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»Dejarlo todo«,

incluso una orden religiosa,

para seguir al Señor: H. U. von Balthasar

 

2.1 Carlos E. Maciel del Río

»tras las huellas de Amós«

 

Para nadie era un secreto la amistad íntima entre el P. Carlos Maciel y el entonces seminarista Jorge Luis Martínez Chávez, por cierto muy comprometido con el P. Maciel en el trabajo del establo y estigmatizado por el equipo formador del Seminario de Zamora como un candidato al sacerdocio non gratus para nuestra Diócesis. En el imaginario del Seminario Mayor de Zamora se llegó en aquel tiempo a hablar morbosamente sobre una relación sospechosa entre ambos. Intervino el entonces Rector del Seminario José Luis Amezcua Melgoza y el P. Maciel abandonó su oficio como asesor de la sección de Teología. Ya desde finales del curso académico 1989-1990 la situación se había vuelto conflictiva. El mismo P. Francisco Valencia describe la evaluación del curso sucedida el 12 de junio de 1990 del siguiente modo:

 

»Fue una reunión pesimista. [...] El P. Carlos Maciel propuso una «reforma» de estructuras del seminario[...] para remediar la apatía e irresponsabilidad de los alumnos. [...] Hacía años que los alumnos estaban pacíficos, ahora se nota una corriente de descontento, atizada por alguien«.1

 

Las tensiones entre el P. Maciel y el P. Amezcua fueron cada vez más notorias hasta el punto de no intercambiar más el saludo de paz públicamente en la Misa de comunidad de los miércoles. Por su parte Carlos Maciel había monopolizado la mayor parte del tiempo de estudio de los alumnos con exigencias poco pedagógicas en asignaturas de su interés, a saber Griego koiné y Sagrada Escritura. Jocosamente decían los alumos, que los seminaristas estudiaban tres años Griego en vez de Filosofía y cuatro años Exégesis en lugar de Teología. Bajo esa carga difícilmente surgía entre los alumnos un verdadero amor a la Sagrada Escritura. Incluso han afirmado algunos, que ellos durante ese tiempo perdieron la fe paradógicamente por falta de pedagogía en el estudio de la Palabra de Dios.

 

La remoción del P. José Luis Amezcua de su oficio como Rector a Tangancícuaro a partir del 1. de agosto de 1993 propició una tregua quizá porque fue desactivado el mecanismo socioantropológico de la violencia con una cierta catársis por la expulsión del chivo expiatorio según la explicación de René Girard. Sin embargo el Seminario se convirtió en un terreno minado y muchos fueron afectados por sus explosiones tras la muerte de Mons. Robles Jiménez acaecida la noche del 17. de octubre de 1993, entre muchos otros también Carlos Maciel. Irónicamente ha quedado inmortalizado éste en la historia del Seminario de Zamora por su profética despedida en el comedor del Mayor. Con la Biblia en la mano proclamó una de las bienaventuranzas con la vigorosa originalidad del Sermón de la Montaña: »Dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de caulquier modo por causa mía. Estad alegres y contentos, que Dios os va a dar una gran recompensa; porque lo mismo persiguieron a los profetas que os han precedido«. Parecía, como si hubiera hablado el mismo Jesús. El P. Liévanos describe el acontecimiento con precisión:

 

»De hecho, cuando el P. Maciel se despidió de la comunidad, reunida en el comedor para el desayuno, recibió una atronadora ovación«.2

 

Después ejerció el P. Maciel como profesor y coordinador del Área de Teología Bíblica en la UPM. Un poco antes de abandonar el ejercicio del ministerio clerical se retiró de la mesa al final de la cena con las siguientes palabras sobre la exégesis bíblica: »Voy a seguir espulgando el ídolo«. La Diócesis de Zamora había perdido no sólo un biblista prominente como profesor, sino también un profeta tan valiente como Amós, quien fue expulsado del santuario de Betel por el sacerdote Amasías aliado a Jeroboán, rey de Israel. Nuestro Amasías había sido el Sr. Violencia.

 

Al lado de su nueva familia se dedicó Carlos Maciel en efecto a la agricultura, pero no le funcionó. Luego se integró como profesor a la Universidad Iberoamericana en León, Gto. Quizá se dejó inspirar por el profeta Amós, sobre el cual publicó el título Amós, el campesino metido de profeta. Si bien el título es ilustrativo, a Carlos le ha sucedido lo contrario, pues después de profeta se lanzó como agricultor y de agricultor a profesor. ¡Los giros que da la vida! El profeta vive para la Palabra y en contraste con ello el profesor vive de la palabra.

 

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1    VALENCIA AYALA, Francisco, Apuntes para la historia de la Diócesis de Zamora 1975-2000: II Parte (Zamora 2001), p. 24-25.

2      LIÉVANOS VALENCIA, Héctor / VEGA AMEZCUA, Serafín, Fractura en la Roca (Morelia 2005), p. 42. 

 

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