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7. Enseñanza bíblica
sobre el matrimonio y divorcio 1/4

Observaciones críticas a la propuesta de

Paul Mankowski, S.J.

Dr. de Filología semítica y perito en textos bíblicos

 

 

El límite fundamental del análisis filológico de Mankowski respecto a los textos bíblicos de Gn 2,24; 1Cor 7,10-11; Lc 16,18; Mc 10,2-12; Mt 19,3-9 y Mt 5,31-32 consiste en evadir los problemas relativos a la crítica de las fuentes o crítica de las formas y por lo tanto en omitir toda la discusión filológica sobre las variantes textuales de dichos pasajes. El mismo Mankowski lo reconoce de la siguiente manera:

 

»No me he comprometido con los problemas de la crítica de las fuentes o crítca de las formas sino que tomo el textus receptus por ser la clave definitiva«.1

 

Para justificar la omisión de dicha crítica aduce Mankowski dos razones, a saber: a) La enseñanza de la Iglesia ha atribuido estos dichos históricamente al Señor y b) por el asentimiento obediente ante la revelación divina definitiva contenida en ellos.2 Aun así son valiosas las siguientes observaciones en base a la crítica textual evadida quizá estratégicamente por Paul Mankowski.

 

7.1 Modelo edénico de Gn 2,24

 

Este pasaje es clave para la comprensión del matrimonio tanto en el AT como en el NT, pues el mismo Jesús lo cita en Mt 19,5 y en Mc 10,7-8a y Pablo en Ef 5,31. Respecto al término hebreo de Gn 2,24  עַל־כֵּן֙   –trasliterado como „ ̒al-kēn“  es decir en buen castellano »por eso« o sea »por esta razón«–, rechaza Mankowski su interpretación como etiología «por la razón que el imperativo siguiente no corresponde a una convención reconocida».3 En otras palabras debe ser entendido el v. 24 más bien como descripción de una exigencia divina que como un hecho observado ya meramente habitual. El v. 24 no es etiológico, porque la costumbre es inversa a la exigencia ahí establecida. De hecho habitaba la mujer en la casa paterna del marido en las culturas mediterráneas del Próximo Oriente.

 

En el sentido más estricto „ ̒al-kēn“  no introduce una etiología en general en el sentido rechazado por Mankowski, sino específicamente una etiología jurídica en el sentido propuesto por Angelo Tosato, ya que el texto no se refiere a la costumbre sociológica de abandonar la casa paterna, sino más bien a un cambio prescriptivo en la escala de valores, a consecuencia del cual corresponde a la esposa en razón del matrimonio la primacía por encima del padre y de la madre. En este sentido no constata el término „ ̒al-kēn“ un hecho concreto al modo de una costumbre ya establecida, sino que su significado es extrahistórico y universal según Mankowski.4 A ello hay que agregar, que esta etiología jurídica exige un ideal normativo para la vida conyugal. En Mt 19,5 interpreta Jesús el texto de Gn 2,24 como un imperativo divino.

 

El tiempo imperfecto del verbo hebreo „abandonar / renunciar“ debe ser traducido ciertamente más bien como un presente continuo tenso en el sentido de una acción repetida, habitual o duradera que como futuro. El tiempo imperfecto en hebreo puede también ser usado con un matiz potencial correspondiente a los verbos castellanos „poder en el sentido de ser capaz“, „poder en el sentido de estar permitido“, „debiera“, „querría“, „pudiera“.5 Quizá sea mejor, traducir la forma verbal hebrea עֲזָב como „renunciar‟. En este sentido exige Gn 2,24 un cambio en la escala de prioridades, para renunciar a la primacía exigida hasta ahora por la lealtad filial respecto a los padres, porque la esposa debe en adelante ser la persona principal. Específicamente habla Gn 2,24 sobre un „hombre“, no sobre un „chico“, es decir sobre un adulto, no sobre un chaval inmaduro.

 

Estrechamente conectado con  עֲזָב  está su antónimo דָבַ֣ק es decir „ser ligado / ser uncido“. Si bien este verbo no denota un contenido sexual, retiene su campo semántico referencia a la proximidad física. En Gn 2,24 indica este verbo claramente un convenio conyugal e incluso la actitud interior del vínculo conyugal.6 Su significado implica una confianza inquebrantable entre seres humanos y connota en cierta manera una atracción permanente. Aunque ésta trasciende la unión genital, da ésta sentido a dicha atracción. Una vez que un hombre ha renunciado a sus prioridades prenupciales, connota  דָבַ֣ק  un cambio de lealtad en favor de su cónyuge.

