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Anton Aschenbrenner

Ex-párroco, casado y papá

 

1.9 Mi autocomprensión del sacerdocio

 

En la Iglesia occidental suelen distinguirse los presbíteros por su forma de vida sin vínculo matrimonial. Muchos laicos viven hoy también sin desposarse. Muchos rechazan la responsabilidad por los hijos y prefieren una carrera, los viajes y una vida con lujos. La tendencia de nuestro tiempo se orienta hacia la individualidad. Quien se siente único, descubre pronto, que hay otros miles iguales a él con reservaciones turísticas durante sus viajes supuestamente nunca vistos, ellos también portan jeans y nadie luce un look completamente original. Del mismo modo ninguno es un sacerdote en absoluto especial. Dentro de cada sotana se arropa un hombre ordinario con deseos y tentaciones e ineludiblemente sexuado.

 

¿Qué tipo de gente pulula en las iglesias? Ya que necesitan, bautizar a sus hijos y organizar un evento, no debería extrañarnos, que no sólo busquen un encuentro con Jesús. Algunos se dejan fascinar por la solemnidad de las ceremonias y quieren destacarse como cantores, lectores y ministros extraordinarios en general. Alguno quiere influir en la vida de los demás o dirigir una comunidad, o sea obtener poder, cuya consecución sería más difícil por la vía política. Quienes dicen, que sólo quieren servir a Dios mediante la oración y la renuncia a sí mismos, no responden, por qué no ingresan a una comunidad religiosa de vida contemplativa.

 

A veces escucha uno, que cada párroco administra su comunidad a su estilo y que los fieles se sienten sometidos al arbitrio de un príncipe de la Iglesia. Seguramente debe dejarse reconocer el perfil común en cada empresa. La obediencia es exigida en cada firma bien organizada. En la Iglesia de Jesús debería ser exigida de modo distinto. Cada clérigo debería escuchar a Jesús y pregonarlo en su modo de obrar, en diálogo con los otros hijos de Dios.

 

Contra el uso diario de la fúnebre sotana clerical me opuse permanentemente. Desobedecí las normas, porque me parecía, que algunos querían sacar provecho de esa prenda oscura, atraer la atención e infundir reverencia. No quise parecer una pieza de museo en tiempos de autoglorificación, sino tratar a los seres humanos como hermanos y proteger nuestro mundo de una catástrofe irreversible. Obediencia significó para mí, colaborar con los otros con ayuda del diálogo, no por medio de la imposición de decretos.

 

Pienso en la pregunta planteada por Jesús a sus discípulos: Y ustedes ¿quién dicen, que soy yo? Muchos sacerdotes no tienen el valor de Pedro, para decir, de qué están convencidos en su corazón, o quizá no tienen convicciones propias, porque primero intentan conseguir una posición para su oficio, a la que subordinan otras convicciones.

 

Si intento reconstruir hoy, lo que me ha entusiasmado en el transcurso de mis cinco años de mi ministerio presbiteral, recuerdo cómo me impresionaban las celebraciones en nuestra enorme iglesia, que Dios era muy importante para todos, que Dios nos permitía acercarnos al altar y ante todo aquella atmósfera gigante con cantos e incienso. Interesante encontré, lograr esclarecer las dudas desde una perspectiva amplia. Y por último pero no menos importante me entusiasmó Francisco de Asís, quien soñó en el lecho ruinoso de una capilla: ¡Reconstruye esta Iglesia! Ése fue mi incentivo principal. Resanar la Iglesia en seguimiento de Jesús.

 

Me enteré de los ingresos de un sacerdote con la primera nómina. Es claro, que un párroco comparado con un gerente de banco obtiene pocos ingresos y comparado con un simple trabajador, naturalmente mucho más. Ya que un párroco normalmente no se preocupa por su propia familia, puede ser más sensible a las situaciones de pobreza. A pesar de haber abandonado la Iglesia, sueño con una Iglesia, la que sirve a los seres humanos en un mundo más solidario. El proyecto de Jesús me ha seducido, Francisco de Asís me ha cautivado y un Papa llamado Francisco me ha infundido nuevo ánimo. Sé también, que muchos otros dentro de la Iglesia son oportunistas. Jesús quizo, que el mayor fuera el servidor de todos. La Iglesia suele dominar en vez de servir.

 

Jesús no necesita un coro para la liturgia, ni un órgano para los conciertos, ni una catedral para los turistas. No ha sistematizado una Teología Dogmática, ni ha redactado libros de texto, ni ha coleccionado sus obras en museos. La mejor ceremonia no consiste en una liturgia solemne. La alegre proclamación de la Buena Nueva no se reduce a un discurso de retórica caprichosa. La identidad del sacerdote como alter Christus no se decide ante el altar, ni por la sotana, ni por las formulaciones teológicas complicadas.

 

Muchos buscan auténticos pastores de almas. Es decir pastores capaces de escuchar. ¿Por qué debe un hombre ser pobre, no desposado, teólogo, etc.? ¿Son los hombres no casados más espirituales, conocen mejor las certezas de la vida, son más ecuánimes y equilibrados? No lo creo.

 

 

Anton Aschenbrenner

Consagrado como sacerdote en 1988 en Diócesis de Passau, Niederbayern, Alemania.

Suspendido en 2003 por el Obispo Wilhelm Schraml de la Diócesis de Passau

y desde 2004 teólogo independiente.

 

 

Vínculo matrimonial y familias en situaciones complejas

 

Desafíos de la caridad para la Iglesia y Sínodo de los Obispos sobre la Familia
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