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1. ¿Qué nos está permitido esperar? 3/3

Desafíos del Sínodo y expectativas de Mons.

Johan Bonny

Obispo de la Diócesis de Amberes

 

 

1.3 Divorciados redesposados

 

 

En muchos países llega a ser puesta de relieve la exclusión de la comunión eucarística impuesta a los divorciados redesposados. Principalmente en Europa y en América del Norte anhelan ellos, poder recibir los sacramentos de la Reconciliación y la comunión eucarística en particular con motivo de la administración de los sacramentos a sus hijos. Tal vez podrían interpretar algunos la admisión a estos sacramentos como una especie de legitimación por parte de la Iglesia de una „situación irregular“, mientras que otros viven la experiencia de exclusión como una marginación. Respecto a ello proponen algunos junto con Card. Kasper una posible aplicación del principio de »οικονομία« a la praxis sacramental del matrimonio como imitación pastoral de la misericordia divina. Otros solicitan un esclarecimiento de la cuestión, si la doctrina de la Iglesia Occidental tiene que ver con un asunto puramente disciplinar o con un contenido dogmático de la fe. Yo quiero esbozar tres reflexiones sobre esta cuestión.

 

1.3.1 Primera reflexión sobre el estrecho enlace entre matrimonio y Eucaristía

 

Sin duda hay una relación entre ambos sacramentos. La disciplina sacramental es un todo orgánico, en el que el matrimonio abre el acceso a la Eucaristía. Aún así se deja plantear la pregunta, cómo se vinculan la indisolubilidad de matrimonio entre hombre y mujer y la indisolubilidad del enlace entre Cristo y la Iglesia la una respecto a la otra. Dicha relación tratada por Pablo en su Carta a los Efesios no es una identificación en sentido estricto. Ambas indisolubilidades no tienen exactamente el mismo significado soteriológico. Aquélla primera es „signo“, mientras que ésta última es „significante“. Quién es Cristo para nosotros y lo que él ha hecho por nosotros, sobrepasa considerablemente nuestra vida humana y eclesial.

 

Ningún signo puede reproducir exhaustivamente la realidad significante. La significatividad misma del amor de Cristo está acotada por la limitación y pecaminosidad humanas. Entre signo y significante hay una mayor diferencia de acuerdo con la doctrina de la „analogia entis“. Esta diferencia es para nosotros por cierto gracia y bendición. Nunca es capaz nuestra debilidad de igualar la fidelidad de un hombre a su mujer ante la fidelidad de Jesús a la Iglesia. De la indisolubilidad de su sacrificio en la cruz y de la fidelidad de su amor a la Iglesia brota la misericordia, con la que él cada vez de nuevo sale a nuestro encuentro también en la celebración de la Eucaristía.     

 

1.3.2 Segunda reflexión sobre la participación en la Eucaristía

 

En del Decreto sobre el Ecumenismo Unitatis Redintegratio precisa el Concilio Vaticano II una distinción entre dos principios, los que permanecen en tensión dialéctica el uno respecto al otro, a saber «communicationem in sacris [...] pendet: ab unitate Ecclesiae significanda, et a participatione in mediis gratiae», es decir en buen castellanola así llamada comunión o comunicación en los sacramentos o cosas sagradas depende 1) de la „significación de la unidad de la Iglesia“ y 2) de la „participación en los medios de la gracia“.1 Ambos principios se coimplican recíprocamente en una tension creativa. Esta participación en los medios de la gracia me parece estar llena de significado. Conforme a la doctrina y disciplina actuales no les está permitida a los divorciados redesposados la participación en la comunión eucarística, porque su nueva relación ya no es „signo“ del vínculo inquebrantable entre Cristo y la Iglesia a causa de la ruptura del divorcio.