 

En el marco de este análisis textual representa la frase וְהָי֖וּ לְבָשָׂר אֶחָד  –es decir en buen castellano „llegan a ser una carne“–, la meta de todo el verso 24. La frase aparece solamente una vez en toda la Biblia hebrea. En el AT se refiere  בָשָׂר  no sólo al cuerpo físico, sino a la existencia completa de la persona en el mundo.7 „Una carne“ connota la dependencia mutua y reciprocidad entre todos los aspectos de la vida y la unidad, la que abraza la cohabitación natural de dos personas en su integridad. Designa la unificación e intimidad en todas las relaciones de la persona íntegra del cónyuge con la persona íntegra de su mujer.

 

Además describe la palabra  בָשָׂר  en Gn 2,24 en efecto una nueva familia establecida por la unión marital, pero también denota en particular la relación sexual, por medio de la cual el nuevo vínculo consanguíneo de hecho llega a ser consumado.8 Si un hombre toma a una mujer, llega a ser actualizado un vínculo personal con ella durante la consumación sexual, la que les convierte en „una carne“ y reintegra a ella como „hueso fuera de mis huesos, y carne fuera de mi carne“ a su origen junto al otro costado de su esposo.

 

El énfasis en la forma verbal  וְהָי֖וּ  podría poner de relieve, que la meta de Gn 2,24 no es única y exclusivamente la expresión hebrea בָשָׂר אֶחָד  es decir „una carne“ como final o conclusión gramatical del v. 24 en sentido excluyente, sino también la forma verbal antecedente a  לְ  es decir  וְהָי֖וּ  o sea „llegar a ser“ en cuanto „nueva creación“ de „una carne“ en virtud de la consumación sexual, la que faltaba en Gn 2,18 y 2,23, para que todo fuera no sólo bueno, sino también muy bueno. Dicha consumación conduce más allá de la sexualidad, porque „llegar a ser una carne“ se refiere al vínculo conyugal en su integridad, es decir a la unidad espiritual, intelectual, moral y a la espléndida intimidad de la relación entre marido y mujer. „Llegar a ser una carne“ incorpora muchos aspectos de la intimidad e interdependencia mutua, los cuales convierten a la pareja desposada en una entidad unificada en los niveles más profundos de la comunión interpersonal.

 

Además la palabra אֶחָד  podría dejarse entender a luz de Dt 6,4 según el cual „Dios es solamente uno“. En este sentido son los esposos llegan a ser „una“ carne a imagen de Dios, quien es solamente „uno“. Apartir de ello explica el NT coherentemente la unidad entre Cristo y su esposa.

 

En síntesis hay tres pasos, o quizá más exactamente dos pasos y una consecuencia, para la unión conyugal entre hombre y mujer según Gn 2,24, a saber 1) renunciar a las prioridades anteriores a ella, 2) estar uncido por medio de la lealtad preeminentemente al cónyuge y 3) la lógica consecuencia de llegar a ser una carne mediante la consumación del vínculo conyugal en su integridad. Estos pasos pueden ser considerados como los tres pilares del modelo edénico conyugal. En esta sugerente simplicidad nos insinúa Gn 2,24 la comprensión de los rasgos fundamentales de la vida conyugal para la familia e incluso para la sexualidad humana.9

 

Por su parte Mankowski omite todo el análisis textual anterior y se limita a afirmar:

 

»que el matrimonio es efectuado entre un hombre y una mujer; y que está marcado por la proximidad física e intimidad (el [término] hebreo dābaq significa „join“, „cling“, „keep close“.

 

Finalmente, [Gn 2,24] enseña que el hombre y la mujer llegan a ser "una carne". Aunque las implicaciones teológicas, biológicas y legales de [la expresión] "una carne" han sido interpretadas diversamente, es claro que la frase indica (1) el surgimiento [llegar a ser] de una nueva entidad, [...] (2) el hecho de que esta entidad es singular [una carne] [...] y (3) el hecho de que la entidad es [...] un organismo, encarnado [...]«.10

 

La mejor traducción del hebreo dābaq al castellano reza „uncir“. El surgimiento, la singularidad y la encarnación de la expresión de Gn 2,24 „llegan a ser una carne“ es narrativa e histórica, no especulativa, y una verdad universal e incluso una máxima definicional sobre la naturaleza o esencia del matrimonio según Mankowski, de ninguna manera un ideal inalcanzable. Quizá Mankowski no logra precisar, que la noción de „ideal‟ en el sentido más estricto no implica necesariamente el calificativo de „inalcanzable‟, por eso subsiste la interpretación de Gehring sobre Gn 2,24 como un ideal normativo y persistente durante siglos en cuanto modelo edénico.

