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2. Llegan a ser „una carne“

en razón del matrimonio 3/5

Comentario a Gn 2,24 por Mag. Dr. Dr.

René Gehring

Pastor y conferencista

 

2.2.3 Análisis de Gn 2,24

 

En Gn 2,24 continúa el redactor en efecto con el tono de proclamación gozosa, pero ahora parece ésta, ser concluida por alguien distinto. La fórmula conclusiva „por esta razón / éste es el porqué“ remite a un hecho, del que aquel hombre aún no puede tener experiencia, dado que no tiene padre y madre. El tiempo imperfecto del verbo hebreo „abandonar / renunciar“ debe ser traducido ciertamente más bien como un presente continuo tenso en el sentido de una acción repetida, habitual o duradera que como futuro. Si bien la traducción usual reza „[un hombre] abandona […] es uncido […] llega a ser […]“ es aceptable, debe ser advertido, que el tiempo imperfecto en hebreo puede también ser usado con un matiz potencial correspondiente a los verbos castellanos „poder en el sentido de ser capaz“, „poder en el sentido de estar permitido“, „debiera“, „querría“, „pudiera“.1

 

Por esta razón podría ser interpretado el texto de Gn 2,24 de la siguiente manera: «Por esta razón un hombre debiera renunciar a padre y madre, y ser uncido a su mujer; y ellos {ambos} debieran llegar a ser una carne». Por consiguiente debe ser entendido el v. 24 más bien como descripción de una exigencia divina que como un hecho observado ya meramente habitual. En este sentido no es el v. 24 una aclaración etiológica contra lo supuesto por Raúl Duarte.2 A ello agrega Paul Mankowski lo siguiente:

 

«Por la misma prueba la frase conectiva „ ̒al-kēn“ [ עַל־כֵּן֙ ], típicamente usada para introducir explicaciones folclóricas de celebridad conferida, costumbres, entre otras, no puede ser entendida en este verso de „manera etiológica“, por la razón que el imperativo siguiente no corresponde a una convención reconocida».3

 

Según Mankowski el v. 24 no es etiológico, porque la costumbre es inversa a la exigencia ahí establecida. De hecho habitaba la mujer en la casa paterna del marido en las culturas mediterráneas del Próximo Oriente. Aun así asegura Angelo Tosato, que hay una serie completa de etiologías jurídicas, las que vinculan normas especiales o leyes a antecedentes institucionales con el fin, de proveerles una fundamentación. Y agrega lo siguiente:

 

«Estas etiologías son algunas veces introducidas, justamente como en el caso de Gn 2,24, por „ ̒al-kēn“. […] Dios formó la mujer al tomarla desde su esposo. En consecuencia Él ordena, que el hombre, habiendo abandonado padre y madre, debiera estar ligado a su esposa y ser (volver a ser) una carne con ella».4   

 

En el sentido más estricto „ ̒al-kēn“  no introduce una etiología en general, sino específicamente una etiología jurídica, ya que el texto no se refiere a la costumbre sociológica de abandonar la casa paterna, sino más bien a un cambio prescriptivo en la escala de valores. Es decir corresponde a la esposa en razón del matrimonio la primacía por encima del padre y de la madre. En ningún caso trata el verso acerca del matrimonio rato y consumado según la doctrina y disciplina eclesial. Más bien valora Gn 2,24 el amor humano como unión conyugal sexual y dato universal presente en cada cultura.

