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1. ¿Qué nos está permitido esperar? 1/3

Desafíos del Sínodo y expectativas de Mons.

Johan Bonny

Obispo de la Diócesis de Amberes

 

 

Una vez celebrada la III Asamblea General Extraordinaria de 2014 y en espera de la XIV Asamblea General Ordinaria del sínodo de los obispos en octubre de 2015 externa Mons. Johan Bonny sus expectativas respecto a la Iglesia como compañera de camino junto a cada familia cristiana en la medida, que ella ya está afectada por situaciones irregulares en general e integrada por divorciados redesposados en particular.

 

1.1 La Iglesia como compañera de camino

 

Naturalmente y por suerte se encuentra uno con seres humanos, los que cada día se esfuerzan en su misión conyugal y permanecen fielmente a sus promesas formalizadas sacramentalmente ante el altar. Su consentimiento matrimonial constituye durante toda la vida el eje de su relación y de su convivencia familiar. Con todo derecho esperan cónyuges también de la comunidad eclesial, que ella les auxilie, los aliente e inspire a permanecer fieles. Dentras de una vida familiar „ordinaria“ se oculta a menudo una historia „extraordinaria“. Durante las visitas parroquiales puede uno también visitar los hogares de los fieles, los que posibilitan encuentros significativos con las familias. Estas vivencias suelen ser nuevos relatos interesantes del Evangelio de la familia. Por ejemplo:

 

  • Teseo cuida él mismo desde hace ya diez años a su mujer, quien padece Alzheimer. Para poder atenderla mejor, ha cerrado su taller y restringido sus contactos sociales al mínimo. La única comunicación entre ellos consiste en gestos de cariño y cercanía.

  • Julia y Fabio tienen cuatro niños propios. Además han adoptado todavía otros dos niños de progenitores p'urhé. Para poder cuidar mejor a esta numerosa familia, ha Fabio reducido sus relaciones laborales. La familia de ellos se ha convertido en una comunidad intercultural en una pequeña atmósfera.

  • Kal-El cumplió setenta y cinco años. Su mujer murió hace pocos años. Ahora cuida él mismo de su hijo afectado por el síndrome de Down, quien ha cumplido sesenta años y cuya salud va latentemente cuesta abajo.

  • Leandro y Maia han superado una fase difícil de su relación esponsal. Maia se había enamorado de otro hombre y pensó en el divorcio. Apoyados por amigos y terapeutas han decidido permanecer juntos el uno para el otro. Ellos esperan, fortalecer su vínculo también emocionalmente.

  • Mara fue abandonada por su esposo en modo completamente inesperado. Aunque ella ha perdido la esperanza del regreso de su marido, cree ulteriormente en la significado irremplazable de su matrimonio y de sus promesas nupciales. Ella decidió continuar por la vida como madre permanentemente sola. 

 

Recientemente me advirtió alguien con todo derecho, que la Iglesia oficialmente exige en efecto demasiada atención y comprensión para los situaciones „extraordinarias“, pero familias y parejas „ordinarias“ llegarían a sentirse casi como grupos olvidados en estas circunstancias. Estas parejas „ordinarias“ merecen de hecho, que la Iglesia con ayuda de la pastoral las apoye y acompañe mejor. De ellas puede la comunidad eclesial aprender demasiado acerca de lo que significa, formar „un hogar y una escuela para la comunión“. Simultáneamente escucho a diario informes sobre zozobras, resistencia al trato, impotencia, segundas vueltas, oposición contra reformas económicas y sociales y sobre la solicitud de unos por otros bajo circunstancias difíciles. También estos informes me conmueven y relatan algo sobre el Evangelio de la familia. ¿Cómo puede la Iglesia ser también en este caso para ellos su compañera de camino?

 

  • Tamar es divorciada y madre de tres adolescentes. Sus hijos comienzan ahora con su formación escolar secundaria. Ella todavía no cohabita con su nuevo compañero, el que también es padre de un adolescente. Tamar tiene un empleo temporal en una institución educativa. Mensualmente cobra 4000 pesos como salario y 2400 pesos como subsidio para sus hijos estudiantes. La vida es para ella una lucha. Dispone de ningún tipo de reservas y debe luchar cada día, para abrirse camino en la vida.

