la misión de la Iglesia es precisamente ser germen del reino de Cristo en la historia.

 

«La Iglesia es así el signo público levantado para [mostrar] la voluntad salvífica de Dios en favor del mundo, el signo de Dios para la fraternidad eficaz entre los hombres».13

 

Con la fuerza que surge de la Pascua del Señor, la existencia de cada cristiano adquiere sentido en el seguimiento de Cristo como ser-para-los-demás. Esta característica de no serpara sí mismo pertenece también a la esencia y al sentido de la misión eclesial y a la identidad de la Iglesia, que debe hacer posible, con su Zeichenhaftigkeit o sea  capacidad significativa, que la salvación de Cristo abrace la dinámica misma del cosmos.14 Entender que la Iglesia es sacramento comporta en el pensamiento de Ratzinger, captar a la vez la amplitud ilimitada de la salvación como esperanza y el carácter indispensable de la unión con Cristo para dicha salvación.15

 

«Para la Iglesia visible, la unidad visible es algo más que "organización". La unidad concreta en la fe común, que se atestigua en la Palabra y en la mesa de la comunidad, es el signo que la Iglesia debe presentar al mundo. (...) En un mundo dividido debe ser el signo y el medio de unidad, que trasciende y une naciones, razas y clases».16

 

La unidad visible aparece en el doble signo de "la Palabra y de la mesa eucarística de la comunidad" como prenda, "signo e instrumento" de la comunión en el mundo. Una comunión de vida eterna que el hombre en efecto no puede darse a sí mismo, pero a la que está convocado, como fruto de la obra redentora de Cristo y de la fuerza del Espíritu Santo. La Iglesia es signo e instrumento de salvación, es decir sacramento de la comunión con Dios.
 

 

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1     Cfr. BENEDICTO XVI = RATZINGER, Joseph, Jesus von Nazareth. Prolog - Die Kindheitsgeschichten (2012), p. 5.

2     Cfr. Ibid., p. 9.

3     MEIER, John P., Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico (Verbo Divino, Pamplona 1998), v. I, p. 230.

 

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