 

Contra la tesis, según la cual el v. 24 es un comentario del narrador, es posible aducir dos objeciones: 1) El narrador no sería capaz, de escapar de las costumbres de su tiempo, ya que entonces más bien la mujer abandonaba a sus progenitores. Para Adán fue imposible abandonar a sus progenitores, porque no los tuvo. 2) Jesús interpreta este verso como una sentencia pronunciada por Dios mismo según Mt 19,5. En este contexto pareciera que, así como el hombre se regocija con la creación de la mujer por parte de Dios, proclama Dios con gozo la declaración del v. 24 como paso final de la perfección de su obra creadora orientada hacia esta meta de la unión entre hombre y mujer. Por tanto es la mejor alternativa probablemente, interpretar este verso como un comentario del Creador. En el marco de esta interpretación es distinto el narrador del v. 25, quien comenta el estado de inocencia y la belleza de la creación de Dios a la luz de la unión sexual y relación conyugal entre hombre y mujer instituida por el Creador. Es posible distinguir entre los siguientes tres personajes, los que participan activamente en estos tres últimos versos del cap. 2:

 

Personajes                formas verbales      complemento o predicado

 

v. 23: hombre             se regocija              por su mujer

v. 24: Dios                  declara                   la relación conyugal instituida

v. 25: narrador            comenta                 la inocencia original de la desnudez

 

Es interesante la conexión entre entre los personajes de los v. 23 y 25 por medio del énfasis normativo-etiológico del v. 24 como centro temático de las otras formas verbales. Desde este eje temático parten tanto las dos palabras clave, a saber  עֲזָב  y  דָבַ֣ק  es decir „renunciar / abandonar“ y „ser ligado / ser uncido“ como también la frase וְהָי֖וּ לְבָשָׂר אֶחָד  es decir „llegar a ser una carne“, hacia la que como meta tienden los dos verbos anteriores. La letra hebrea „vav“ consecutiva como prefijo en las formas verbales  וְדָבַק  y  וְהָיוּ  en tiempo perfecto connotan el mismo matiz repetido, habitual y característico que el tiempo imperfecto precedente en el forma verbal  יַעֲזָב  es decir la misma divina intención expresada por la connotación enérgica de las formas verbales „debiera renunciar a“ / „ser ligado a“ / „debieran llegar a ser“.

 

Las formas gramaticales del v. 24 transmiten de esta manera el sentido de una praxis común y usual no restringida a la época antigua, por ejemplo a un evento aislado de la prehistoria del Edén, es decir el sentido de una costumbre mantenida constantemente desde la historia en el Paraíso hasta por lo menos el tiempo de Moisés. Siglos después confirma Jesús mismo, que esta etiología normativa es válida también en el tiempo neotestamentario según Mt 19,5ss. El análisis gramatical sustenta el ideal normativo y persistente durante siglos para la relación conyugal. Por su parte rechaza Mankowski la interpretación de la expresión bíblica „una carne“ como un ideal inalcanzable de la siguiente manera:

 

«[...] el hombre y la mujer llegan a ser „una carne“. [...] –estamos justificados en tomar este imperativo como definicional, es decir, no como la expresión de un ideal inalcanzable, sino como una declaración de la naturaleza determinada o esencia del matrimonio[...]».5

 

En el sentido más estricto no implica la noción de „ideal‟ necesariamente el calificativo de „inalcanzable‟, por eso subsiste la interpretación de Gehring sobre Gn 2,24 como un ideal normativo y persistente durante siglos. En la Antigüedad era común, que la mujer abandonara el hogar paterno, para cohabitar con su marido. En cambio no abandonaba el hombre a sus progenitores en un sentido local, por ejemplo la casa y la cama de su familia originaria, ni tampoco sus deberes filiales. Quizá sea mejor, traducir la forma verbal hebrea עֲזָב como „renunciar‟. En este sentido exige Gn 2,24 un cambio en la escala de prioridades, para renunciar a la primacía exigida hasta ahora por la lealtad filial respecto a los padres, porque la esposa debe en adelante ser la persona principal, cuyas necesidades exigen al cónyuge siempre en lugar el cumplimiento impostergable de sus obligaciones.