 

Por supuesto tiene peso esta postura. Aún así está permitido plantear la pregunta, si con ello ya está todo dicho y decidido sobre la vida espiritual y sobre la Eucaristía. También necesitan divorciados redesposados a veces la comunión eucarística, para profundizar en su vinculación a Cristo y a la comunidad eclesial y para ejercer su responsabilidad como bautizados en su nueva situación „irregular“. Ante sus necesidades espirituales y ante la súplica de poder recibir la comunión eucarística para su „participación en los medios de la gracia“ de modo excepcional, no puede la Iglesia simplemente desviar su mirada. Algún sentido deben tener tanto las dos últimas oraciones preparatorias antes del rito de la comunión, a saber „Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros“ y „Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme“, como también el rito penitencial en el inicio de la Eucaristía „Yo confieso [...], que he pecado mucho“. La contrición es exigible para todos los que han pecado gravemente y aún más para los que permanecen en una situación permanente de pecado. ¿Por qué atender sólo a las alarmas encendidas a causa de los pecados contra el sexto y noveno mandamiento? A fin de cuentas necesita cada bautizado incluso en situaciones „regulares“ la comunión ecuarística como „medio de la gracia“

 

1.3.3 Tercera reflexión sobre la exclusión de la Eucaristía y la actitud de Jesús

 

¿Corresponde la exclusión de la comunión eucarística realmente a la actitud de Jesús con relación a los pecadores, publicanos, prostitutas y divorciados redesposados entre otros? A ello no quisiera responder de una modo simplificador, aunque dicha pregunta me inquieta. En el Evangelio hay muchísimas palabras y acciones de Jesús, de las que la Iglesia asevera desde la época Patrística, ellas tenían implícitamente un significado eucarístico. Ellas se simbolizan la participación en el banquete eucarísitco del Reino de Dios. Una numerosa comunidad de publicanos y pecadores se sientan junto a Jesús y sus discípulos y comparten la misma mesa.

 

Nada menos dice Jesús con ocasión de ello a la mesa: «No he venido, a invitar a la conversión a los justos, sino justamente a los pecadores» (Lc 5,32). Todos, los que habían venido, a escuhar su palabra, «comieron hasta quedar satisfechos» (Lc 9,17). «Cuando ofrezcas a un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos» (Lc 14,14). El padre misericordioso celebra un banquete con motivo del regreso de su hijo perdido incluso a pesar de la indignación de su hijo mayor, «porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a vivir, se había perdido y ha sido encontrado» (Lc 15,32). Durante la última cena lavó Jesús los pies a sus discípulos y los exhortó, a lavarse los pies los unos a los otros. «Y mojando pan en la salsa, se lo dio a Judas, el de Simón Iscariote», no obstante que en aquel momento, detras del pan, entró en él Satanás (Jn 13, 26b-27).

 

No quiero publicar estas citas como titulares. Tan sólo estoy convencido de, que ellos no pueden ser excluidos. Debe existir una correlación entre muchas palabras y acciones de Jesús durante la última cena y en el transcurso de su ministerio con el contenido de la celebración de la Eucaristía hoy. Si Jesús muestra tal apertura y misericordia en relación con la comunidad durante su cena de despedida y en los signos del banquete del Reino de Dios, en mi opinión la Iglesia dispone de referencias serias, para posibilitar, que a los divorciados redesposados se les permita la recepción de la comunión eucaristica bajo condiciones determinadas.

 

¿Cómo maneja la Iglesia las „situaciones irregulares“ bajo estas y otras circunstancias? En este contexto enfoco mi valoración desde la perspectiva de la bifurcación entre Norte y Sur de Europa occidental. Por circunstacias culturales tolera el Sur un contraste más notorio entre realidad y normas que el Norte. La tradición del Derecho romano se esforzó ante todo, por promulgar leyes bellas. Si ellas eran desobedecidas, nunca fue causa de preocupación. En contraste con ello exige la tradición germánica, que lo difícil, aunque parezca antipático, debe ser canalizado sobre el camino legal. Es decir las asuntos difíciles no deben ser silenciados, ni uno debe callar acerca de ellos. Hace veinte años intentaron obispos diocesanos en Alemania, formular una reglamentación fundamentada teológica y pastoralmente para la admisión de divorciados redesposados a la comunión eucarística dentro de su respectivo obispado.2

 

