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1. ¿Qué nos está permitido esperar? 2/3

Desafíos del Sínodo y expectativas de Mons.

Johan Bonny

Obispo de la Diócesis de Amberes

 

 

1.2 Situaciones „irregulares“

 

 

Coloquialmente se dejan utilizar las expresiones „situaciones regulares“ y „situaciones irregulares“ como convenciones. Su significado connota valoraciones morales y tiene consecuencias para la disciplina de los sacramentos. Más allá de ello debemos concebir muy cautelosamente la distincion entre „situaciones regulares“ y „situaciones irregulares“, porque la realidad es a menudo mucho más compleja que estos dos conceptos opuestos. Un pensamiento maniqueo y bipolar explica injustamente la existencia narrativa de la vida completa de los seres humanos y de sus situaciones.

 

De hecho se entrelazan las „situaciones regulares“ y las „situaciones irregulares“ en la mayoría de las familias cristianas. A partir de esta encrucijada surge una solidaridad entre los miembros de cada familia, quienes se apoyan y se aprecian recíprocamente. La Iglesia no debería subestimar dicha actitud, porque la solidaridad con los afectados por estas situaciones „irregulares“ es un signo importante de la encarnación de Dios en nuestra naturaleza lábil. En semejante contexto he debido constatar, cuánto puede herir el lenguaje chocante de la Iglesia a sus propios hijos en „situaciones irregulares“ a raíz de ciertas descalificaciones moralizantes. Muchos de nuestros documentos oficiales necesitan urgentemente una revisión al respecto. Si yo dialogo con estos fieles, no me permito utilizar determinadas formulaciones, para no juzgarlos injustificadamente, ni herirlos despiadadamente, ni para proyectarles una imagen falsa de la Iglesia.

 

  • Karen y Piero han vivido treinta años felizmente desposados y tienen cuatro hijos, lo cual es un poco más de la cifra promedio de hijos en una familia mexicana. Tras el nacimiento de su cuarto hijo han cumplido su compromiso de paternidad responsable y han decidido evitar un nuevo embarazo con ayuda de medios para contracepción. ¿Puede uno acusarlos a rajatabla, si ellos ya son progenitores de cuatro hijos, de que ellos distorsionan el amor conyugal, de que desprecian además el vínculo inseparable entre el matrimonio y la fertilidad y de que su amor no es completa autodonación del uno para el otro? ¿O bien debe uno apreciar su paternidad responsable y felicitarlos por su solicitud, con la que ellos fortalecen su relación y se esfuerzan por construir continuamente un hogar hospitalario para sus hijos?

  • Áurea y Livio intentaron todo, para lograr un embarazo existoso. Porque Áurea poco a poco cumplió cuarenta años, comenzó el tiempo a parecerle escaso. Su vocación de madre fue en todo y por todo sincera y generosa, además estuvo sustentada por una fe profundamente cristiana. Ninguno de ambos son en efecto estériles, pero juntos como pareja con infértiles. A causa de esta dificultad médica recurrieron Áurea y Livio a la fecundación homóloga in vitro. ¿Puede uno decir sobre estos cónyuges a modo de generalización, que ellos manipulan a su futuro hijo como objeto de su propiedad por medio de la intervención médico-técnica y contradicen la dignidad de la relación familiar entre progenitores e hijos? ¿O bien debe uno entender su anhelo profundo, de luchar en favor del vínculo entre amor y fertilidad paterna y materna y esperar, que su vocación procredora puede llegar a ser desempeñada como una misión efectiva gracias a la ayuda de médicos especialistas, competentes y bien formados en su conciencia moral?

  • Jemiel y Milton tienen cada uno veinticinco años y han absuelto su carrera. Ambos han encontrado empleo y habitan en efecto juntos, pero todavía no desposados. Ellos tienen la intención, de permanecer el uno a lado del otro y formar una familia. Sus progenitores y toda la familia miran con confianza a la forma y manera, cómo ellos buscan juntos su camino en el transcurso de la vida. ¿Se siente uno obligado a decir a priori acerca de estos jóvenes, por haberse decidido de momento por un matrimonio a prueba, que la razón humana reprueba su decisión inaceptable, porque ellos se encuentran el uno al otro en una situación, la que contradice su dignidad como personas y peca contra la meta del amor? ¿O bien se siente uno obligado a animarlos para que mantengan la esperaza el uno en el otro en vistas a la maduración de su relación, la que puede orientarse por un enlcace civil y también por el sacramento del matrimonio?