 

El texto usa la figura literaria de la hipérbole, es decir una exageración intencional, para enfatizar el cambio de prioridades relacionadas generalmente con la alianza, lealtad y responsabilidad por parte del hombre en favor de su mujer. Este cambio de prioridades constituye un decreto divino. La noción de  עֲזָב  tiene que ver la mayoría de las veces con la Alianza y con la primacía de la lealtad a ella en el contexto de la obra de Dios por amor a su pueblo. Es sumamente significativo, que este verbo sea usado en Gn 2,24 y luego desaparece hasta Gn 24,27 y 28.15, donde reaparece en el contexto de la lealtad de parte de Dios. Muchas veces alude עֲזָב no solamente al matrimonio como alianza, sino también y más notoriamente a la lealtad a la Alianza con Dios. Específicamente habla Gn 2,24 sobre un „hombre“, no sobre un „chico“, es decir sobre un adulto, no sobre un chaval inmaduro. Quien renuncia a sus anteriores prioridades, para desposar a alguien, debe poseer suficiente madurez e independencia. Dichas condiciones físicas, mentales y emocionales son requisitos, para garantizar un matrimono viable.

 

Estrechamente conectado con  עֲזָב  está su antónimo דָבַ֣ק es decir „ser ligado / ser uncido“. Si bien este verbo no denota un contenido sexual, retiene su campo semántico referencia a la proximidad física. De hecho es usado dicho verbo en Gn 2,24 en sentido figurado. En general describe su significado la actitud de la gente respecto a alguien más en el contexto de la lealtad como alianza personal. En Gn 2,24 indica este verbo claramente un convenio conyugal e incluso la actitud interior del vínculo conyugal.6 Su significado implica una confianza inquebrantable entre seres humanos y connota en cierta manera una atracción permanente. Aunque ésta trasciende la unión genital, da ésta sentido a dicha atracción. Una vez que un hombre ha renunciado a sus prioridades prenupciales, connota  דָבַ֣ק  un cambio de lealtad en favor de su cónyuge. Este cambio radical no se reduce a una simple mudanza de domicilio, sino exige una lealtad preeminente, la que debe ser transferida desde la familia originaria hacia la esposa.

 

En el marco de este análisis textual representa la frase וְהָי֖וּ לְבָשָׂר אֶחָד  –es decir en buen castellano „llegan a ser una carne“–, el centro de interés de esta investigación. La frase aparece solamente una vez en toda la Biblia hebrea. Por ello es imposible detallar un sentido más profundo derivado del contexto literario más amplio del AT. El término בָשָׂר  es decir „bāśār“ se refiere principalmente a la carne de un cuerpo y a su constitución completa. En segundo lugar indica dicho término como sinécdoque, es decir como recurso literario en el cual la parte representa al todo o el todo representa a la parte, más bien las relaciones consanguíneas supuestas, para ser una „una carne y un hueso“ con alguien o bien uña y carne con alguien en lenguaje coloquial. En el AT se refiere  בָשָׂר  no sólo al cuerpo físico, sino a la existencia completa de la persona en el mundo.7 „Una carne“ connota la dependencia mutua y reciprocidad entre todos los aspectos de la vida y la unidad, la que abraza la cohabitación natural de dos personas en su integridad. Designa la unificación e intimidad en todas las relaciones de la persona íntegra del cónyuge con la persona íntegra de su mujer.

 

A parte de ello sugiere la expresión  וְהָי֖וּ לְבָשָׂר אֶחָד  por primera vez y explica claramente, que la primacía del cónyuge suplanta todas las prioridades derivadas de las otras relaciones de la familia originaria. Por ello está el v. 24 estrechamente vinculado con el v. 23, el cual contiene la formulación poética del parentesco con la humanidad, y con los vv. 21ss, los cuales constatan la razón, por la cual hombre y mujer están entrelazados el uno con el otro por naturaleza. Además describe la palabra  בָשָׂר  en Gn 2,24 en efecto una nueva familia establecida por la unión marital, pero también denota en particular la relación sexual, por medio de la cual el nuevo vínculo consanguíneo de hecho llega a ser consumado.8 Consiguientemente conduce el posible fruto de esta consumación a la creación de una nueva „carne“ como combinación de ambos progenitores conforme al mandato divino de Gn 1,28 „produzcan fruto y multiplíquense“.

