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»Dejarlo todo«,

incluso una orden religiosa,

para seguir al Señor: H. U. von Balthasar

 

2.12 Abel Hernández Murguía

»a quien come chile, le arde«

 

Tan ingenuo como Savonarola intenta desde el púlpito de San Rafael desacreditar a la parroquia de San Pablo, a la que como párroco sirvo. La polémica de Savonarola y su trágico desenlace ilustra claramente la manera como la cizaña crece entrelazada con la buena semilla. Sus sermones contra la familia Medici, contra el Papa Inocencio VIII y contra el Papa Alejandro VI dividieron la ciudad de Florencia en dos partidos: por un lado los piagnoni es decir los chillones a favor de Savonarola y por el otro los arrabbiati o sea los enojados contra él.

 

Savonarola atacó con ardor la persona y la política del Papa Alejandro VI, miembro de la familia Borgia. Citado en Roma por el Papa para justificar su polémica, Savonarola no se presentó y Alejandro VI le prohibió predicar. Aunque obedeció al principio, atizó la ira entre sus frailes dominicos. Por su actitud contumaz fue excomulgado en 1497. No se sometió y pretendía reunir un concilio para deponer al Papa.

 

¡Cuán osada es la ignorancia! Savonarola estaba dispuesto a someterse a la prueba de fuego. Lo desafió un franciscano también dispuesto a ello. El frenesí de la plebe se desbordó y por ello fue organizado el evento, para verlos arder juntos. Los piagnoni querían atestiguar el prestigio de Savonarola por medio de un milagro espectacular y los arrabbiati esperaban liberarse de él. Alejandro VI prohibió la verificación de dicho experimento. Aún así preparon los florentinos dos hogeras. Dominicos y franciscanos ingresaron en efecto a la plaza en procesión, pero Savonarola no. Otro dominico le iba a substituir y además quería ingresar a la hoguera con el Santísimo Sacramento. La plebe desencantada reaccionó con furia contra el engaño. El Papa ordenó el arresto del fraile para complacer a los arrabbiati.

 

Durante el proceso penal se pisotearon todas la normas. Durante cuarenta días fue torturado y al final Savonarola firmó su confesión con el brazo derecho, aún intacto para que llegado el momento puediera firmarla. Savonarola y sus dos secuaces de la Orden de Santo Domingo, Fray Silvestro de Pescia y Fray Domenico, fueron condenados en Florencia, ahorcados y su cadáveres quemados en público. Sus cenizas, fueron arrojadas al río Arno, al lado del Ponte Vecchio, en Florencia.

 

¡Abel, te invito a Florencia! ¿Qué te arde? ¿Tú fracaso en Sahuayo? ¿Quizá también tu fugaz oficio en Vista Hermosa presionado por cierta cobardía? Los errores pueden convertirse en nuestros mejores maestros. Ap 3,19: ἐγὼ ὅσους ἐὰν φιλῶ ἐλέγχω καὶ παιδεύω.

 

 

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