  • Andrea es madre de tres hijos. Vive en una colonia de paracaidistas al margen de la ley en la casa de sus progenitores. Quizá ni siquiera sea totalmente consciente de su condición de madre soltera debido al promedio bajo de su deficiencia mental límite. Cada vez que sus hermanos llegan alcoholizados a casa la violan. De esta manera ha procreado sus tres hijos, cada uno de ellos también con grave deficiencia mental. Si los padres de Andrea echaran de casa a los hermanos de Andrea y padres de sus hijos, quedaría toda la familia sin ingresos económicos. ¿Es moralmente aconsejable la estirilización de Andrea? ¿Qué lugar hay en esta familia sui generis para el discurso sobre la paternidad y maternidad responsable?

  • Las palmas de las manos de Cid están completamente maltradadas y agrietadas. A sus ocho años se siente obligado, a ayudar a su madre con el sostenimiento de sus hermanos menores. Mientras ella lava, extrae Cid agua de un pozo con ayuda de una cuerda áspera. Su padre llega cada noche alcoholizado y drogado a casa tan sólo, a golpearlos. Tras la espalda de Cid hay una herida de más de treinta centímetros, la que aún ni siquiera ha sido lavada. ¿Debe Cid a pesar de ello honrar a su padre? ¿O bien de qué manera le está permitido a Cid defenderse de las agresiones del tirano?

  • Después de años de discernimiento ha decidido Luis renunciar a su oficio de párroco y al ejercicio de su ministerio clerical. A su Obispo nunca le ha interesado, que Luis haya sido amenazado por un grupo criminal. Para proteger su vida, abandona Luis su ministerio público y decide, permanecer en el anonimato. Por otras diversas razones han abandonado muchos otros sacerdotes su vocación en las últimas décadas, por ejemplo Prisciliano, Federico, Carlos E., Eriberto, Luis Manuel, Marcos, Claudio, Joel, Gabriel, Rafael, Calín, Roberto y Juan Carlos entre otros. Los Obispos de Zamora les han dejado partir con la indiferencia de un sepulturero. ¿Puede uno todavía reconocer en la voz de estos Obispos el llamado de Jesús –Vengan a mí, los que están cansados y agobiados– o más bien escucha uno el imperativo de Jesús, quien de nuevo dice a estos sucesores de los Apóstoles –Apártate de mí Satanás–?   

 

Ciertamente merecen semejantes situaciones más respeto y un veredicto más matizado, que el que pudieran sugerir ciertas formulaciones de determinados documentos oficiales con visión demasiado clerical. El mecanismo de acusación y exclusión, el que llega a ser aplicado por algunos clérigos en base a tales documentos, puede tan sólo obstruir el camino de la evangelización. En dichas actitudes se dejan experimentar poco la cercanía de los compañeros de camino y la fraternidad. En esta situación debe la Iglesia aprender de nuevo, a hablar tan amorosa como una madre. El Papa Francisco escribe al respecto:

 

«[...] el Pueblo de Dios, por la constante acción del Espíritu en él, se evangeliza continuamente a sí mismo. ¿Qué implica esta convicción para el predicador? Nos recuerda que la Iglesia es madre y predica al pueblo como una madre que le habla a su hijo, sabiendo que el hijo confía que todo lo que se le enseñe será para bien porque se sabe amado. Además, la buena madre sabe reconocer todo lo que Dios ha sembrado en su hijo, escucha sus inquietudes y aprende de él. El espíritu de amor que reina en una familia guía tanto a la madre como al hijo en sus diálogos, donde se enseña y aprende, se corrige y se valora lo bueno».1

 