  • Triana es catequista en la parroquia. Tiene dos hijos. Su primer matrimonio naufragó y terminó con un divorcio. Ella se ha desposado otra vez civilmente. La parroquia y el servicio pastoral yacen profundamente en su corazón. Ella es un miembro activo del consejo parroquial.

  • Heber y Bianca tienen cada uno más de setenta años y ya casi celebran sus bodas de oro. Tienen cuatro hijos. Una hija rompió su relación con ellos, cuando ella apenas había cumplido los veinte años. Ellos saben, que su hija tuvo en aquel tiempo un partner y se convirtió en madre. Que la ruptura con su hija nunca haya podido sanar antes de su muerte a causa de ciertas circunstancias, significa para Heber y Bianca una cicatriz incurable y un sufrimiento permanente.

  • Fiore ha cumplido veinticinco años. Ha absuelto su carrera. Colabora activamente en la pastoral juvenil y ha participado en la jornada mundial de la juventud. Su novio se considera en efecto creyente, pero no se siente en la iglesia cómodamente como en casa. Lo que Fiore experimenta con ayuda del Evangelio y de la Iglesia, puede compartirlo con él sólo difícilmente, aunque ella está enlazada tan profunda e interiormente con él, que ella lo quiere desposar. Los domingos va ella sola a la celebración ecuarística.

  • Jean y Ken conviven como pareja homosexual con reconocimiento civil. Para sus progenitores fue y es su decisión difícilmente comprensible. Aún así son bienvenidos en casa igualmente como los otros hijos de ambas familias, lo cual Jean y Ken valoran mucho de parte de sus progenitores. Sin embargo tienen dificultades con la posición hostil de la Iglesia.

  • En el puerto de Cd. Lázaro Cárdenas desembarcan navíos enormes y emprenden viajes de carga cada día. Sus equipos estás integrados por marinos de Asia, África y Europa, los cuales son varones jóvenes, algunos casados y otros solteros. Varios marinos, por ejemplo de las Filipinas, trabajan en alta mar con contratos durante nueve meses continuos y vuelven a convivir con su mujer y con sus hijos tan sólo después de dicho período. Sus esporádicos contactos son posibles por medio de Internet, webcam o teléfono. Para ello pueden contar con el subsidio de empresas de telecomunicaciones.

  • Una familia de mi parroquia tiene como empleada doméstica una mujer p'urhé con cincuenta años de edad. Para poder pagar la formación académica de sus hijos en un colegio privado, viene ella a trabajar a Uruapan. Es sumamente feliz, porque puede así ayudar a sus hijos. Como esposa y madre permenece ella hasta un mes completo lejos de su propia familia.

  • La familia Benítez procede de Belice. Está integrada por cuatro adultos: papá, mamá y dos hijos varones. La familia ha habitado ya durante ocho años en México y espera aún a su nacionalización. El padre y el hijo más joven padecen por la enfermedad de Huntington. El hijo mayor está extenuado. La madre está afectada continuamente por el estrés. Ellos obtienen desde hace tres años un subsidio de parte de una agencia para afectados por dicha enfermedad. Sus gastos sobrepasan los ingresos. Dependen de establecimientos de ayuda social y del subsidio de víveres y ropa.

  • Kassandra fue desollada y asesinada hace varios meses. Sus compañeros del grupo juvenil aún no logran, comprender la crueldad de este crimen. ¿Por qué alguien se atrevió, a torturar a una joven enfermera, cuya labor filántropica era asunto público? La versión oficial del Gobierno culpó a su padrasto y lo encarceló, para arrebatarle a la familia de Kassandra dos de sus miembros. Este montaje ha sido otra farsa con intereses políticos, para despejar el camino rumbo a los próximas elecciones en el Estado de Michoacán y para aparentar, que el Partido gobernante encuentra rápido a los criminales. La realidad es muy distinta, pues la clase política protege a los capos del crimen.      