 

En ningún caso trata el v. 24 acerca del matrimonio rato y consumado según la doctrina y disciplina eclesial, cuya finalidad canónica es legislar sobre la validez jurídica del sacramento del matrimonio y sobre la indisolubilidad del vínculo conyugal intrínseca a cada matrimonio válido, sin substituir el discernimiento moral de la conciencia sobre lo bueno y lo malo, ni reducir la moralidad de la expresión sexual del amor a los cánones sobre el matrimonio rato y consumado bajo el supuesto de que fuera de dicho sacramento toda relación sexual es pecado. El Papa Alejandro III (1159-1181) introdujo la precisión entre „ratum“ y „consummatum“, para zanjar una controversia candente entre los canonistas.

 

Más allá de dicha controversia valora Gn 2,24 el amor humano como unión conyugal sexual y dato universal presente en cada cultura, sin reducirlo al sacramento del matrimonio. En el sentido más estricto no exige la enseñanza puramente bíblica la celebración de ritos litúrgicos que ratifiquen el vínculo conyugal entre hombre y mujer, cuya alianza nupcial existe única y exclusivamente por 1) la renuncia a las prioridades anteriores a la unión conyugal, por 2) estar uncido el uno al otro por medio de la lealtad incondicional al cónyuge y por 3) llegar a ser una carne mediante la consumación del vínculo conyugal entendida en un sentido integral.

 

El punto no. 1 quedó subestimado por el enfoque más bien jurídico que bíblico en la disciplina sacramental. La legislación sobre el matrimonio „ratum“ reduce el punto no. 2 a la ratificación válida del matrimonio por la expresión libre del consentimiento conguyal ante quien asiste a los contrayentes para la celebración del sacramento, gracias al cual el hombre es uncido por Dios a su mujer. Y la disciplina actual sobre el matrimonio „consummatum“ limita el punto n. 3 a la consumación sexual del vínculo conyugal.

 

Estos tres pilares del modelo edénico conyugal están cimentados según Gn 2,24 sobre la monogamia –un hombre renuncia a..., es uncido a su mujer y llegan a ser una carne– y sobre la relación heterosexual –un hombre renuncia a... y es uncido a su mujer–. Monogamia y relación heterosexual son en sentido kantiano condiciones de posibilidad universales y necesarias para el vínculo conyugal y son en sentido habermasiano presupuestos de la comunicación o sea pretensiones universales de validez en relación discursiva con dicho vínculo.

 

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1   »I do not engage source-critical or form-critical problems but take the textus receptus to be the governing word«. MANKOWSKI, Paul, »Dominical teaching on divorce and remarriage: the biblical data«, en: DODARO, Robert, ed., Remaining in the truth of Christ: Marriage and Communion in the Catholic Church (Ignatius Press, San Francisco 2014), 36. La traducción castellana es mía.

2.   Cfr. Ibidem.

3  »[...] for the reason that the maxim following corresponds to no recognizable convention«. Ibid., 38. La traducción castellana es mía.

4    Cfr. Ibidem.

5.  Cfr. GEHRING, René, The biblical “one flesh” theology of marriage as constituted in Genesis 2:24. An exegetical study of this human-divine covenant pattern, its New Testament echoes, and its reception history throughout Scripture (Avondale College of Higher Education, Australia 2011), 40.

6    Cfr. DAVIDSON, Richard M., »The Theology of sexuality in the beginning: Genesis 1-2« en Andrews University Seminary Studies (26/1988), 21.

7.    Cfr. Ibid., 22.

8.    Cfr. GEHRING, René, The biblical “one flesh”..., 49.

9.   ATKINSON, David J., To have and to hold. The marriage covenant and the discipline of divorce (Collins, Londres 1979), 76-77.

10.   »that the marriage is effected between a man and a woman; and that it is marked by physical proximity and intimacy (the Hebrew dābaq means "join", "cling", "keep close"). Finally, it teaches that the man and the woman become "one flesh". While the theological, biological, and legal implications of this "one flesh" have been interpreted  variously, it is clear that the phrase points to (1) the coming to be of a new entity, [...] (2) the fact that this entity is single[...] and (3) the fact that the entity is [...] an organism, enfleshed [...]«. MANKOWSKI, Paul, »Dominical teaching...«, 38-39. La traducción castellana es mía.

 

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