Me preocupa desde luego lo siguiente: si obispos se sienten impedidos, para dar a sus colaboradores criterios vinculantes para el manejo de „situaciones irregulares“, se quedan éstos perplejos. No es raro, que sacerdotes y asistentes de pastoral lleguen a ser confrontados con „situaciones irregulares“, en las cuales es necesario un jucio bien ponderado. Con todo derecho esperan ellos para tal fin criterios y líneas directrices de su obispo. La carencia de ello puede con razón conducir a una perplejidad aún más grande y la autoridad del obispo como pastor del Pueblo de Dios encomendado a él puede minarse todavía más. Aunque pueda sonar paradójico, permiten mejores normas para el manejo de „situaciones irregulares“ aprevechar en el ejercicio de la conducción del Pueblo de Dios. La disciplina de Oriente con la posibilidad, de aplicar el principio de »οικονομία« a las situaciones extraordinarias, puede ser una propuesta para ello. Con respecto a ello contemplo con esperanza el evento del Sínodo venidero.

 

Como conclusión quiero agregar todavía algunas palabras desde las perspectiva de los hijos y nietos. Yo como obispo visito muchas parroquias, para administrar el sacramento de la confirmación. La mayoría de los confirmandos en mi obispado son adolescentes de doce años de edad. Muchos de ellos proceden de un segundo matrimonio o de una familia reensamblada. Frente a mí se sienta una gran asamblea de hijos, progenitores, abuelos y de otros miembros de las familias. Por supuesto soy consciente de, que la mayoría de ellos sólo rara vez participan en las ceremonias de la Eucaristía. Aún así quieren ellos de ninguna manera renunciar a dicha celebración. La familia viene, para acompañar al adolescente, que va a ser confirmado. Esta ceremonia tiene por cierto un significado muy grande para el enlace religioso entre las sucesivas generaciones en la familia. Además significan tales ceremonias en determinadas familias a veces un motivo ocasional de paz, para dejar a un lado las frustraciones y conflictos de unos con otros por el momento. Durante la distribución de la comunión se acerca la mayoría de los miembros de cada familia espontáneamente, para recibirla.

 

Yo no me puedo imaginar, lo que significaría para los adolescentes y para su integración posterior a la comunidad eclesial, si yo denegara la comunión en ese momento a sus progenitores, abuelos u otros miembros de su familia, los que no viven en „situaciones regulares“. Eso sería desolador para la ceremonia litúrgica, para las relaciones de tales familias con la comunidad eclesial y enspecialmente para el desarrollo posterior de la fe de los adolescentes afectados. Bajo tales circunstancias adquieren gran peso otros motivos teológicos y pastorales y no se dejan reducir tan sólo a la disciplina sacramental del matrimonio.Tales situaciones obligan necesariamente a una reflexión ulterior tanto sobre la doctrina como también sobre la praxis de la Iglesia.

 

 

_________________________________________

1     Decreto sobre el Ecumenismo UR 8. Este Decreto agrega en el mismo número lo siguiente: «Significatio unitatis plerumque vetat communicationem. Gratia procuranda quandoque illam commendat.» Es decir en buen castelllano: «La significación de la unidad prohíbe de ordinario la comunicación. La consecución de la gracia algunas veces la recomienda».

2      Su propuesta incluye las siguientes condiciones: que las personas redesposadas lamenten francamente; que ellos cumplan permanentemente con las obligaciones, las que resultaron de su primer matrimonio; que el restablecimiento de la primera relación esponsal esté definitivamente excluido; que ellos no puedan suspender los enlaces, los que surjan del nuevo matrimonio contraído civilmente, por negligencia o culpa; que ellos se esfuercen sinceramente, por orientar su nuevo matrimonio civil de acuerdo con la mentalidad cristiana y por educar sus hijos en la fe, la que a ellos ayuda en su nueva situación en virtud de la gracia de los sacramentos como fuente de energía. Cfr. KASPER, Walter, Das Evangelium von der Familie. Die Rede vor dem Konsistorium (Herder, Freiburg im Breisgau 2014), 65-66. La traducción castellana es mía. 

 

 

 

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