La distinción entre „situaciones regulares“ y „situaciones irregulares“ no tiene única y exclusivamente que ver con Teología moral, Derecho Canónico, disciplina sacramental y Teología dogmática, sino también con Teología pastoral, inculturación, cultura, historia, usos y costumbres. En este sentido han tenido las últimas generaciones de progenitores como adultos durante las últimas décadas la convicción, según la cual ellos como padres responsables deben decidir en conciencia sobre la oportunidad de un embarazo y la cantidad de sus hijos. Por cierto fue el matrimonio el más difícil, de esclarecer como sacramento y de consolidar su disciplina canónica en la Historia Iglesia. A diferencia de los otros seis sacramentos ratificaba el matrimonio una situación previa ya establecida humanamente, a saber el vínculo de por vida, el que hombre y mujer asumían el uno en favor del otro según las reglas del tiempo y la cultura de cada etapa histórica. Hasta hoy no es es el sacerdote el ministro del matrimonio en la tradición latina de la Iglesia, ni actualiza directamente la materia correspondiente a la forma del sacramento mediante el consentimiento matrimonial.

 

Pasaron doce siglos, para que el matrimonio fuera definitivamente incluido en la lista de los siete sacramentos. La condiciones legales de su indisolubilidad fueron durante siglos controvertidas. El desarrollo histórico del doble criterio „ratum et consummatum“ es al respecto ilustrativo.2 Dicho criterio procede no de la revelación ni de la historia de los dogmas, sino de encrucijadas complejas de la historia del Derecho Canónico. También ha cambiado la forma del consentimiento matrimonial en el transcurso de la historia del Derecho. A lo largo de los milenios ha admitido la Iglesia otra disciplina en la tradición de Oriente. En otro tiempo hubo nupcias entre contrayentes, quien hoy serían considerados menores de edad, y matrimonios prometidos de antemano directamente por los jefes de ambas familias de los contrayentes. Tras la Revolución Francesa fueron introducidos el matrominio civil y el divorcio civil también en el seno de muchas familias católicas. En nuestro tiempo conduce la legalización de formas homosexuales de vida en común otra vez a nuevas situaciones y concepciones con respecto al matrimonio y a la vida familiar.

 

Este contexto continuamente cambiante no esencialmente anti-cristiano ni anti-elclesial. Tan sólo perfila aquéllas condiciones, en las cuales tanto la Iglesia como también los bautizados deben ejercer su responsabilidad. Dicho contexto ayuda a la Iglesia de hoy, a plantearse una pregunta importante, a saber ¿cómo puede armonizar pastoralmente su doctrina y la vida concreta de los fieles? Con relación a ello permanezco abierto a la expectativa, en vistas a la cual la Iglesia deba reconocer también otras formas de vida en común distintas al matrimonio clásico, en las cuales algo bueno y valioso puede llegar a germinar.    

 

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1     Exhortación Apostólica EG 139.

2    Según el Derecho romano llega a ser realizado el matrimonio en razón del consenso de los contrayentes en una privada fiesta familiar. La consumación sexual no fue en este caso relevante. Según la tradicion del Derecho germánico, la que en Europa subsanó la ausencia de leyes tras la desintegración del imperio romano de Occidente, llega a ser realizado el matrimonio justamente en razón de la consumación sexual. Un matrimonio no fue definitivo según estas tradiciones, en tanto que éste no fuera consumado sexualmente. Ambas tradiciones de Derecho tuvieron defensores entre los canonistas. La Escuela de París rivalizó contra la Escuela de Bologna. Cuando Rolando Bandinelli fue elegido como Papa Alejandro III de 1159 a 1181, introdujo él la precisión entre „ratum“ y „consummatum“, para zanjar esta controversia candente entre los canonistas. Él concilió ambas escuelas con ayuda de la siguiente fórmula: el matrimonio sacramental, el que es contraído y llega a ser además consumado sexualmente, ya no puede ser disuelto por el mismo Papa. Más tarde fue adoptado el doble criterio „ratum et consummatum“ en las Decretales pontificias, posteriormente también en el Codex de 1917 y en el CIC de 1983. Hasta hoy está facultado el Papa para dispensar el vínculo sacramental del matrimonio, el que no llegó a ser consumado sexualmente, así como también puede disolver un matrimonio, el que no fue celebrado sacramentalmente, en base al así llamado privilegio paulino y petrino.

Vínculo matrimonial y familias en situaciones complejas

 

Desafíos de la caridad para la Iglesia y Sínodo de los Obispos sobre la Familia
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