 

Si un hombre toma a una mujer, llega a ser actualizado un vínculo personal con ella durante la consumación sexual, la que les convierte en „una carne“ y reintegra a ella como „hueso fuera de mis huesos, y carne fuera de mi carne“ a su origen junto al otro costado de su esposo. En todo caso permanece salvaguardada la indiviudadad de los esposos. Al respecto escribe Batey lo siguiente:

 

«De cualquier modo no desaparece la individalidad de los esposos: "la continuidad con la anterior personalidad no queda rota, sino que la radical transformación resultante del encuentro íntimo y personal crea un nuevo sujeto: la identidad individual no queda absorbida en una identidad mística, sino que llega a ser adecuada a una personalidad común, de la cual ambos participan. La voluntad individual no desparece, sino que ella quiere, lo que es mejor para el otro"».9

 

Gehring considera que, la preposición hebrea ל hasta cierto punto parece, enmarcar el contenido de Gn 2,24 mediante una secuencia de eventos encaminados al clímax del verbo hebreo  וְהָי֖וּ  es decir „llegar a ser“. Por ejemplo aparecen a partir de Gn 1,14 los siguientes indicios:

 

                                 verso           ל          significado   

 

                               Gn 1,14     לְהַבְדִּ֕יל    para separar                    ↓    inicio de los indicios

                               Gn 1,14       לְאֹתֹת֙    para señalar

                               Gn 1,15       לְהָאִ֖יר    para iluminar

                               Gn 1,16    לְמֶמְשֶׁ֣לֶת    para gobernar

                               Gn 1,17       לְהָאִ֖יר    para dar luz

                               Gn 1,29      לְאָכְלָֽה׃    servirán de alimento  para servir de alimento

                               Gn 2,10     לְהַשְׁקֹ֖ות    para regar

 

                               Gn 2,24          וְהָי֖וּ     llegar a ser                     clímax literario

                                                                para llegar a ser

                               Gn 2,24        לְבָשָׂ֥ר     carne                             →   final de los indicios

                               Gn 2,24         אֶחָד׃     una                                 ↑    final del v. 24

          

El énfasis en la forma verbal  וְהָי֖וּ  podría poner de relieve, que la meta de Gn 2,24 no es única y exclusivamente la expresión hebrea בָשָׂר אֶחָד  es decir „una carne“ como final o conclusión gramatical del v. 24 en sentido excluyente, –si bien ello la incluye también por supuesto sino también la forma verbal antecedente a  לְ  es decir  וְהָי֖וּ  o sea „llegar a ser“ en cuanto „nueva creación“ de „una carne“ en virtud de la consumación sexual, la que faltaba en Gn 2,18 y 2,23, para que todo fuera no sólo bueno, sino también muy bueno. Al respecto escribe Gehring lo siguiente citanto en parte a Hugenberger:

 

«Esto indicaría a la significación de la consumación inicial por medio de la unión sexual, la cual es "medio indispensable para la consumación del matrimonio tanto en el Antiguo Testamento como también en el Próximo Oriente antiguo[...]"».10

 

Dicha consumación conduce más allá de la sexualidad, porque „llegar a ser una carne“ se refiere al vínculo conyugal en su integridad, es decir a la unidad espiritual, intelectual, moral y a la espléndida intimidad de la relación entre marido y mujer. „Llegar a ser una carne“ incorpora muchos aspectos de la intimidad e interdependencia mutua, los cuales convierten a la pareja desposada en una entidad unificada en los niveles más profundos de la comunión interpersonal.