  • Hugo dirige el grupo juvenil y lucha valerosamente, por mantener a sus padres unidos ante la amenaza del divorcio. Su padre ama en efecto a la madre de Hugo, pero de momento se ha enamorado de otra mujer y no comprende todavía la superficialidad de una aventura. Quizá pierda a su familia, mientras persigue una ilusión. 

  • Edilia y Ángel han esperado toda la vida, para recibir por fin la gracia del sacramento del matrimonio. La madre de Ángel no quiere morir, sin ser testigo de ello. Ángel había sido bautizado en efecto desde pequeño, pero el sacramento nunca fue anotado en la notaría parroquial. Ahora que el tribunal ha emitido un acta extemporánea no permite el gobierno cubano, que la familia envíe a Edilia un certificado reciente de Bautismo. El más reciente fue emitido hace dos años. Si el gobierno cubano intercepta el nuevo documento, nunca podrá Edilia regresar a su patria, porque la abandonó ilegalmente hace décadas, para vivir en USA, donde habita con Ángel. 

  • La familia Uribe habita ilegalmente en USA con sus hijos. Ningún sacerdote bautizó a sus pequeños, ni los admitió a la primera Comunión, porque ellos no pagan en USA impuestos. Después de trece años regresan a México y quieren aprovechar su corta estancia, para que sus hijos reciban el Bautismo y la primera Comunión. Si alargan su estancia en México más de un mes, pueden perder su empleo en USA.

 

Los anteriores ejemplos ilustran la complejidad de los contextos narrativos, en los que se desenlazan hoy las relaciones humanas, el matrimonio y la familia y en los que surgen las expectativas de muchos fieles asidos a la Iglesia como compañera de camino. ¿Qué puede un cristiano esperar del Sínodo de obispos en 2015? Que no se atrinchere en la barricada segura de las discusiones doctrinales o de las normas generales, sino que tome en consideración las circunstancias concretas de la vida. El siguiente texto del Papa Francisco resulta inspirador:

 

«[..] prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos.[...] Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37)».1

 

Jesús y sus discípulos dejaron en su entorno una sorprendente impresión gracias a su cercanía a lado de los seres humanos. En especial se mantuvieron cerca de los seres humanos condenables y perdidos, a quienes exhortaron a la conversión. Jesús vino junto a ellos y los reunió en torno a sí en grupos con diversos matices y tareas. Esta estructura concéntrica caracteriza la arquitectura de la comunidad eclesial en la forma, como Jesús la ha configurado. Espero, que el Sínodo de obispos respete justamente  esa arquitectura a la luz de la concepción de la Iglesia como compañera de camino.

 

«Hace falta ayudar a reconocer que el único camino consiste en aprender a encontrarse con los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y aceptarlos como compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, se trata de aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos. También es aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad».2

 

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1     Exhortación Apostólica EG 49.

«Vale el testimonio de Santa Teresa de Lisieux, en su trato con aquella hermana que le resultaba particularmente desagradable, donde una experiencia interior tuvo un impacto decisivo: «Una tarde de invierno estaba yo cumpliendo, como de costumbre, mi dulce tarea para con la hermana Saint-Pierre. Hacía frío, anochecía… De pronto, oí a lo lejos el sonido armonioso de un instrumento musical. Entonces me imaginé un salón muy bien iluminado, todo resplandeciente de ricos dorados; y en él, señoritas elegantemente vestidas, prodigándose mutuamente cumplidos y cortesías mundanas. Luego posé la mirada en la pobre enferma, a quien sostenía. En lugar de una melodía, escuchaba de vez en cuando sus gemidos lastímeros […] No puedo expresar lo que pasó en mi alma. Lo único que sé es que el Señor la iluminó con los rayos de la verdad, los cuales sobrepasaban de tal modo el brillo tenebroso de las fiestas de la tierra, que no podía creer en mi felicidad» (Manuscrito C, 29 vº-30 rº, en Oeuvres complètes, París 1992, 274-275)». Exhortación Apostólica EG 91.

Vínculo matrimonial y familias en situaciones complejas

 

Desafíos de la caridad para la Iglesia y Sínodo de los Obispos sobre la Familia
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