 

Además la palabra אֶחָד  podría dejarse entender a luz de Dt 6,4 según el cual „Dios es solamente uno“. En este sentido son los esposos llegan a ser „una“ carne a imagen de Dios, quien es solamente „uno“. Apartir de ello explica el NT coherentemente la unidad entre Cristo y su esposa.

 

En síntesis hay tres pasos, o quizá más exactamente dos pasos y una consecuencia, para la unión conyugal entre hombre y mujer según Gn 2,24, a saber 1) renunciar a las prioridades anteriores a ella, 2) estar uncido por medio de la lealtad incondicional al cónyuge y 3) la lógica consecuencia de llegar a ser una carne mediante la consumación del vínculo conyugal entendida en un sentido integral. Estos pasos pueden ser considerados como los tres pilares del modelo edénico conyugal. En esta sugerente simplicidad nos insinúa Gn 2,24 la comprensión de los rasgos fundamentales de la vida conyugal para la familia e incluso para la sexualidad humana.11

 

 

_________________________________________

1   Cfr. GEHRING, René, The biblical “one flesh” theology of marriage as constituted in Genesis 2:24. An exegetical study of this human-divine covenant pattern, its New Testament echoes, and its reception history throughout Scripture (Avondale College of Higher Education, Australia 2011), 40.

2   «El verso 24 es como un epílogo. Habla el narrador. Es una aclaración etiológica que se intercala. No se refiere a una institución en especial, sino a la fuerza elemental del amor de hombre y mujer, que aquí recibe una valoración». DUARTE CASTILLO, Raúl, Génesis ¿Fábula, mito... o qué? (Promotora Audiovisual, Zamora 1979), 36.

3   «By the same token the connective phrase  ̒alkēn, typically used to introduce folkloric explanations of name giving, customs, and so on, cannot be understood in this verse as “etilogical thus”, for the reason that the maxim following corresponds to no recognizable convention». MANKOWSKI, Paul, »Dominical teaching on divorce and remarriage: the biblical data«, en: DODARO, Robert, ed., Remaining in the truth of Christ: Marriage and Communion in the Catholic Church (Ignatius Press, San Francisco 2014), 38. La traducción castellana es mía.

4   «These etiologies are sometimes introduced, just as in the case of Gen 2:24, by  ̒al-kēn. […] God formed the woman by taking her from her husband. In consequence he orders that the man, having left father and mother, should be joined to his wife and be (return to be) one flesh with her». TOSATO, Angelo, »On Genesis 2:24«, en The Catholic Biblical Quarterly (52/1990), 405ss.

5.    «[...] the man and the woman become "one flesh". [...] –we are justified in taking this maxim as definitional, that is, not the expression of an unattainable ideal, but as statement of the determinate nature or essence of marriage[...]». MANKOWSKI, Paul, »Dominical teaching..., 37. La traducción castellana es mía.

6    Cfr. DAVIDSON, Richard M., »The Theology of sexuality in the beginning: Genesis 1-2« en Andrews University Seminary Studies (26/1988), 21.

7.     Cfr. Ibid., 22.

8.     Cfr. GEHRING, René, The biblical “one flesh”..., 49.

9.   «However, the individuality of the spouses is not lost: “Continuity with the old personality is not broken, but the radical transformation resulting from the intimate personal encounter creates a new self: Individual identity is not absorbed into a mystical oneness but becomes conformed to a common personality of which both partake. Individual will is not lost but each wills what is best for the other [...].”».BATEY, Richard A., »The ΜΙΑ ΣΑΡΞ union of Christ and the Church«, en New Testament Studies (13/ 1966-67), 279. La traducción castellana es mía.

10.  «This would point to the significance of the initial consummation through the sexual union, which is “the indispensable means for the consummation of marriage both in the Old Testament and elsewhere in the ancient Near East[...]".» GEHRING, René, The biblical “one flesh”..., 50.

11.   ATKINSON, David J., To have and to hold. The marriage covenant and the discipline of divorce (Collins, Londres 1979), 76-77.

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